Capítulo 10

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No podía dejar de pensar en ello, en ese momento en que esa profunda mirada se mantenía en ella mientras el caliente y espeso líquido la llenaba. Luego sus labios, su sabor, su lengua devorandola aún con su miembro palpitando en su interior. El momento fue perfecto y con solo pensarlo su intimidad reaccionaba mojandose.

Solo quedaba un problema, no habían usado protección y eso la tenía un tanto preocupada y distraída, tanto que ya no formaba parte de las conversaciones de sus amigas, estaba en el grupo riendo por inercia sin escuchar realmente lo que ocurría. Tan distraída estaba que no notó la mirada de aquel hombre a la distancia, no hasta que fue demasiado tarde y con el sonido del timbre camino hacia su salón con sus compañeras. De seguro había sido su imaginación, imposible que él estuviera ahí.

Casi se ahoga al verlo entrar con el director, presentandolo como un nuevo inversor con un proyecto importante o algo así, la menor no pudo prestar atención. Seguia mirándolo como si solo fuera un sueño, sonrojada y avergonzada de que él la estuviera viendo así ahí, y con esa sonrisa de superioridad probablemente regodiandose del sufrimiento de la muchacha.

—"Ve al baño"

Decía el texto que brillaba en su teléfono, solicitó ir al baño y fue casi corriendo esperando encontrarlo pero no estaba ahí. Sin embargo una pequeña caja con un delicado lazo negro llamó su atención, la tomó y al abrirla se encontró unas pastillas e instrucciones para tomarlas. O sea que no era la única preocupada por la falta de protección en su último encuentro. Aunque una nota llevó su ánimo por los suelos, "No vayas hoy". ¿Acaso fue un error y se había acabado todo con él? ¿Y si fue a buscar su reemplazo? Podría estar en otro de los baños en ese momento con otra.

Ese pensamiento la hizo enfurecer y entristecer, así que al salir de clase se fue directo a su casa para evitar encontrarlo en el centro comercial. Intentó enfocarse en sus deberes, escuchaba música para distraerse, boca abajo en su cama por lo que dio un sobresalto molesta cuando notó que su puerta se abría de golpe.

—Te estamos esperando para cenar, apresurate tenemos visita

A regañadientes guardo sus audífonos y caminó detrás de su padre hacia el comedor donde se encontraría a su madre conversando sonriente con alguno de los colegas de su marido, siempre les coqueteaba sutilmente pues según ella eso le ayuda a concretar los tratos. Se sentó murmurando un "hola" pero sin prestar atención al sujeto pues nunca lo hacía, sabía que su misión en esa cena era comer en silencio pretendiendo que eran  una familia muy unida y ella la niñita obediente. Pero el "hola" de voz grave que obtuvo de respuesta le hizo alzar la mirada.

—Ella es la que me decías, ¿no?

Se dirigió al padre de la muchacha ignorando por completo la expresión de sorpresa y pánico de la menor. El hombre que la hacía gritar de placer estaba ahí sentado en su mesa con sus padres hablando de ella como si no estuviera ahí. Ignorandola como si no la conociera ni le interesara conocerla.
La menor se excusó diciendo que no se sentía bien y necesitaba descansar para correr a su habitación y gritar en la almohada, ¿qué estaba pasando? No entendía nada.

Unos golpecitos en la puerta la sacaron de sus pensamientos, no alcanzó a decir nada pues esta se abrió y el hombre entró como si se tratara de su propia casa.

—Lindo lugar, pero creo que te pago lo suficiente como para que lo mejores

Dijo el mayor deteniendo su vista en la pared donde estaban colgadas fotografías de ella cuando era niña, de ella con sus amigas y de ella con su novio que eran considerablemente más notorias. La menor se levantó rápidamente para posicionarse frente a esta pared y ser una barrera para que no viera las vergonzosas fotografías.

—Tu padre cree que estamos hablando sobre la beca, un buen hombre, demasiado inocente en mi opinión. Dejar a un desconocido a solas con su hijita, no es muy bien visto. No me conoce, no sabe que puedo hacer esto.

Se acercó a ella y rápidamente la volteó para dejarla viendo las fotografías, sin demora metió una mano bajo su pantalón y la otra la llevó al cuello de la menor apretando ligeramente manteniendo su cabeza frente a una fotografía con su novio.

—Linda foto, ¿aún no le dices que me ruegas que te folle?

Mientras hablaba uno de sus dedos se abría paso para llegar a la entrada vaginal de la menor, penetrando así a esta con fuerza hasta el fondo.

—¿Aún te lo follas?

Preguntó hablando a su oído moviendo su dedo rápidamente abriendo paso para agregar un segundo dedo, la muchacha se limitó a negar con la cabeza pues temía que si abría la boca solo gemidos saldrían de esta. Un tercer dedo no se hizo esperar y la mano se movia rápidamente en su interior, no tardó en humedecerse lo suficiente para que la penetración se hiciera más fácil y rápida. Sus dedos se movían hábilmente en su interior, tocando cada zona sensible manteniéndola en ese eterno casi orgasmo. El mayor conociendo su debilidad le gruñia al oído, parecía una tortura no poder gemir o tocarlo. Y justamente lo era, una tortura.

—Te mojas tan rápido pequeña zorra. Pero tienes prohibido acostarte con él, o tocarte, hasta nuestro próximo encuentro.

Dicho esto depositó un beso en su cuello mientras quitaba sus dedos de su interior, los llevó a su boca y lamió saboreando a la chica con una sonrisa de superioridad. Ella se sostenía de la pared, jadeante, algo temblorosa y muy necesitada.
Él se fue antes que pudiera detenerlo, y aunque quería tocarse para terminar el trabajo, por muy tortuosa que fuera su orden se sentia mucho mejor obedecer.

El hombre de la tiendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora