𝗵𝗲𝗮𝗹 : Izana Kurokawa.

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📎﹒﹠﹐☆★﹒"se que puedes sentirlo, ya que nadie más puede curarlo."

Su cabello caía por las sabanas, apenas despertaba y podía sentir las lagrimas secas al rededor de sus ojos

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Su cabello caía por las sabanas, apenas despertaba y podía sentir las lagrimas secas al rededor de sus ojos. No había forma de evitarlo, en sus 25 años de vida jamás tuvo una buena relación con el amor, todo en cuanto al romance terminaba en tragedia para Sayaka sin poder ella escapar de esa mala suerte.

Una semana había pasado desde su última ruptura, una realmente dolorosa. Ella estaba enamorada desde la cabeza hasta los pies, el brillo de sus ojos al ver a Izana era cómo si fueran perlas esperando a ser una ofrenda para dos amantes, y la sonrisa tan pura que ella provocaba en él era una que nadie jamás había visto antes. Ambos provocaban eso en el otro, un destello y pureza.

Ella recordaba sin quererlo, ponía su cabeza sobre él colchón usado de su departamento tan solitario, esperando a que el sentimiento simplemente pasara y la noche pasara al día, para poder intentar nuevamente hacer su vida sin aquel chico de cabello cuarzo cristal. Su mente le enviaba justamente hacía aquella mañana que los separó, ella tomaba un café, y el observaba él paisaje. Sintió que se hizo un pequeño lago poco visitado, cuya agua estaba cayendo ahora por sus mejillas cuando él pronunció la frase que daría termino a la relación.

Todo se está volviendo muy peligroso, Sayaka... No sé si pueda seguir protegiéndote. - Vio cómo él se volteaba tal y cómo si fuera un espejismo, un pitido resonó en sus orejas mientras intentaba comprender que era lo que él estaba diciendo. En el rostro de Kurokawa no caía ni una sola lagrima, él estaba pálido y su seño se fruncía sin lograr evitarlo, giró la mirada y evitó observarle a los ojos.

¿A qué te refieres? - Ella cuestionó, sus manos rodeaban la taza de café caliente, sin embargo, su cuerpo se encontraba frío, a pesar del vapor recorriendo su cara.

Me refiero a que... No podemos seguir juntos. - Mordió sus labios e intentó ser lo más directo posible, en realidad, no quería hacerla sufrir, él sentía que era la única persona en el mundo a quien no podría soportar ver llorar. Pero era inevitable, ambos comenzaban a respirar cada vez más fuerte y sentían cómo todo a su al rededor se destruía sin siquiera dejarles dar un paso adelante.

Sayaka podía verse forzando una sonrisa en su rostro, intentándole hacerle creer a su amante que estaba todo bien, que lo comprendía, que no le dolía. Pero era una mentira, sentía cada parte de su cuerpo caerse a pedazos con simplemente estar sentada frente a él. - Oh... Entiendo. - Intentó mostrar sus dientes para relajarse, sin embargo, nada valía la pena ya y sus sollozos comenzaron a escucharse por toda la habitación, cubría sus ojos con sus muñecas y se condenaba por amarle tanto, todo se convirtió en desesperación cuando sus movimientos se volvieron más bruscos y sin quererlo dejó caer la taza de café caliente sobre la mesa de madera. Él se sobresaltó en intentó ir a su cuidado para abrazarla por una última vez, pero fue interrumpido por ella misma.

Disculpa, por favor... Yo... M-me voy. Lo siento. - Pedía a Dios que le disparara directo al corazón en ese mismo segundo, no sabía que era lo correcto para ella en ese momento, su mente se nubló y decidió retirarse del lugar. Ella se levantó y en un par de segundos que ninguno de los dos fue capaz de procesar ella ya se había marchado, sin dejar que Izana dijera alguna otra palabra, observaba a la nada, estaba frustrado.

( ... )

Cambiaba de posición cada vez que su cuerpo se cansaba de otra, era incapaz de conciliar el sueño y le estaba desesperando. Llevaba noches de aquella manera, acurrucándose entre las mantas esperando encontrar un poco de calor en ellas.

Ella no sabía que él chico que tanto amaba ahora se encontraba vagando por las calles solitarias lideradas por la noche de aquella ciudad buscando su hogar, su compañía. No podía seguir soportándolo, era cómo si una parte esencial de él se hubiera marchado sin dejar rastro ni huella. No lo comprendía, en realidad, no entendía cómo una persona tan simple y tan complicada a la vez se había hecho de un día a otro tan importante para él, tanto cómo lo es la luz para él ser humano.

Habían tantas cosas que quería decirle, tantas que le atormentaban cada madrugada, no podía vivir normalmente sin ella, y sabía que ella estaba en su misma situación. Quería sentir sus brazos tocar su pecho, su nariz rozando con la suya en cada beso que compartían. Podía compararla con el cielo.

Deseaba ser él primero en no herirla, a pesar de ya haberlo hecho sin desearlo. Su mente se volvió en blanco cuando ya se encontraba fuera de su puerta, contando hasta diez para tocar la puerta en aquel patrón del que estaban acostumbrados para saber que son ellos mismo esperando a volver a encontrarse.

Cuando se decidió, toco cuatro veces en un ritmo particular, anhelando que ella supiera de inmediato que era él. No le importaba que fuera tarde, él sabía que ella estaría despierta pues conocía cada parte de ella, cada hábito, cada maña.

Al escuchar el sonido proveniente de la puerta, pudo sentir cómo su cuerpo y mente saltaban inmediatamente, sin si quiera morder sus uñas o ponerse nerviosa, se levantó de aquel tan triste colchón y corrió hasta la entrada, tenía el corazón en las manos, poco le importaba que su cabello estuviera desordenado o fueran las ojeras quienes adornaban su rostro. Tocaba su pecho y sentía su respiración, tembló y logró abrir la puerta, girando la fría manilla.

Se encontraron frente a frente otra vez, inconscientemente sonrieron y se alegraron al verse tan sobresaltados de nuevo. La chica no podía calmar su sensibilidad y volvió a llorar, sus labios temblaban y se volvían azules. Él no se movía de su lugar, se veía cansado. Pero por dentro, sus entrañas ardían de deseo al volver a tenerla de frente.

Izana... ¿que haces acá? - Ella susurró aferrándose a su pecho, ansiaba que esta fuera la noche en la que se volvieran a querer uno al lado del otro. Quería escuchar su voz, verse reflejada en sus pupilas.

Yo... sé que te dejé repentinamente, pero lo estuve pensando mucho... Fui un cobarde. - Su voz se detuvo cuando ella dio un paso adelante, estaban los dos frente a la puerta, sobre el tapete de bienvenida al que estaban acostumbrados. Parecía un sueño.

Pero ahora te prometo que seré yo quién te proteja de cualquiera que quiera hacerte daño... No te empujaré a un lado y pretenderé que no pasa nada. - Él alzó su mano y la posicionó sobre su mejilla, acarició su piel dándole a entender lo mucho que deseaba tocar sus labios una vez más. Sayaka no soportó un segundo más sin sentir su tacto, le abrazó por el cuello y le besó. Era tan cálido cómo una canción de cuna. Su única presencia era una melodía preciosa que le podría ayudar a dormir pasivamente durante toda una eternidad.

La brisa nocturna ya les agotaba, no pasó mucho para que ambos entraran desesperados al interior del departamento, tan oscuro e intimo cómo siempre. Cerraron la puerta rápidamente y extasiados decidieron que este momento era únicamente para ellos. - Realmente no me puedo alejar de ti... - Dijo él por lo bajo, confesándosele así a su señorita de flores. Era el silencio quien les acompañaba, las caricias quienes les persuadían y su amor el que los cegaba.

Ella puso su mano en su pecho, esperando que él sintiera los latidos qué el provocaba en ella, se aceleraban a cada segundo y su rostro se volvía rojo. - Espero que puedas sentirlo... - Le miraba directamente, ese era el momento en el que intentaba convencerle de lo hermosa que es la vida. El asintió, enredó su cabello entre sus dedos y la acercó hasta su pecho, abrazándole y entregando todo de sí en este reencuentro. - Nadie podría hacerme sentir así, hacer que sane... Pero tú, cariño, eres quién me hace sonreír. - Cayeron sobre él sofá, abrazados el uno con él otro, esperando a pasar la noche más luminosa de sus vidas, a pesar de la oscuridad que les rodeaba.

، ‹ 𝘈 𝘋𝘳𝘦𝘢𝘮 | 𝐓𝐑 one shots y hc. : 英 🕷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora