INTOXICACIÓN

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Historia del mentiroso: El mentiroso no tiene historia. Nadie se atrevería a contar la
crónica de la mentira ni a proponerla como una historia verdadera. ¿Cómo contarla sin
mentir?
FERNANDO ARRABAL
En todas las épocas ha existido un interés tanto institucional como privado en que
las personas digan la verdad y consecuentemente en saber cuándo alguien miente y
cuándo es sincero. Saber la verdad y descubrir el engaño son objetivos compartidos por
numerosas instituciones, entre las que destacaríamos la Justicia y la Hacienda Pública,
pero también por la mayoría de las personas que en sus relaciones familiares, sociales y
profesionales, están muy interesadas en saber cuándo alguien engaña o intenta engañar.
Existe, por tanto, una necesidad individual y social de saber la verdad. Buscamos
información, y hasta llegamos a contratar a profesionales, investigadores privados o
abogados para salir de dudas en temas que consideramos importantes o cruciales para
nosotros. Existen instituciones, entidades o grupos de personas, como la policía, la
fiscalía, la judicatura, los servicios de información, los periodistas y particularmente el
llamado periodismo de investigación, que buscan la verdad. Somos curiosos por
naturaleza y pagamos o pagaríamos dinero por conocer hechos y detalles o por salir de
dudas sobre una cuestión determinada.
La sociedad tiene, además, la necesidad de establecer la verdad en situaciones
graves o delicadas: por ejemplo, para saber quién ha cometido un crimen o dónde está el
dinero producto de un fraude. Todas las personas, en muchos momentos de su vida,
experimentan también la necesidad de saber si lo que escuchan, en temas que consideran
personalmente muy importantes, es o no verdad. Por otro lado, el mundo de los negocios
se basa en la confianza mutua, que puede destruirse fácilmente con una mentira o un
intento de engaño. Una mala información puede llevar a una merma en los beneficios e
incluso a la pérdida de la empresa. Saber si nos dicen la verdad nos preocupa a todo
Hay otra importante razón para estudiar el comportamiento del mentiroso y la
psicología del engaño, y es que a una persona que dice la verdad, lamentablemente,
puede que no la crean. Por ello, siempre es bueno saber en qué se basa la gente para
creer lo que escucha.
No existe ninguna técnica, instrumento o sistema, ya sean humanos o mecánicos,
que permitan saber de forma infalible si alguien está mintiendo. Lo que obtenemos,
directamente y a través de las técnicas que se exponen a continuación son indicios, más
o menos fiables, de que una persona está intentando engañar. Este libro trata
principalmente de los indicios que podemos detectar a través de la conversación, del
planteamiento oportuno de las preguntas adecuadas y de la observación de las reacciones
del interlocutor a estas preguntas. La mayor parte de las técnicas se basan en formular las
preguntas oportunas en una conversación, entrevista o interrogatorio, por parte de quien
llamamos convencionalmente investigador o interrogador, y en observar las respuestas
de la persona sincera o inocente o, en su caso, mentirosa o culpable. La decisión sobre si
alguien miente o no es una suposición, conjetura o hipótesis que se corroborará o no, en
función de los datos o pruebas que se puedan reunir. Entre los datos que pueden
confirmar la suposición o conjetura figura en lugar destacado la confesión o admisión por
parte de la persona interrogada del hecho que se indaga.
La verdad y la falsedad se manifiestan a través de indicios. En muchas ocasiones,
no sabemos con certeza lo que ocurrió, a no ser que nos lo revele o nos lo confiese el
propio mentiroso. Incluso, en algunos casos, la confesión no es indicadora de la verdad,
ya que la persona puede estar encubriendo a alguien. Esta carencia de la «verdad de
base» es el origen de las técnicas de detección del engaño. Lo cierto es que si supiéramos
con certeza lo que ocurrió, la verdad de base, no nos harían falta las técnicas a las que
dedicamos los capítulos que siguen.
A lo largo del libro se exponen ejemplos de manifestaciones y comportamientos que
caracterizan al mentiroso o a la persona que intenta engañar. Estos ejemplos, obtenidos
en su mayor parte de los medios de comunicación, deben entenderse como tales, es
decir, como ilustraciones y no como evidencias o pruebas directas de que las
manifestaciones de las personas citadas son mentiras.
Por último, hay que señalar que las técnicas de detección del engaño se parecen
entre sí y algunas de ellas han servido de modelo a las demás, por lo que cierta
reiteración es inevitable cuando se exponen por separado.

LA PSICOLOGÍA DE LA MENTIRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora