Capítulo 8

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El resto de la noche la muchacha se la había pasado bebiendo jugos naturales intentando pasar el sabor del mayor, evitó besar a su novio con miedo a ser descubierta, aunque eso no evitó que unos besos en el cuello y sus manos se metieran entre las piernas del otro cuando encontraban algún lugar apartado y más escondido de las acaloradas conversaciones. A ratos lo veía a él observandola, sosteniendo su vaso casi le alcanzaba a ver las venas de sus brazos, no sabía si estaba molesto o solo muy ebrio.

Cuando al fin pudieron irse a su hogar, no tardó mucho en escapar por la ventana y tomar un auto para ir aquella mansión, algo asustada por la reacción del mayor.
Retocando el sutil maquillaje en el auto acomodaba su vestido cuando recibió un mensaje, era aquel hombre preguntando porque aún no había llegado, lo tomó como una buena señal, al menos si quería verla.

Un chico la guió hacia la habitación que ya conocía muy bien, y ahí estaba sentado él, con un vaso en la mano, su camisa abierta mostrando su cuerpo tan bien formado, el pantalón abierto y una expresión de evidente molestia en su rostro, y aún así para la joven que estaba asustada le pareció lo más sexy que había visto en su vida. Eso hasta que vio que el cinturón descansaba en su mano libre. 

—Ven acá

Algo temerosa la muchacha se acercó, y apenas estuvo a su alcance él dejó el vaso a un lado y la tomó del cuello para recostarla sobre sus piernas, quedando tan solo su torso sobre estas y su trasero y piernas colgando. Le alzo el vestido sin demora y rompió sus bragas para quitárselas, el olor a alcohol estaba muy presente en la habitación.

—¿Te lo follaste?

Dijo esto metiendo sin cuidado uno se sus dedos en su entrada vaginal, el que luego tuvo compañía de un segundo que exploraban en su interior como intentando descifrar si había alguna señal de haber tenido relaciones con su novio. Ella solo negó con la cabeza pero esto le hizo ganarse un fuerte azote con el cinturón en sus nalgas.

—Habla

—No... no hicimos nada

No obtuvo mayor respuesta más que otro azote en sus nalgas, un dolor agudo se mantenía tras cada golpe que solo continuaron con fuerza a pesar de sus quejas.

—Ya te dije que eres mía. Ningún otro te puede tocar, maldita zorra

Claramente molesto volvía  a azotar a la menor dejando sus nalgas bastante rojas con las marcas de su cinturón. Sin aviso la dejó caer al piso y le ordenó que se arrodillara frente a él, a la menor aún le dolía su trasero así que arrodillarse igual le fue algo incómodo, pero al menos tenía la esperanza de hacer que se le pasara el enojo practicandole un buen oral.
Estaba muy equivocada.

—No dije que te acercaras, no lo mereces

Dijo apartando el rostro de la chica que presurosa se había acercado a su miembro. El mayor liberó su miembro y comenzó a acariciarse frente a la chica, quien vio su erección crecer y la forma en que él subía y bajaba su mano sobre esta, se relamió los labios, miraba atentamente lo sexy que se veía, su torso bien formado apenas cubierto con la camisa con una fina capa de sudor, su mano con venas marcadas subiendo y bajando por aquella gran erección. Él jadeaba con una sonrisa triunfante sabiendo que aquello era una tortura para ella, cada vez que la menor intentó acercarse se lo prohibió. Él solo continuó acariciandose con la vista fija en ella, hasta que su respiración se volvió más pesada y sus jadeos más rasposos, se acercó a ella quien gustosa abrió su boca pero eso no era lo que él quería, aún no terminaba su castigo. Le levantó el rostro y dejó caer su corrida sobre su vestido. Luego decidió darle una probada tomándola por el cabello para pegar su rostro a sus testículos, tan solo unos segundos y la apartó nuevamente.

—A la cama

Ordenó mientras se quitaba las prendas que lo cubrían, con demasiada calma en opinión de la menor. Quien rápidamente se recostó en la cama, boca arriba con las piernas abiertas, se veía el brillo de su intimidad mojada.

La respiración de la menor se volvió más rápida al verlo acercarse con su miembro erecto hacia ella. Le tomó las piernas y las alzo a la vez que la dejaba a la orilla de la cama, sus tobillos en los hombros del mayor, estaba ansiosa esperando la penetración pero esta no llegó. Sin embargo el miembro comenzó a frotarse tan solo en sus labios vaginales humedeciendose con los fluidos de la muchacha. Era muy listo y cruel para su venganza pues el clitoris apenas era tocado en aquella acción, su pelvis chocaba en sus muslos mientras se movia como si estuviera embistiendola con fuerza. Ella se aferraba a las mantas moviendo sutilmente su cadera en búsqueda de placer para ella. Esto fue descubierto así que su pesada mano golpeó las nalgas que ya estaban adoloridas por los azotes previos.

Sus grandes manos la tomaron de la cintura empujándola para mantenerla pegada a la cama, sus brazos se encargaban de mantener sus piernas juntas y así sus muslos mantenían apretado su miembro el que seguía usando tan solo su caliente piel para satisfacerse. La menor casi gemia de lo sexy que le parecía tener al mayor embistiendo con tal fuerza, aún cuando ella no era estimulada, lo veía jadear, gruñir de esa forma animal que le encantaba, y las venas marcadas de sus brazos que la sostenían con tanta fuerza que le era imposible moverse.

Esta vez él no quería más que su orgasmo por lo que el momento no duró tanto como usualmente, esta vez su corrida no se hizo esperar y cayó nuevamente sobre el vestido que ya estaba pegajoso por la anterior, siguió moviéndose hasta que hubo sacado todo el caliente líquido, hasta las últimas gotas que terminaron por caer sobre la piel de la menor que se tuvo que contener para no tomar aquello con la mano y llevarlo a su boca.

—Vete.

Le dijo el mayor tras liberarla y dejar caer su cuerpo a un lado, él se sentó en la cama extendiendo la mano para tomar su vaso a medio terminar, el que no alcanzó pues la chica le interrumpió el camino con su cuerpo, sumamente molesto y sorprendido solo la miró intentando entender qué pasaba.

El hombre de la tiendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora