Entre las mentiras socialmente toleradas, en mayor o menor medida y dependiendo
del ambiente donde se divulga, se halla el rumor, o «voz que corre entre el público», y el
bulo, «noticia falsa propalada con algún fin» (DRAE). El rumor es el relato de un hecho
que afecta a personajes conocidos, de origen incierto, cuyo contenido es chocante,
llamativo, singular e incluso grotesco. Son noticias simples que carecen de elaboración y
cuya verificación es difícil o imposible.
Los rumores pueden ser muy negativos y poner en peligro la convivencia en grupos
y entornos sociales reducidos. Su finalidad puede ser causar daño o perjuicio a alguien.
Esto ocurre porque suelen afectar a la vida íntima de las personas, de quienes a menudo
intentan destruir su buena reputación. Cuando es así, la persona que lo crea o lo difunde
demuestra su impotencia por no poder dañar a la víctima de una forma más eficaz.
Los rumores se apoyan frecuentemente en estereotipos sobre personas y poseen
vida propia. Una vez que se lanzan se reproducen sin que valgan para evitarlos o
cortarlos los desmentidos más vehementes, que lo único que hacen es favorecerlos. El
rumor puede pasar de moda o atenuarse casi completamente, pero no desaparece del
todo nunca. Como todo estereotipo o generalización posee una parte inventada y otra
parte, grande o pequeña, que se basa en la realidad. Por ello es muy difícil combatir un
rumor, por esa parte de verdad que posee siempre y que encaja perfectamente en ella.
Como afirma el dicho italiano: Si non è vero, è ben trovato. Esto es, si no es verdad,
podría serlo perfectamente, porque encaja en los hechos y en las expectativas, actitudes
o prejuicios de los demás.
Es muy difícil combatir un rumor. La mejor medida es la prevención, limitando y
controlando la información que los demás poseen de nosotros y buscando amigos y
aliados en el entorno en el que nos desenvolvemos. Una vez que circula, se puede dejar
que se desvanezca y se combate entonces con los hechos y con el comportamiento
personal, que son eficaces a la larga en desmentir falsedades. Los hechos pueden a las
palabras. Por ello, y en igualdad de condiciones, es mejor ignorar el rumor y confiar en
nuestros actos. Se averigua cuál es o ha podido ser la fuente y qué extensión puede
alcanzar o qué rutas ha podido seguir. Se evalúa sus consecuencias sobre personas
queridas, amistades, compañeros de trabajo o vecinos. Si se tiene la suerte de detectarlo
cerca de la fuente, conviene plantearlo cara a cara con quienes lo difunden. Otra opción
es la indirecta: preguntar a alguien cercano o allegado a la fuente si sabe por qué lo ha
lanzado, o desmentir el rumor a través de los amigos y aliados. Lo mejor es reaccionar
con calma y serenidad, ya que difundir un rumor es más un problema de quien lo hace y
no de quien lo sufre.
A gran escala, la prensa puede contribuir a la difusión de un rumor si se limita a
recogerlo sin corroborarlo o sin opiniones de otras fuentes, o sin desmentirlo una vez que
se comprueba su falsedad. Hay sentencias judiciales condenando a los que difunden un rumor cuando es injurioso. Los jueces han apreciado en estos casos aspectos como la
gravedad de lo dicho, la intención de provocar el descrédito del afectado, la
premeditación o cálculo previo de lo que iba a hacer y la reiteración en transmitir la
falsedad a otras personas.
En el lugar de trabajo, los rumores suelen ser perjudiciales, tanto por el tiempo que
ocupan como porque pueden afectar al estado de ánimo de los empleados. El rumor
distorsiona la realidad, por lo que casi siempre confunde. Sin embargo, no toda la culpa
es de los empleados que transmiten o escuchan rumores. La falta de información
frecuente, ajustada y fiable genera rumores en la empresa por lo que las actuaciones de
comunicación interna que emprenda la dirección, ya sean directas o indirectas, sirven
para combatir activa y pasivamente los rumores (Colmenarejo, 1998).
Algunos rumores alcanzan una elaboración y difusión tan grande que se convierten
en las llamadas «leyendas urbanas». Son acontecimientos presuntamente reales, raros,
casi increíbles, de origen incierto. Los cuenta una persona fiable o creíble a partir de una
fuente (amigo del amigo, prensa) también fiable, que los narra con convencimiento, de
forma que se le cree. Las localizaciones y los hechos se corresponden con lugares reales
o sucesos conocidos. Sus personajes suelen ser personas normales, gente corriente. Su
contenido revela una trama urdida en función de su desenlace y se cuenta como si fuera
verdad o como noticias ambiguas que podrían haber ocurrido una vez. La acción se sitúa
en un pasado impreciso pero inmediato, favorecido por la rapidez con la que migran de
ciudad en ciudad y de país en país (Ortí y Sampere, 2000).
La fuerza de propagación de las leyendas urbanas, y el valor de verdad que se les
confiere, nos dice algo importante sobre la mentira y su detección: la verosimilitud del
contenido depende de los detalles. Cuanto más concretos son los detalles, más creíble es
la narración.
El cotilleo o chisme, que es una «noticia verdadera o falsa, o comentario con que
generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna»
(DRAE), pertenece también a esta categoría. La propagación y el comentario de
rumores, de leyendas urbanas y de cotilleos cumple las mismas funciones: crear o
reforzar vínculos emocionales entre conocidos, al compartir información personal o
relevante sobre otros.
Las personas se interesan por los demás. Las historias personales y los cotilleos
resultan siempre atractivos y se intercambian, de forma que quien cuenta un rumor o una
historia personal se convierte en el centro de atención de su círculo de amistades. El
contenido del cotilleo es importante ya que la gente quiere sentir las experiencias intensas
de la vida a través de otros, y le gusta con preferencia saber cosas de lo íntimo o de lo
prohibido. Las noticias basadas en chismes y cotilleos son además un gran negocio que
atrae a millones de personas que consumen información privada, sea cierta o falsa, de
otras. Muchas veces, una amistad comienza por este intercambio de información sobre la
vida íntima de otros, sea esta información verdadera o falsa. El cotilleo cumple funciones
sociales positivas: promueve la intimidad entre los amigos, compañeros de trabajo o
parientes, y refuerza valores que se comparten. La cercanía, la intimidad y la
complicidad desempeñan un papel muy importante en las relaciones personales y de
trabajo. Pero posee aspectos que pueden ser muy injustos y negativos para las relaciones
interpersonales, ya que la esencia de muchos cotilleos, como la de muchos rumores, es
hacer daño a otros.
El cotilleo se atribuye más a las mujeres que a los hombres. Ellas ven a las personas
como interdependientes, siendo importante establecer contactos y relaciones estrechas y
expresar afiliación o proximidad, más que mostrar el nivel jerárquico y establecer el rango
o estatus, que es más propio de los hombres. Se dice que las mujeres están más atraídas
por las emociones y los sentimientos propios y ajenos, y que son más propensas a contar
o comentar sus problemas personales que los hombres. Se dice también que las mujeres
están más interesadas en hablar de cuestiones personales, de los sentimientos y las
relaciones amorosas, en comentar a las amigas lo que les ocurre o en hablar de las vidas
de los allegados. Las mujeres se comunican para establecer confianza y por ello tienden a
intercambiar confidencias. Tienden a hablar de cuestiones o de problemas variados no
tanto para buscar una solución, sino para cimentar o construir una buena relación, o para
crear lazos. Estas diferencias se han relacionado con el estilo conversacional femenino,
más indirecto y centrado en sentimientos, y con el masculino, más directo y más
enfocado a intercambiar hechos y opiniones, a asesorar o dar consejos y a buscar
resultados. Para el hombre la comunicación suele tener una función eminentemente
práctica y tiende a no hablar de sentimientos y a ser concisa y concreta. En
conversaciones con desconocidos, los hombres intentan dar la mejor imagen posible,
mientras que las mujeres intentan hacer que el interlocutor se sienta bien mostrando por
él más interés del que realmente tienen.
Los rumores, los bulos, los cotilleos, los chismes y las leyendas urbanas son todos
elementos de nuestra vida social y de nuestra cultura, con sus aspectos positivos y
negativos. No obstante, muchos de ellos no se corresponden exactamente con hechos
ciertos, por más que a las personas nos guste escucharlos y difundirlos.
Por último, las predicciones no son mentiras, sino enunciados que simplemente se
cumplen o no se cumplen. Lo que muchas veces no se corresponde con la realidad son
las justificaciones o excusas, con las cuales las personas anónimas y públicas intentan
explicar por qué no se cumple una predicción que han hecho o por qué la realidad no es
como ellos quieren que sea pero lo será pronto. Tienen, por tanto, una gran probabilidad
de no ser verdad expresiones de personajes públicos como las siguientes:
• «Se trata de un hecho puntual y aislado» (un caso de legionella, un secuestro-exprés).
• «Se trata de hechos aislados que, sin duda, se repetirán» (si interesa que se repitan). Se espera una mejora de la economía (o de la situación general) en la segunda mitad
del año.»
• «Lo peor de la crisis ha pasado ya.»
• «La bolsa (la recesión) ha tocado fondo.»
• «La variación al alza en los índices de criminalidad (inflación, paro) del último
trimestre se debe a factores estacionales.»
• «A pesar de los datos desfavorables del desempleo del mes pasado, la tendencia
general es favorable.»
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LA PSICOLOGÍA DE LA MENTIRA
General FictionAprenderás si descripcrivaras las mentiras y los engaños de lo demás así poniendo con vivir en la mentira del negocio