1. Para hablar contigo.

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 No hacía falta que fuera de noche para dormir. De noche, de día, con lluvia, con nieve, con calor o con frío; para Crowley cualquier momento era bueno para dormir, y últimamente era lo único que tenía ganas de hacer. Le hacía bien dormir, así que procuraba hacerlo seguido.

 Casualmente eran las nueve de la noche, pero eso no tenía nada que ver. Crowley se hubiese ido a dormir aún si era la hora del té y si llovían meteoritos. Ya no tenía ganas de darse un baño, ya que hacía cinco minutos había salido de la ducha, por lo tanto debía dormir.

 Entró a la habitación y miró su cama, con sus ropajes negros colgando a los lados hasta casi tocar el piso; se veía suave, acolchonada, cómoda. No reprimió la sonrisa seductora que brotó de sus labios.

 Crowley se acercó y apartó las sábanas negras para dejar a la vista el negro del colchón. Desató su fina bata negra, quedando únicamente con su pijama que, en contraste con las paredes, los muebles, el piso, las sábanas y la bata, también era de color negro sólo que los botones de la camisa eran rojos y tenían forma de corazón. Este detalle no había sido accidental, Crowley lo había elegido específicamente por eso, le gustaban los botones, y lo que le gustaba todavía más era que seguro nadie imaginaba eso de él, y nadie jamás se iba a enterar.

 Casi ronroneó al acostarse, y sonrió al cubrirse con las mantas . Relajó su cuerpo como sólo lo hacía en la privacidad de su cama y, tan rápido como se dice "infierno", se durmió.

...

 A pesar de estar dormido sabía que no habían pasado más de dos horas, y eso le molesto. ¿Es que acaso no sabían dejar dormir en paz a la gente? Se tapó la cabeza con la almohada e ignoró el timbre del celular que insistía desde la mesilla. El sonido paró y Crowley se acomodó otra vez, pero tan pronto como apoyó su cabeza en la almohada el móvil volvió a sonar. Crowley se quejó sin abrir la boca, y extendió su mano con desgano hasta el teléfono, lo cogió con los ojos cerrados, quería despertarse lo menos posible para poder seguir durmiendo lo más rápido posible.

Deslizó su dedo por la pantalla, a tientas, y atendió. No dijo nada. Tras unos segundos de silencio, al otro lado se oyó:

–¿Hola?

 Crowley abrió los ojos al reconocer la voz. Apartó el móvil de su oreja; con ojos empequeñecidos y labios fruncidos confirmó lo que había escuchado. Lo volvió a su oreja.

– Hola– dijo alto pero con desgano, o eso intentó.

– Oh, hola, Crowley. Soy Aziraphale– dijo el ángel al otro lado con armonía.

–Ya lo sé, lo leí en la pantalla– respondió Crowley.

– Oh– rió apenas– lo siento, se me olvida, es que en mi teléfono no hay de eso.

– Tu teléfono es del siglo pasado, Aziraphale.

– No hay nada de malo en eso.

– Yo no dije que lo hubiera.

– ¿Estás bien, Crowley? Te escucho extraño.

– Estaba durmiendo.

– ¡Oh, lo lamento! No creí que estuvieras acostado tan temprano ¿Es que estás enfermo?

– No, sólo quería dormir.

– Oh, bueno, eemh...

– ¿A ti qué te pasa?

– Nada– respondió Aziraphale rápidamente.

– ¿Para qué llamaste?

– Bueno... Me acosté temprano también, pero no podía dormir.

– ¿Probaste golpearte la cabeza contra la pared?

– Crowley– le reprochó.

– Continúa. No podías dormir y...

– Pensé en llamarte.

– ¿Para dormirte?– preguntó Crowley girando en la cama, ya despabilado.

– ¡No! – dijo Aziraphale como si eso fuera una locura. Desde su cama, Crowley se encogió de hombros. – Para pasar el rato.

– ¿Soy objeto de distracción? – preguntó Crowley.

– Jamás me aburro contigo– admitió Aziraphale.

– Entonces, qué ¿Montamos una fiesta por teléfono?

– ¿Podríamos simplemente charlar?

– O podríamos simplemente dormir– sugirió Crowley sin mucho cuidado.

– Es que no puedo– dijo Aziraphale y Crowley pudo jurar que de seguro estaba poniendo esos ojos de cachorrito mojado, o como fueran esos ojos bonitos que ponía Aziraphale cuando estaba indefenso.

– No hace falta que duermas, tampoco es como si lo necesitaras.

– No, pero es parte de la rutina. Hay seis horas destinadas a dormir ¿Qué es lo que hago durante ellas si no es dormir?

– Las cosas que tengas para mañana.

– Pero todo quedará fuera de horario.

– Pero estará terminado antes.

– Es que... no tengo nada que hacer.

– Puedes leer un libro– dijo Crowley fastidiado.

– Ya leí todos.

– Ve a comer algo.

– No tengo hambre.

– ¿Qué?

– No tengo hambre.

– ¿Cómo que no tienes? – Crowley se sentó en la cama– Tú siempre tienes.

– Hoy no– dijo Aziraphale.

 Crowley se quedó en silencio, Aziraphale también. Ambos pensaron que el otro había cortado y aun así permanecían con el teléfono en la oreja. Hasta que Aziraphale se movió y Crowley lo escuchó.

– Bueno, si llamaste para hablar conmigo por lo menos háblame de algo– dijo dejándose caer en la cama.

– Oh, creí que habías cortado.

– No, aquí me tienes.

– Bueno ¿De qué quieres que hablemos?

Crowley suspiró y pasó una mano por su cara. Sin darse cuenta, sonrió.

–Dime ¿Qué hiciste hoy?


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Ahí va la primera parte.

Me cuesta creer mi descaro de escribir y publicar esto, pero en la espera de la segunda temporada estas cosas pasan, ¿no?

Mil disculpas por cualquier error cometido (y avisen si ven algo  muy grave, por favor, así dejo de pasar vergüenza) Aun soy principiante en esto y más con estos dos inefables, pero los amo mucho y eso es lo que importa.

Gracias por leer  <3

Phone call - Ineffable HusbandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora