"Literalmente en el cielo"

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"𝑆𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑒 𝑒𝑠 𝑒𝑙 𝑐𝑎𝑚𝑖𝑛𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑐𝑜𝑔í. 𝑆𝑒𝑟 𝑢𝑛 𝑠𝑜𝑙𝑑𝑎𝑑𝑜 𝑒𝑠 𝑑𝑖𝑓í𝑐𝑖𝑙, 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑔𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑡𝑢 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜 𝑎𝑛𝑡𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑢 𝑐𝑢𝑒𝑟𝑝𝑜". 💚

Me encontré ese día a Ortega en un pasillo, que daba salida al patio lateral de la academia, para mí sorpresa me saltó y me atrapó con un abrazo.

—¡O-Ortega! ¿qué significa...?

—Rincón—susurró a mi oído. Nuestros cuerpos estuvieron juntos por segundos muy largos.

—¿Entonces me extrañaste?—tragué un poco de saliva, estaba algo nervioso, pero no quería que escuchara aquel fuerte sonido gutural al estar abrazándonos.

—No. Ni un poco, eres muy misógino.

Ella se alejó despacio y nuestros brazos se separaron aunque yo no quisiera soltarla. Estaba sonriendo cruelmente, ¿qué? acabo de entender lo último que dijo, estaba perdido en sus ojos.

—¿Qué? ¿misógino yo?—me reí un poco, tragué saliva nuevamente al ver que ella abrió la boca para expulsar un nuevo argumento.

—¡Sí! ¿no lo recuerdas? la primera vez que interactuamos.

«Ay no, ¿enserio? a eso no se le puede llamar interactuar».

...

—Vaya... cuanta agresividad... ¿problemas menstruales niña?, solo fue un empujoncito.

«Soy un idiota, soy el rey de los idiotas».

...

Ortega tenía ahora una sonrisa placentera, como si hubiera encontrado justicia al hacerme recordar aquel desagradable día. Mientras que yo solo quería que se abriera la tierra y me succionara sin dejar rastro.

—Disculpa, oh, de verdad... si fuí un misógino.

Me reí un poco avergonzado. Ella negó con la cabeza y también se rió suavemente. Sus ojos azules, perfectos y pequeños. Ah.

—Eso ya no importa. Felicidades, Rincón. Te agradezco muchísimo haber sido el apoyo de mi amiga Ginger, me contó anoche todo lo que tuvieron que...

La detuve.

—No tiene importancia. Ginger... también se convirtió en una gran amiga y alivio para mí.

Sonrió ahora con más amplitud.

—Gracias, Rincón. Cuánto has cambiado, esa actitud hostil que tenías... antes, parece que ha desaparecido.

«Ja, ja, yo no lo creo, pero también tú eras así de hostil con todos aquí. Has cambiado muchísimo, María Elena»

—Así es—me limité a extender la respuesta antipática que generó mi cabeza.

—B-bueno, ahora debo ocuparme de mis labores, ¿de acuerdo? nos vemos en el almuerzo.

Se despidió y luego se dió la vuelta para trotar en dirección a las oficinas de nuestros superiores.

«Alexander, ya has salido del trance. ¿Qué pretendes? si sigues así perderás a tu novia Marilyn»

—¡Carajo...! como me encanta hablar solo. Esto de evitarla y tratar de convencerme de que no me vuelve loco cada día es más difícil.

Llevé ambos brazos sobre mi cabeza. Luego los dejé caer y miré al cielo. En el pude ver varias avionetas de práctica de las fuerzas aéreas y pensé en mi amigo.

Crónicas de un soldado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora