– Espera aquí, iré a ponerme el pijama– dijo Crowley soltándolo.
– ¿Para qué? – preguntó el ángel desorientado.
– Quiero que me veas con él.
Si Aziraphale se ruborizó, Crowley no lo vio porque estaba de espaldas a él dirigiéndose al baño. Sólo volteó para decir: – Siéntate en la cama, ponte cómodo. Ya vuelvo.
Aziraphale se quedó solo. Miró todo lo negro al rededor y le hizo pensar en Crowley. Sonrió. O tal vez no sonrió, porque ya estaba sonriendo de antes, pero si no hubiera estado sonriendo, habría sonreído entonces.
Se acercó a la cama y puso una mano en ella. Tardó unos segundos en sentarse. Miró en derredor otra vez. Se quitó los zapatos . Los dejó bien posicionados a un lado. Se quitó el saco. Se puso de pie para dejarlo en la silla que estaba contra la pared a un costado. Volvió a sentarse. Se quitó el chaleco. Volvió a ponerse de pie y lo dejó en la silla. Se le ocurrió que antes de volver a sentarse y volver a pararse, mejor le convenía quitarse la pajarita en ese momento y ya dejarla allí. Lo hizo. Luego pensó lo mismo respecto a sus tirantes y se los quitó. Entonces volvió a la cama y se sentó. Jugó con sus pies, inquieto.
Crowley salió del baño y se encontró a Aziraphale sentado en la cama, dándole la espalda. Toda la claridad de sus vestimenta resaltaba la oscuridad de los tonos presentes a la vez que le hacía parecer portador de una luz propia. Crowley sonrió. Aziraphale apoyaba sus manos en el colchón y movía sus dedos, lento, sutil, como si tocara un piano de cristal.
– Listo – dijo Crowley y caminó hasta la cama.
Aziaphale se sobresaltó al escucharlo y volteó. Se encontró a Crowley flexionando su rodilla en el colchón para luego sentarse en la cama.
– Crowley– fue lo único que dijo, y significó todo.
Crowley, vestido de rojo, como una brasa ardiendo en medio de la más impenetrable oscuridad; por lo menos así lo sintió Aziraphale. Sonrió embobado. Crowley lucía hermoso, como de costumbre, pero diferente, porque nunca antes lo había visto así. Crowley no le había dado muchos detalles sobre el camisón, pero ahora Aziraphale los tenía todos. Era rojo, sí, sin mangas, apenas dos tiras de tela que dejaban a la vista los delgados y marcados hombros y sus clavículas. El escote bajaba en "v" y se detenía donde la tela tenía un cinturón ancho de encaje que se ajustaba apenas, muy poco, al cuerpo de Crowley, para luego descender, a partir de la cintura, en una falda ligera sin vuelo, hasta la mitad de los muslos. A cada lado, en el extremo, tenía un pequeño corte y una puntilla nuevamente, cuyo diseño hacía juego con el encaje que bordeaba el medio y también el escote.
No supo qué más decir, imitó a Crowley, se acostó en la cama. Cerca, muy cerca de Crowley. Después no aguantó y posó una mano en su cintura. Suave. Acarició la tela, acarició a Crowley. No hizo falta que hiciera lo otro que quería hacer, porque lo hizo Crowley: se acercó y lo besó. Ahora moviendo sus labios, lento, pero abiertos, rozándose, buscándose, encontrándose.
Crowley extendió su brazo y lo usó para traer el cuerpo de Aziraphale más cerca. Dejaron de besarse y se abrazaron. Aziraphale escondió su rostro entre el hombro y el cuello de Crowley. Desearon poder quedarse así para siempre.
– Quizás es verdad. Es el plan inefable. Esto es lo mejor– dijo Crowley.
– El plan inefable no siempre es lo mejor, no para todos.
–Eso me queda claro– dijo Crowley y miró a Aziraphale en sus brazos– Pero digo, quizá lo nuestro aquí está terminado, y esta es la mejor forma de terminar. Creo que es bastante bueno existir para recordar esto.
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Phone call - Ineffable Husbands
FanficUn ángel, un demonio, dos teléfonos, un tiempo sin verse y varias cosas sin decir. //No es la primera cosa que escribo sobre ellos, pero sí la mejor que he hecho (dentro de lo malo que eso puede ser) y la primera en hacerse pública. Todos los dere...