Ballad.

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Había estado charlando con la morena acerca de la chica, y la repentina desaparición de Saint Germain. No solo no había rastro alguno de él, si no, que su cuerpo tampoco fue encontrado como para siquiera confirmar su muerte. Ni siquiera algún objeto lograron encontrar, lo cual lo mantenía al borde de su asiento al tener fuertes sospechas. Principalmente, en base a lo que Greta le había dicho, y a sus propias suposiciones.
Su conversación con Greta se vio interrumpida por un repentino estruendo. Ambos intercambiaron una mirada que expresaba la preocupación por el resto de la gente, y tan pronto como se levantaron, salieron a paso apresurado de la cocina, abriéndose paso entre los curiosos en dirección a las enormes puertas del castillo. Lo que sea que provocó tal sonido no podía provenir de los interiores del lugar. Al acercarse a las puertas, el sonido volvió junto a un tintineo de metales; afirmó su agarre en el escudo, ayudándose de la magia para llevar la espada por delante mientras la castaña tomaba un mazo y espada en caso de algún ataque. Con un asentimiento determinado, salieron del edificio, para encontrarse con los guardias voluntarios ya que, incluso ahí, no estaban seguros de los ataques de las criaturas de las noche. Todos armados, y atentos, al parecer también habían escuchado tal sonido, haciéndolos espabilar.

- Sea lo que sea esa cosa, debe ser grande. Enorme quizá, para producir ese temblor.

- En eso estoy de acuerdo. No bajes la guardia.

Se volvía más y más contundente que algo se acercaba. Pronto, de entre los árboles y arbustos, figuras variadas comenzaron a asomarse, armados en reluciente armadura, algunos con apariencia nórdica, o ropas de lugares que no lograba reconocer. Se giró a mirar a la mujer, la situación no se miraba para nada bien. Los hombres que hacían de guardia no serían rival ni para los enemigos, ni para las bestias que se aproximaban con rapidez en busca de alimento.
Él se lanzó primero, atravesando y despedazando algunos monstruos de por medio, dejando que Greta se encargara de aquellos de corta distancia que no suponían peligro mayor; prefería luchar con precaución, seguía siendo medio vampiro, pero aquella gente, incluida la morena, no podía regenerarse o parar el sangrado de sus heridas.
El color tiñó el piso mientras mantenía a raya a las bestias y vampiros, constantemente apoyándose de su escudo para cuidar a las demás personas. Algunas bajas podían ser inevitables pero, entre menos fuesen, sería mucho mejor. Perder era algo que empezaba a borrar de su mentalidad.

Cada vez eran más y más las criaturas que salían de entre la espesura del bosque para rodear y abalanzarse sobre él. Había perdido la cuenta de cuántos había hecho pedazos, todo mientras cuidaba que la mujer guiara al resto de personas al castillo, ya que un par habían muerto ya. Cuando creía que empezaba a arreglárselas una nueva oleada surgía, hasta que finalmente asomó una parte aquella criatura dueña de los estruendos. Enorme, blanca, y con las fauces al descubierto mientras arrastraba lo que parecía una carreta; acompañada estaba de otras caravanas más, claramente con soldados y más bestias.

- Supongo que llegué a tiempo...

- ¿Eh...?

La voz era familiar. Suave. A sus costados se abrieron dos portales de glifos y runas, colores oscuros y vientos cálidos. Los siguientes segundos en los que procesó las imágenes frente a sí fueron inverosímiles, agradeciendo el apoyo mientras miraba como de aquellas grietas aparecían una diversa cantidad de personalidades y bestias demoníacas, bañadas en magia además de armas. Entre todos ellos no logro visualizar al demonio albino por lo que no se adelantó a conclusiones; cuando uno de los hombres pulga se abalanzó a él, recobró sus sentidos.
La piel rojiza recibió la caricia de la luna al pisar la tierra firme, el viento la saludaba entre rugidos fieros mientras que se libraba una batalla entre los seguidores de Drácula y sus propios esbirros.

- Tenemos que dejar de reencontrarnos así, ¿No crees?

Soltó una breve risa al verlo anonadado. Le alegraba que estuviera de vuelta, pero del mismo modo que ella estuviera ahí significaba que las cosas eran probablemente incluso peor de lo que estimaba. Lo codeo mientras hacía uso de su magia para deshacerse de los obstáculos, dando órdenes claras a todo aquél que venía de su parte, siendo fácil de notar ya que todos aquellos llevaban en rojo vivo el sigilo de la demonio. Su marca de propiedad.

Réquiem. [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora