Credulidad

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Las mentiras y el engaño proliferan también porque todos tenemos una mayor o
menor tendencia a creer lo que nos digan, tendencia a la que llamamos credulidad. Una
variante de la credulidad es la conformidad social, fenómeno estudiado por la Psicología
Social, en virtud del cual un individuo modifica su comportamiento o actitud para
armonizarlo con el comportamiento o actitud de un grupo. La conformidad social tiende
a darse en situaciones difíciles o ambiguas, en las que una persona se siente menos
competente. En esos momentos aceptará lo que diga el grupo, aunque suponga un
cambio en una opinión ya establecida.
Tendemos a creer cosas que no vemos y que sólo conocemos por referencias de los
demás, y muchas veces estas creencias no tienen base sólida o racional. El hecho es que
la verdad y lo cotidiano suelen ser duros, crueles, prosaicos y monótonos.
Las personasestamos predispuestas a escuchar y a transmitir todo lo que endulce este mundo y todo
aquello que nos pueda ilusionar a sabiendas de que puede no ser verdad.
Necesitamos, pues, tanto saber la verdad como alimentar ilusiones y esperanzas,
aunque sea a costa de ser engañados. La vanidad nos lleva a admitir fácilmente los
halagos y el amor, por su parte, nos hace crédulos. El amor apasionado embarga al
amante, al que sitúa en un estado mental poco propicio para el análisis objetivo de la
conducta de la persona amada, la cual a su vez permanece idealizada y envuelta por un
halo beatífico. Aseguraba un personaje femenino de Anatole France, en su Historia de
cómicos, que los hombres, «si aman de veras, no hay mentira burda que no les resulte
creíble cuando les conviene ser crédulos».
También el amor puede traer consigo el miedo y los celos. Escribía François
Rabelais: «Como dicen los clérigos, el amor es una cosa maravillosamente temerosa y
nunca el buen amor está exento de temor». Los celos y el amor posesivo, esclavos del
miedo, vuelven crédulo al amante, a quien llevan a dar por cierto y seguro algo que no ha
ocurrido. Y todo esto en lo que concierne a los celos que podemos llamar «normales»,
provocados por el miedo o la angustia de perder a la persona amada. Mucho más
acentuado se da en los celos asociados al alcoholismo o a los delirios paranoicos propios
de enfermos psicóticos.
Otra fuente de credulidad son los prejuicios. Existen ideas y valores que mucha
gente acepta sin discutir, de forma que resulta inútil intentar que se reflexione sobre ellos
o que se los replanteen en un momento dado. La mayoría de las actitudes de la gente no
tiene una base racional, sino que existe un fuerte contenido emocional en ellas. Aun
cuando una persona reúne datos e información que las apoyan, esta recopilación tiende a
ser parcial y sesgada. Discutir las actitudes con otras personas genera enfrentamientos y
las reacciones que suscitan pueden ser muy agresivas. La ideología y las actitudes nos
predisponen a aceptar cierto tipo de mentiras que encajan en lo que creemos y en lo que
nos gustaría que fuera o sucediera.
Otra fuente de engaño reside en la necesidad de interpretar y explicar todo lo que
nos rodea. Intentamos saber lo que piensan y lo que van a hacer los demás, aunque los
datos que poseamos sean incompletos o parciales. Experimentamos también la necesidad
de predecir la conducta de los otros, de saber que ésta responde a pautas fijas y de que la
vida de los demás se adapta a una secuencia más o menos lógica. Ello nos proporciona
seguridad y una vaga sensación de que podemos no ya controlar la vida de otros, pero sí
al menos anticiparla. Estas necesidades provienen del carácter impredecible del mundo y
de nuestra propia inseguridad. Construimos hipótesis sobre lo que opinan, sienten o
hacen los demás, dando pábulo a cualquier cosa que nos digan que sustente dichas
hipótesis, aun sabiendo que puede no ser cierta.
Las personas tenemos necesidad de percibir el mundo como algo estable y seguro,
de que es totalmente inteligible y comprensible, de que todo tiene una explicación y de
que existe una coherencia interna y externa en todas las cosas. Queremos identificarnoscon principios y modelos sólidos y permanentes, de forma que sepamos a qué atenernos
en cualquier situación. Lo contrario, la duda y la falta de confianza, contribuye al miedo,
a la angustia y a la desesperanza. Intentaremos creer en todo lo que nos proporcione
firmeza o seguridad a pesar de que carezcamos de pruebas tangibles para ello.
Una parte de nuestro cerebro se ocupa de dar explicaciones de todo, según los datos
de neuropsicólogos, como Michael S. Gazzaniga (1998), procedentes de los pacientes
con separación anatómica y funcional de los dos hemisferios cerebrales. En estos
pacientes, en los que se puede observar la actividad independiente de los dos hemisferios,
el izquierdo, más especializado en el lenguaje, tiende continuamente a desarrollar
explicaciones sobre todo tipo de situaciones y comportamientos, aunque sean falsas. Este
hemisferio, desprovisto de los datos del hemisferio derecho, busca constantemente el
significado de los hechos y da explicaciones generalizadas de lo que ocurre, de por qué
suceden las cosas, especulando y yendo más allá de lo que percibe.
Un fenómeno parecido es la «disonancia cognoscitiva», nombre que dan los
psicólogos al conflicto que surge cuando tenemos que optar entre dos opciones y ambas
son atractivas. Una vez que se toma la decisión, y para reducir este conflicto, tendemos a
creer o a aceptar fácilmente argumentos que apoyan la decisión final que hemos tomado.
De esta manera no nos equivocamos nunca, ya que somos capaces de darnos a nosotros
mismos y a los demás explicaciones y justificaciones de por qué hemos actuado de la
forma en que lo hemos hecho. En suma, es una manera leve de autoengaño y de
hacernos creer a nosotros mismos y a los demás que tenemos razón, y de dar coherencia
a nuestra conducta, particularmente entre lo que pensamos y lo que decimos.
Nuestra forma de ver el mundo no es una fotografía, sino una elaboración o
construcción basada en datos, en nuestra experiencia previa y en nuestra memoria. En
principio es importante que demos siempre por buenas las informaciones que nos
proporcionan los demás, y así poder construir una imagen coherente, consistente y fiable
de la realidad, especialmente de la realidad social, como son las relaciones con quienes
nos rodean. Tenemos necesidad de creer en algo, de creer que el mundo es como parece
que es, o como nos dicen que es o como pensamos que es o como nos gustaría que
fuera. Por todo ello, debemos creer a los demás, o por lo menos pensar que suelen
decirnos la verdad.
No debe extrañar que, muchas veces, la propia víctima del engaño dé la impresión
de que desea ser engañada. Esto puede ocurrirle a muchas personas distintas en muchas
situaciones diferentes: maridos, esposas, médicos o periodistas. Deseamos creer lo que se
nos dice, nos gusta pensar que quienes nos rodean son sinceros con nosotros y que el
mundo funciona sobre la base de una transmisión certera y fiel de la realidad y de los
sentimientos de los demás. Podemos ir más lejos: necesitamos creer a nuestros
interlocutores en nuestra vida cotidiana, cuando estamos con los amigos, con la familia y
en el trabajo. Por ello, si lo que nos transmiten son enunciados de contenido dudoso o
ambiguo, les damos la mejor interpretación posible, que es siempre la que más nosconviene. Además, el destinatario de la mentira evita o se ahorra, si es el caso, las
consecuencias negativas resultantes de que la verdad sea conocida. Todo ello facilita el
engaño en la vida diaria.
El mentiroso cuenta ya con esta tendencia a creer lo que se dice y tiene una idea
formada del efecto que tiene en la mente de una persona lo que dice, lo que no dice y,
con menos frecuencia, cómo lo dice. El mentiroso anticipa el comportamiento de su
víctima conforme le proporciona o le oculta información. Esta actividad mental del
mentiroso le acarrea cierto esfuerzo, del que hablaremos en el capítulo siguiente.
En resumen, la credulidad contribuye a que por necesidades y motivaciones
variadas tendamos a creer lo que nos dicen aunque no existan datos o base racional para
ello, de lo que puede aprovecharse el mentiroso para engañarno

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