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Sebastián llegó a INCUBUS con el único objetivo de acabar con la calentura que llevaba acosándolo desde aquella sorprendente escena en el gimnasio. Pagó sin poner mucha atención a los precios y se fue directo a los lockers, donde se deshizo de toda la ropa que traía a excepción del jockstrap negro que usaba cada vez que necesitaba resaltar sus atributos, los cuales ya eran bastante notorios. Caminó por el pasillo neón y asomó por unas dos o tres puertas, encontrándose con hombres que cogían en las cabinas privadas.

—¿Te gusta? —dijo un hombre que lo miraba fijamente mientras estaba siendo penetrado por otro.

Sebas cerró la puerta y siguió su camino, no porque no le excitara, sino porque estaba en busca de algo más. Algo a lo que de verdad no se pudiera resistir. En su camino terminó en una sala donde vio a un hombre ataviado en pantalones de cuero hacer un beso de tres con una pareja que admiraba el show desde el fondo de la habitación. Y decidió que aquel individuo era el indicado. Se sentó adelante y esperó unos minutos para que llegara su descanso. En ese momento vio a la pareja acercarse, pero fue más rápido.

—Hola.

—Bueno, hola...

El hombre de los pantalones de cuero no debía ser mayor que él. Veintiuno o veintidós años.

—¿A qué hora se acaba tu turno? —preguntó sin vergüenza.

—Pues, ¿te confieso algo? —Sebas asintió—. No trabajo aquí.

Sebas creyó que era broma y rió

—Es en serio. Me ahorré el boleto de entrada porque creyeron que era el stripper, y las propinas son buenas. —Se sacó un fajo de billetes de la cinturilla de los pantalones.

—Entonces, te invito a un trago cuando termines de fingir que trabajas aquí.

—Tú eres muy tradicional, ¿cierto? —El hombre de los pantalones de cuero le sonrió.

—¿Yo...?

—Sí. —Lo miró—. Estamos en un sauna, un lugar al que se viene a coger sin vergüenza ni restricciones. No tienes que ofrecerme un trago para que yo acepte coger contigo. Entonces el hombre acarició el abdomen lampiño de Sebas hasta llegar al elástico de su ropa interior. Luego bajó y le tocó su bulto sobre la tela—. Con ver lo que tienes aquí es más que suficiente.

Sebas se había sobresaltado con el tacto sobre su sexo, pero no dejó que el otro lo notara.

—Soy Sebastián. Sebas.

—Soy Mario.

Mario extendió una mano que Sebas estrechó.

—¿Nos vamos?

—Vamos. Creo que ya enseñé lo suficiente.

Y caminaron por uno de los oscuros y misteriosos pasillos de INCUBUS, sin tener la menor idea de adónde los llevaría...

—Se fue.

—Nos lo robó el otro imbécil —dijo David, mientras se acomodaba su erección.

—Pues busquemos otro... —Jon ya estaba caliente y decidido a hacer un trío.

—Te ofrezco algo. —David lo miró coqueto.

—Dime.

—Nos separamos y cada quien busca una buena opción. Si encontramos a alguno, lo traemos aquí en una hora.

—Okay... —Jon lo miraba un poco confundido. Una duda surgió en su cabeza.

—Sí, te puedes divertir mientras buscas al indicado, solo no te diviertas tanto... —dijo David como si le hubiera leído el pensamiento.

Y así fue como ambos se separaron en busca del indicado.

Adán recorrió el lugar de pies a cabeza hasta terminar en un cuarto de vapor que estaba lo suficientemente atiborrado de hombres desnudos. Jorge lo seguía por detrás y no dudó en entrar con él al lugar. Estaba tenuemente iluminado por unas luces rojas que salían de entre las tablas de madera en la que estaban sentados los curiosos que no tardaron en fijar su mirada en el ya mencionado gran pene de Adán, el cual se balanceaba de un lado a otro con cada paso.

Jorge no tardó en notar la mirada de los otros gays sobre su cita y, por más extraño que sonaba, se puso celoso. Se sentó junto a él y le empezó a acariciar el muslo casi lampiño, mientras que el más joven hacía lo mismo con las piernas velludas del mayor. Se miraron y se besaron una vez más, provocando que sus sexos reaccionara ante lo que sucedía. Al separarse, notaron que tres hombres los miraban muy fijamente mientras se acariciaban los miembros sobre la toalla. Adán sintió un golpe de adrenalina al darse cuenta de que lo miraban y no tardó en sentarse a horcajadas sobre Jorge, quien, sorprendido, posó sus manos en la espalda de su amante y acomodó su erección para que esta rozara la entrada del otro. Ambos continuaron besándose por varios minutos, hasta que sus labios se hincharon.

—Te la quiero chupar. —Adán nunca había hecho sexo oral.

El joven se quitó del lugar en el que estaba y pasó al escalón de abajo, donde se arrodilló para que su cabeza estuviera a la altura del pene del otro. Admiró aquel tronco grueso y venudo que era tan diferente al suyo, pero le prendía enormemente. Lo tomó y comenzó a jalarlo de arriba hacia abajo mientras veía a su hombre echar la cabeza hacia atrás. Luego, abrió la boca y lo engulló completo, arrancándole un gemido a Jorge, quien no tardó en poner las manos sobre los cabellos castaños y revueltos de quien le estaba succionando el alma. Los dedos se atoraron entre los mechones y comenzó a empujar y jalar su cabeza, controlando el ritmo. A Adán le pareció sumamente excitante y su propio pene palpitaba con fuerza, esperando ser estimulado también.

Ocasionalmente, Adán se atragantaba con los centímetros de Jorge, pero sentir esa cosa tan gruesa llenar su boca y golpear en su garganta era algo que le hacía sentir más caliente que nunca. La sola idea de darle placer a otro hombre era magnífica. Así siguió por varios minutos hasta que Jorge lo ayudó a levantarse y lo obligó a ponerse en cuatro frente a él. Adán se sintió expuesto, pero le encantaba, sobre todo tomando en cuenta que los otros tres hombres ahora traían los penes afuera y se estaban dando placer mientras veían la escena. Adán sintió humedad en su entrada y supo que Jorge estaba empezando a usar su boca. La lengua del mayor se movía, tocando sitios estratégicos que le arrancaban gemidos desconocidos a Adán. Sentía la humedad penetrar en él y no podía pensar en nada más que el placer que sentiría cuando la gruesa verga de Jorge llegara hasta el fondo de su cuerpo. Entonces el mayor lo sorprendió con un golpe seco y con la palma abierta, cosa que lo excitó a sobremanera. Quería que lo usaran.

—Voy a usar mis dedos.

Entonces Adán fue penetrado por algo sólido. Era el dedo de Jorge que se retorcía en su interior, mostrándole un placer nuevo. Luego su entrada fue puesta a prueba cuando un segundo dedo entró y ambos comenzaron a menearse tocando las paredes de su cavidad. Adán se encontró moviendo las caderas para sentir que esos dedos llegaban más profundamente, al mismo tiempo que exhalaba y suspiraba con dificultad debido a la falta de aire.

Entonces escuchó el sonido del envoltorio del condón y al voltear se encontró con Jorge arrodillado detrás de él, con la mano sosteniendo su pesada erección que ahora estaba cubierta por un plástico brillante.

—¿Listo?

INCUBUS: LA CASA DEL PLACER (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora