Capítulo 12

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Estaba muy equivocada llevaba ya un poco más de una semana trabajando con él. Tenia su escritorio en la enorme oficina de aquel hombre y se la pasaba con documentos y transcribiendo información de las aburridas reuniones a las que tenía que ir. Lo único que conseguía era sentir la mano de su jefe en su trasero cuando la llamaba para solicitar algo o aquella vez que le indicó sentarse en su piernas y estuvo moviendo su trasero sobre el bulto de su pantalón  hasta que golpearon la puerta y tuvo que apartarse.

—Necesito que tus padres firmen esto.

Le dijo una tarde cuando ya se despedía para ir a su casa, la menor tomó los documentos confundida y vio los boletos de avión, abrió los ojos sorprendida y lo miró. Él tenía aquella sonrisa triunfante y la miraba como si fuera su presa, casi podía ver todos los planes que pasaban por la mente de ambos en ese momento.

Tuvo miedo ¿y si sus padres no aceptaban que fuera a otra ciudad con su jefe?
Nuevamente estaba muy equivocada, su padre que siempre fue tan sobre protector no dudó en firmar e incluso entregar su maleta para que su única hija preparara las prendas para el viaje. Sin imaginar que gran cantidad de esas prendas serían para seducir a un hombre mayor.

Comenzó a desear realmente divertirse en aquel avión, en el baño como se veía en las películas o algún sector privado de primera clase, pero él iba en primera clase mientras ella iba más atrás con su asistente. Así que simplemente durmió en el trayecto, soñando con aquel hombre imaginando que iría por ella a su asiento a exigir lo que le pertenecía.

Ya en el hotel, su maleta descansaba en el piso y vio los lujos de aquella habitación, parecía simple pero la verdad todo era muy elegante. Una llamada a sus padres y ya no sabia qué más hacer.

Entonces lo vio entrar.

Resulta que aquella puerta de conexión con la habitación de al lado conectaba justamente con la de su jefe. Y estaba él, entrando tan solo con una toalla cubriendo su parte inferior, se veía algo húmedo recién salido de la ducha. La temperatura de la muchacha aumentó de pronto, eso era mejor que cualquier cosa que pudo haber imaginado.

Se miraron unos segundos y luego él se acercó a ella, de un empujón la lanzó a la cama, tomó sus piernas las que levantó dejando su trasero en el límite del colchon. Su toalla llegó al piso y entonces sintió el miembro entre sus muslos moviéndose de adelante hacia atrás frotando también sobre sus húmedas bragas de encaje. Pero notó las ansias en aquel hombre, pues no tardó en hacer a un lado las bragas y penetrar con esa rudeza que lo caracterizaba, ella se aferró a las sabanas conteniendo el grito que amenazaba con escapar de sus labios. Se veía tan sexy con esa expresión, mientras las venas de sus brazos se marcaban sosteniendo sus piernas, su pelvis se movia rápidamente empujando con fuerza contra ella, de no ser por su agarre estaría ya en el otro extremo de la cama por tal rudeza. Lo sentía profundo y sus testículos golpear su trasero con cada embestida, los gemidos no se hicieron esperar, la menor se retorcía en la cama arqueando la espalda mientras sus caderas eran inmovilizadas por él para tener mejor agarre en la penetración.
De pronto se detuvo y abrió sus piernas para recostarse sobre ella, ahora sentia su húmedo cuerpo a través de la delgada tela de sus prendas. Una mano fue a su cuello y la otra sobre su cabeza, su rostro se mantenía a unos centímetros del otro y las embestidas volvieron con tal agresividad que si no la tuviera de tal forma agarrada saldría por el otro extremo. Respirar se volvía difícil, sus gemidos eran más ahogados y agudos, pero sus miradas se mantenían, él gruñendo parecía hasta molesto embistiendola con tanta fuerza como le era posible.
Su mano apretó más, ahora definitivamente no podía respirar y él seguía embistiendo con profundidad, hasta que se sintió vacía sin el enorme miembro en su interior pero lo vio luego a centímetros de su cara. Ahí estaba él arrodillado sobre la cama, jadeando mientras se acariciaba él mismo rápidamente, su mano tan hábil como siempre se movia rápidamente a lo largo de su falo hasta que su corrida sorprendió a la menor llegandole casi al ojo. La muchacha abrió la boca de inmediato y fue intentando tomar todo lo que soltaba aquel hombre. Un elixir para ella, verlo sobre su cuerpo desnudo con su marcado cuerpo, de seguro aún iba al gimnasio, las venas se marcaban en sus brazos y en su miembro, ese delicado vello blanco sobre su pecho tan fornido.

—Ve a bañarte, tenemos una reunión

Dijo luego de apartarse nuevamente como si nada, se quedó de pie junto a la cama luciendo tan sexy y con su miembro aún listo para la acción.

—¿Me acompaña, señor?

Se atrevió a decir la menor mientras se sentaba en la orilla de la cama con su expresión inocente aún cuando parte del semen del hombre seguía en su cara.

—No tenemos tiempo

Respondió él, aunque ella pudo notar su expresión y como su miembro también reaccionó ante su actuar.

—Por favor, no sé usar las bañeras de estos lugares elegantes...

Fue el siguiente intento de la menor, provocando una pequeña risa en el mayor  quien indicandole con su dedo que lo siguiera fue hacia el baño. Ella sin dudarlo lo siguió mientras se iba quitando las prendas que terminaron en el piso. Ambos en el baño desnudos, pensó que sería suficiente para tentarlo pero al llegar lo vio programando la ducha con la temperatura adecuada, al voltear y verla solo sonrió.

—Vamos a llegar tarde, date prisa.

Dicho esto caminó a la salida, pero no sin antes dar una fuerte nalgada en el trasero de la menor, dejando este con esa marca roja, marcandola como suya.

El hombre de la tiendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora