Concerto [for the Tragic Prince]

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Se giró a mirar al resto de personas. Belleth mantenía a raya las ráfagas de viento constantes que la presencia de la muerte creaba, junto algunos tantos escombros varios para que no golpearan a los demás, con ayuda de un escudo de amarillento color. Trevor estaba siendo atendido por otro de sus conocidos, Femorx, mientras que la erudita Sypha permanecía al lado del cazador, regañándolo para que no se quejase ante la magia curativa.
Por otra parte, Greta permaneció en las puertas del castillo, dando palabras de aliento a los desconcertados pueblerinos que temblaban en sus sitios ante la presencia espectral; y por último, Alucard, que permanecía pensativo mirando a La Muerte sin soltar sus armas.

Siendo francos, las posibilidades de siquiera hacerle un rasguño eran pocas, ya que era una entidad bastante añeja y poderosa, e independientemente de aquello no estaba segura de que siquiera fuese posible ¿Matar a la Muerte?. Si bien conocía leyendas urbanas y rumores variados en torno aquél espectro nunca pensó que serían ciertos, ni mucho menos que se lo terminaría encontrando cara a cara.
Más, tenía que pensar rápido. Al ritmo en el que iba haría el castillo pedazos junto a la gente. Aunque quizá por fuerza propia podría al menos devolverle al plano al que pertenecía, pero eso implicaba, en pocas palabras, un intento suicida al desconocer los límites propios de la Muerte pero si no lo hacía ella, incluso los mortales más fuertes serían hechos pedazos al instante. Se miró las manos incapaz de reaccionar de entre sus reflexiones mientras miraba, metro a metro, la delgada y fantasmagórica figura de la parca. Estaba oscuro e incluso la Luna tenía dificultades para sobresalir entre los nubarrones grises que cubrían el sitio.

— ... ¿Piensas que hay esperanza?

Dio un brinco en su lugar y rápidamente se giró a mirar al rubio que se colocaba a su lado. Hizo una mueca que quiso simular una negación. Suspiró pesadamente y negó.

— Ni siquiera yo sé de que es capaz. Pero, tenemos que actuar y pronto. De otra forma nadie ni nada podrá siquiera advertir al resto.

Él enarcó una ceja, no porque dudase de ellos y sus capacidades, si no, por la carencia de energía, emoción, en su voz. Repentinamente se había apagado.

— En eso te doy la razón. Haremos algo al menos por la gente. Puedo oír como los niños lloran y los adultos murmuran con miedo.

— Es su enemigo natural, me parece normal la cantidad de humanos con miedo irracional.

Se miraron el uno al otro por pocos segundos más, queriendo buscar entre los pensamientos ajenos alguna vaga idea de que hacer. Un quejido interrumpió el momento, proviniendo de Trevor y el demonio sanador.

— Tu amigo... Estará bien. Tenía algunos huesos rotos o descarrilados así que no te preocupes.

— ¿Preocuparme por él? No lo haría. Es más duro de lo que parece, y además, está Sypha con él... En cualquier caso, deberíamos centrarnos en soluciones.

— ... Podría intentar pelear. No sé si mi poder es suficiente para siquiera hacerle retroceder pero... Si lograra llevarle al infierno al menos podría permanecer encerrado ahí. Quizá no me vaya tan bien con los altos mandos, pero, es lo mejor que puedo pensar. Estoy segura de que maltrataría este cuerpo físico si fuese más débil.

Alucard la miró en silencio. Atrapó el aliento en sus pulmones y negó rápidamente, colocándose frente a ella con firmeza, dejando de lado por apenas instantes su armamento.

— Ni siquiera lo pienses. Aún no estás segura de que puedas hacerle daño y además-

— Está bien, Alucard, bien sabes que no puedo morir. Y es por el bien de ellos, el castillo... Por tú bien... Así que, iré...

Le devolvió una mirada suplicante mientras le tomaba las manos, el dhampiro volviendo a negarse rotundamente ignorando el eco de la risa macabra de la Muerte. Uno de sus colmillos atrapó su labio con nerviosismo mientras la miraba, inseguro, ya que tenía una sensación pesada en el pecho. Sentía que si la dejaba ir ahora, quizá ya no volvería jamás. Incertidumbre por completo ante su posible paradero, ya la había perdido una vez, y esperaba no tener que volver a hacerlo. Aún quería hablar con ella acerca de lo que no pudo cuando se fue. De sus pensamientos, sus sonrojos y sus suspiros extraños cuando pensaba en sus recuerdos juntos.

Réquiem. [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora