Capítulo 3

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Un ligero tufo a tabaco llenó tu nariz, un tufo proveniente de Cara que le daba un rico aroma a tu departamento. No solías fumar, de hecho detestabas el olor que despedía, pero Cara lo hacía distinto, lo hacia hermoso y adictivo

— ¿Eso es todo sobre él? — Se echó una uva a la boca y te miró a los ojos. Un escalofrío descendió desde tu nuca y por toda tu columna vertebral.

Desde que regresaron del restaurante de Gina se la pasó preguntando sobre Ashton. Sobre si te interesaba, te interesó o te interesará, más bien, la que debió de preguntar eso eras tu. Ashton mostró desinterés en ti, por segunda vez, al ver a Cara.

— Tu le interesaste, Cara — Tu tono sonó a celos cuando quisiste hacerlo sonar a broma.

— Y si no te interesa, ¿Porque lo dices así?

Touché.

— No lo digo de ninguna manera. Solo estoy diciendo que tu interrogatorio no tiene sentido, ya que tu le interesas, no yo...

— Te gusta — Dijo bromista, pinchó tus costillas y ambas estaban en un ataque de risa.

— ¡No Cara!

— ¡Anda, admítelo!

— ¡¿Cómo me va a gustar si rompió mi corazón?!

Trataste tan duro de no admitirlo, y fracasaste. Ella retiró las manos de tus costillas y ambas dejaron de reír.

— ¿Rompió tu corazón? — Su boca formó una "o" perfecta.

— Así es — Dijiste con tristeza.

— Dime que pasó con ese idio... — La interrumpió el teléfono.

— ¿Hola? — Era un número desconocido.

— Hola, soy AshtonSe te revolvió el estómago, y no como cuando ves a Cara, esta vez era desagrado. — ¿Bueno, sigues ahi?

— ¿Cómo conseguiste mi número?

— Siempre lo he tenido. Si tu  eliminaste el mio es tu problema. ¿Tienes el número de Cara?

Hijo de puta.

Colgaste enfadada. Suspiraste pesadamente y tenias lágrimas al borde de los ojos, pero no eran celos de Ashton, sino de Cara. Y se hizo una extraña mezcla entre los celos y la rabia.

— ¿Que te pasa?

— Era Ashton. Me preguntó por ti en cuanto pudo. — Se acercó a ti y te abrazó por la cintura. Te dio un beso en la coronilla. La diferencia de estaturas entre ambas lo hizo aún más hermoso.

— Él no me interesa a mi. Lástima por él. — Se separó del abrazo y te miró a los ojos. Sus manos estaban en tus hombros y te sonreía de lado.

Se habían sentado en el sillón frente a la televisión, pero por el cansancio y por más comodidad se acostaron. Ella estaba detrás de ti, su brazo izquierdo rodeaba tu abdomen y tu acariciabas el brazo con el que te rodeaba. Su celular vibró en el bolsillo de su pantalón, y sentiste la vibración en tu trasero.

— Tengo que irme. — Besó tu cuello. — Nos vemos pronto.

— Cuídate.

(...)

Y esa vez fue la última en un mes que la viste. Acudiste el Lunes al lugar de Gina, ninguna señal de Cara. El martes, y nada. Miércoles, y nada.

— Gina.

— ¿Que pasa cariño? —  Dejó de hacer lo que hacia para inclinarse hacia ti y verte a los ojos.

— ¿Vendrá Cara algún día? —  La ingenuidad se añadió sin aviso a tu tono de voz.

— Siempre viene. — Sonrió. — Algunas veces se tarda más que otras en venir. Le sonreíste de vuelta.

La extrañabas. Extrañabas lo de aquella noche. Extrañabas el olor a tabaco que había dejado en tu departamento.

(...)

Regresaste el lunes de la segunda semana de Julio. No viste a ninguna rubia como ella.

El miércoles de la tercer semana de julio fuiste de nuevo. Ninguna señal de unos ojos tan hermosos y profundos como los de ella.

Te diste por vencida el jueves de la última semana de julio. Nada sobre ella, ni una llamada, un recado. Absolutamente nada. Y, joder, la extrañabas tanto. Dolía tanto su ausencia, te estaba matando lentamente.

— Ruth, viniste. — La abrazaste.

— Claro que lo hice. ¿Por qué no vendría con mi mejor amiga?

— Pues... — Frunció el ceño al verte dudar de tu respuesta.

— Algo tengo que estar haciendo mal, o algo tiene que estar ocurriéndote a ti. — Te abrazó de nuevo, y sentiste como si fuesen los brazos de Cara. Te sentías segura y comprendida ahí.

— Fue estúpido que dijera eso, olvídalo... — La campanilla sobre la puerta sonó. ¡Ella estaba ahí! Bendito 31 de Julio. Mil veces bendito.

Ella caminó directo hacia la mesa en la que estabas. Sus ojos fijos en los tuyos y sus labios delgados haciendo una media luna te hicieron enchinar la piel, te ruborizaste.

— Hola — Dijo tímida. El suéter le cubría las manos y pudiste ver su dedo índice apuntar al pequeño sillón frente a ti y frente a Ruth.

— Oh, claro. — Quitaste tu mochila del sillón, pensando que se sentaría en el, pero se sentó en el sillón en el que tu estabas.

Ambas llevaban unos shorts, y sus piernas se rozaban continuamente, lo cual te agradaba pero a la vez te hacia sentir incómoda. Después de todo, estaban con Ruth, y ella podría darse cuenta.

(...)

Abandonaron el lugar, en donde ni tu te dignaste a dirigirle una palabra a Cara, ni ella a ti. Ella te llevó a su apartamento, y creíste que Trevor estaría en él. Pero te llevaste una sorpresa.

— Bienvenida a mi nuevo hogar. Algo diferente, lejos de Trevor. — Te sentiste feliz por ella, dio vueltas sobre su eje con los brazos extendidos y se veía tan infantil, pero malditamente adorable.

— ¿Dónde habías estado? Te extrañé tanto. — Lo último salió solo pero salió.

— Debí haberme despedido de ti, lo se, fue injusto. Pero necesitaba ir a visitar a mi abuela, y huir de este inútil de Trevor. — Apuntó un sofá para que te sentaras en el, ella se metió a la cocina y fue por dos copas y una botella de vino tinto.

— ¿Celebramos? — Apuntó a tu dirección con la boquilla de la botella y con una expresión pícara en el rostro.

— Sólo un poco. ¿De acuerdo?

— Oh vamos, no seas aguafiestas.

— No es eso. — ¿Cuantas veces bo te habían dicho eso? Pero de su parte dolió más. — Dormiré con Ruth, y a ella no le gusta que yo beba o fume.

— ¿Y si le gusta que dejes de comer? — Servía las copas de vino con tal concentración que te hacia perder la tuya. Se llevó un trozo de algo a la boca y sacudió sus manos entre ellas. Luego te miró.

— ¿De que hablas?

— Lo noté. Cuando fui a tu casa, tu alacena y tu refrigerador estaban casi vacios. Tienes ojeras todo el tiempo. Sólo come. Házlo, como debería de ser, sin importar el peso y esas cosas.

— Para ti es fácil. Eres alta, delgada, bonita. Eres perfe... — Te interrumpió

— Para mi lo eres.

Te besó con suavidad. Ignoraste cualquier cosa porque jamas habías estado tan alto.

Deep Eyes |Cara Delevingne|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora