Capitulo 5

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Al llegar a la mansión del hombre, le ordenó darse una ducha y vestir con lo que le había dejado sobre la cama, él tenía asuntos que atender. Feliz de poder quitarse el sudor del cuerpo obedeció dirigiéndose al cuarto que ya conocía pero pasando directo a la ducha descubriendo lo enorme que era.

Tras unos minutos de relajante higiene pero un tanto adolorida aún abrió la caja negra que se encontraba sobre la cama, no era nada precisamente sexy, era algo bastante similar a su uniforme de escuela de hecho. Una falda azul pequeña con una blusa blanca simple, sin bragas, sin brasier, pero en el fondo descubrió unas ligas que la verdad tuvo que adivinar como acomodar en sus piernas. No tuvo que esperar demasiado, prácticamente un minuto y el hombre estaba cruzando la puerta, incluso le hizo pensar que tenía cámaras ahí y vio cuando estuvo lista. ¿Tendría camaras? Dio un vistazo al lugar preocupada de que así fuera.

—Me alegro de que estés lista

Mencionó al entrar, desabotonando su propia camisa le dedicó una mirada de pies a cabeza, se acercó tanto que casi pensó que la besaria, pero solo tomó sus manos y las alzo por sobre su cabeza, poniendo en sus muñecas unas esposas ancladas en algún lugar del pedestal de la cama, dejándola de pie inmovilizada con sus brazos completamente extendidos hacia arriba. Llevó la mano a su entrepierna y con su rostro tan cerca vio como apretó la mandíbula, ¿acaso estaba molesto otra vez?

—No estás mojada, ¿acaso te falta alguien?

Se apartó y fue a uno de los estantes sacando algo que la muchacha no alcanzó a ver. No hasta que acercó a ella y vio un dildo de menor tamaño que su miembro.

—¿Te revuelcas con él? Te pago para que me des placer a mi, no a los sirvientes. Me perteneces a mi.

Dicho esto llevó el objeto a su entrada intentando penetrarla pero por falta de lubricación no entraba. Volvió a ejercer presión para penetrarla lograndolo pero causándole gran dolor.

—Pequeña zorra

Le murmuró a centímetros del rostro, sintió como el objeto salía de ella y lo vio dirigirlo a su cara, abrió su boca recibiendo el objeto. Era suave, fácil de chupar, extrañaba las venas marcadas que tenía el miembro del hombre, pero lo chupó como si así fuera. Movió su cabeza chupandolo, dejando que entrara profundo en su garganta mirando directamente los ojos del mayor, vio en su mirada molesta oscurecerse más su iris. Empujó el objeto en su boca hasta que estuvo completamente en su interior, dejándola sin respirar pero más tiempo del usual, seguro aquel era su castigo. Pero ahora él sonreía con superioridad, observo el hilo de saliva que unía el objeto con su boca aún cuando tosia intentando recomponerse. Ahora si entraba fácil en ella, lubricado con su saliva, así que las embestidas se volvieron salvajes de inmediato, la fuerza de su mano era aún mayor a la de su pelvis asi que la humedad de su saliva ya se mezclaba con la propia de la vagina. La embistió un tiempo con el objeto murmurandole que era suya, y si lo era, completamente de él.

—Vi lo que hiciste, y no quiero que vuelvas a hacerlo. Eres solo mía

No entendía de qué hablaba, pero tampoco es que pudiera pensar muy claro, estaba más ocupada gimiendo y retorciendo sus piernas por como el objeto entraba y salía de ella con velocidad y fuerza. Pasado un rato dejó el objeto en su interior y abrió la blusa de la chica rompiendo los botones superiores, así sus pechos estaban libres y dispuestos para que el hombre los tomara con su caliente boca. La lengua se entretenía en el pezón, descubriendo así la chica lo sensible que era esa zona y lo satisfactorio que era tenerlo devorando sus pechos. Lograba meterlo en su boca por completo por lo pequeños que eran, soltandolo luego con una succión que resonaba en la habitación.

-Te ves muy bien así, pequeña

Dijo ya dando un paso atrás, se veía un tanto despeinado, con la camisa abierta mostrando su torso tan bien formado y el bulto en su pantalón rogando por salir. La muchacha rogaba internamente que la soltara para ir a atender esa erección como correspondia.
Pero él tenía otra idea. Sonrió de forma maliciosa y abrió sus pantalones bajando sus boxers para liberar aquel miembro semi erecto. Ella sonrió pensando que le obligaría a chuparlo o finalmente reemplazaría el objeto por aquella parte de su cuerpo que se había vuelto su obsesión. Pero no, él se mantuvo a unos pasos de distancia observando a la chica con los brazos en alto, esa faldita que se había subido por lo que ya apenas cubría la mitad de su intimidad, sus pechos al aire brillando por la saliva que él había dejado en estos, la mano del hombre fue a su propio miembro recorriendo su falo de la base a la punta lentamente con movimientos circulares. Ella se retorcía en su lugar mirando casi hipnotizada como el mayor se masturbaba frente a ella, odiando estar tan lejos, esto parecía divertirle a él, moviendo su mano más rápido para luego detenerse y golpear su propio falo mostrando lo duro que ya estaba, en su máximo esplendor, largo, grueso, con esas venas resaltando. La muchacha estaba salivando y no se daba cuenta, pero él sí, y se divertía con aquel castigo.

El hombre de la tiendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora