Capítulo 2

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El número de la tarjeta que le entrego aquel hombre seguía en su mente, prácticamente lo memorizó. Tan distraída estaba que no escuchó el timbre y tardó en contestar la llamada de su novio en la puerta de su casa.
—¿Qué hacias? Sabes que si me ven tus vecinos le llegan con el chisme a tus padres y te pueden castigar— El joven parecía un tanto molesto pero eso no impidió que la tomara de la cintura para pegarla a él y darle un suave beso. Solia ser muy tierno con ella, tenían la misma edad y con ese sueño de ser la pareja que duraría años.

—Es que me estaba preparando para ti— Dijo ella coqueta y abrió un poco su blusa para mostrar parte del brasier de encaje. Lo que hizo que su novio fuera directo a besar la piel expuesta de sus pechos provocando algunas risas en la chica. Entre besos caminaron a la habitación de la muchacha pero estando ahí ella quiso probar lo aprendido en la tienda. Así que hizo que se sentara en la cama y le dejara darle una sorpresa. Arrodillada frente a él abrió más su blusa dejando que cayera por sus hombros hasta el piso, el brasier hacia resaltar sus pechos pequeños y contrastaba con lo blanco de su piel. Bajó las prendas inferiores del chico y comenzó a chupar su miembro sin dejar de mirarlo a los ojos fue metiendolo hasta su garganta, fue más fácil pues había una gran diferencia de tamaño con el del hombre mayor. Ignoró las arcadas y disfrutó de ahogarse con su miembro pero esto duró mucho menos también, no tardó en sentir el semen en su garganta así que se apartó. Iba a limpiarlo con su lengua, orgullosa de provocar placer en su chico pero este la apartó y se vistió.

—Que demonios haces— Alzó la mirada y se encontró con su novio claramente molesto, ni siquiera era capaz de mirarla. —Me quieres vomitar ¿o qué?— el chico se puso de pie y comenzó a caminar por la habitación, la muchacha se vistió con su blusa nuevamente avergonzada hasta que una idea asaltó su mente.
—¿Estas enojado porque hice que te corrieras rápido?— Se atrevió a preguntar y por la expresión del chico, dio en el clavo. —No es la gran cosa, bebé. Tenemos toda la noche para hacer de todo— Dijo poniéndose de pie para ir hacia él con la intensión de abrazarlo, pero este ofendido la apartó y salió por la puerta. Escuchó luego la puerta de la entrada y supo que se encontraba sola. Molesta, confundida, y lo peor deseosa. Tomó el teléfono y marcó el número.

En menos de una hora se estaba bajando del lujoso auto polarizado que la había ido a buscar a su casa tras hacer la llamada. Cambió la falda que se había puesto, por una más pequeña que hace años ya no usaba, pero con la misma blusa y juego de lencería.
—No creí que llamarias tan rápido pero tuviste suerte, tenía la noche libre— Fue la forma en que el hombre saludó cuando la chica cruzó la puerta de su mansión. Sin alzar la vista de su teléfono siguió hablando pero ahora subiendo las escaleras. —No te confundas, esto no es como esas películas de adolescentes donde termina con una historia de amor. Yo solo quiero usarte y pagaré bien por ello. No me importa tu edad, no me importa tu vida.— La menor iba asintiendo mientras caminaba tras el hombre, era intimidante pero sus bragas ya se humedecian al escucharlo hablar así. Lo veía más alto, nuevamente sin su saco y su camisa semi abierta. Abrió una puerta y le indicó entrar, el lugar era grande, tenía una cama, un sofá con curvas extrañas y algunos muebles. —No dormirás acá, mi chófer te llevará a tu casa a la hora que sea. Como te dije por teléfono, esta vez quiero más que tu boca. Si hay algo que no te guste dilo ahora— Decía lo último desabotonando su camisa para quitársela por completo, su cuerpo tan tonificado marcado con algunos tatuajes, sus brazos con venas marcadas y en la zona de la pelvis también. La chica no tenía tanta experiencia así que no sabía qué podría no gustarle, su respuesta fue el silencio mientras el hombre se quitaba los pantalones y finalmente los boxers mostrando su miembro que era ya más grande que el de su novio aún cuando no estaba erecto. —Quitate la blusa, déjate la falda— Ordenó finalmente.

Obedeció rápidamente, mirándolo tímidamente pues no había visto antes sus pechos y esperaba que fueran de su agrado. El hombre la observó rodeandola y alzó su faldita mirando la pequeña braga que se metía entre sus nalgas.
—¿Por esto pagué? Excelente, valió la pena— Dicho esto jugó con la prenda metiendo su dedo entre las nalgas. —En la cama, boca arriba, con tu cabeza colgando aquí— Dijo parándose junto a la cama. Ella obediente lo hizo rápidamente a esa altura estaba a centímetros de su miembro. El hombre subió su faldita para poder ver su intimidad con una sonrisa. Era pequeña, delgada, se veía tan frágil que tenía ganas de destrozarla con su verga.

Pasó los testículos por la nariz de la chica llevándolos luego a su boca, la cual se abrió de inmediato para recibirlos. Los chupó con ansias mientras él se masturbaba mirándola. Se apartó para golpear su rostro con la verga, tan grande para un cuerpo tan pequeño, tras unos golpecitos le dio lo que quería, la metió en su boca hasta la mitad y la sacó viendo el hilo de saliva que los unía. Pero volvió a meterla comenzando a embestir su boca cada vez más profundo, veía como su verga se marcaba en la garganta de la menor, ahora al ahogarse no intentaba apartarlo, se aferraba a las sábanas. Con sus enormes manos apretó sus pechos usándolos para sostenerla y mantenerla en la misma posición mientras embestia cada vez más duro su boca. Saliva salia por las comisuras de sus labios, y los testículos le golpeaban con fuerza la nariz. Soltó uno de sus pechos y llevó la mano a su garganta apretandola como si su estrechez no fuera suficiente, la ahorcó y embistió con tanta fuerza como le fue posible, la chica ya se retorcía por falta de aire y ahora si intentaba apartarlo. Tras unos segundos lo hizo, sacó el miembro de su boca y le permitió respirar mirándola con una sonrisa maliciosa, golpeandole el rostro con su erección. Se inclinó un poco para hacer a un lado su braga y ver su mojada vagina, sus testículos cayeron a la boca de la chica quien los recibió con gusto chupando mientras el hombre pasaba sus dedos por los fluidos de la menor, acariciando su hinchado clitoris.

La volteó y dio una fuerte nalgada que dejó su mano marcada en la pálida piel del trasero, se apartó rodeando la cama y la chica ya no podía verlo, solo escuchó cajones abrir y cerrar pero temia voltear para ver qué ocurría. Lo comprendió cuando sus manos fueron tomadas a la fuerza y algo suave rodeó sus muñecas, por el sonido comprendió que eran esposas y eso le hizo sonrojar. Con sus manos esposadas inmóviles en su espalda, las fuertes piernas contrarias abrieron las delicadas de la menor y no tardó en escuchar otro sonido de un paquetito abriéndose, acto seguido con el condón puesto en su enorme y duro miembro, hizo a un lado su braga acariciando con sus dedos los mojados labios vaginales viendo su estrecha entrada donde fue metiendo ahora su miembro poco a poco. Estaba demasiado estrecha para él, la escuchó quejarse a medida que entraba pero no le tomó importancia, fue empujando con más fuerza hasta que ya todo su miembro estuviera dentro de la muchacha.

Tomó la cadena de las esposas para sostenerla mientras se movia contra ella embistiendo su estrecha vagina que abrazaba con fuerza su miembro. La faldita se movia al ritmo de sus fuertes penetraciones, sus cuerpos chocaban provocando un eco en la habitación, donde solo se escuchaba el golpe de sus pelvis chocar, los gruñidos de ese hombre y los gemidos de la chica que eran una mezcla de placer y dolor. Gemidos agudos que intentaba ahogar escondiendo su rostro en la cama. Pero esto no le gustaba a él, se inclinó para alzarle un poco el torso llevando la mano a su cuello, el que apretó un poco mientras la embestia con fuerza, era tan delgada que le era fácil para él controlarla y sostenerla. Este cambio de posición parecía gustarle a la menor a pesar de hacerle más difícil el respirar, sus ojos estaban en blanco gimiendo apenas por la falta de aire pero notaba lo entregada que estaba a él. Su trasero pequeño contrastaba con su miembro que la embestia con tanta fuerza como lo haría un animal.

Luego de un rato la empujó a la cama nuevamente, totalmente recostada, se recostó sobre ella y acomodó sus rodillas para poder alzar y bajar su pelvis rápidamente. Sus gritos se incrementaron, chocaba en su interior cada vez que bajaba su pelvis chocando con las nalgas de la menor. Él amaba escucharla gritar y eso incrementó su placer y ansias de más. Sus embestidas se volvieron más salvajes si es que eso era posible hasta que sus jadeos se volvieron un fuerte gruñido de placer corriendose.
Salió del interior de la muchacha y la volteó otra vez boca arriba, se quitó el condón amarrandolo para luego tirarlo a la basura, pero él escaló hasta quedar al alcance de sus pechos cubiertos por aquel brasier negro de encaje, se masturbó frente a ella dejando caer las últimas gotas de su corrida sobre la tela.

—¿Te quieres ir o necesitas más dinero?— Preguntó sobre ella con su miembro aún erecto entre sus pechos.
—¿Dinero?... ¡Sí! Sí, necesito más dinero—Respondió recordando la excusa para estar ahí, no necesitaba dinero, lo que necesitaba era el placer que ese hombre mayor le daba.

El hombre de la tiendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora