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David sacó la lengua y Adán puso su miembro sobre ella, lo tomó de la base y lo golpeó repetidas veces contra la boca del mayor. Después hizo lo mismo en toda la cara. Para el joven era una sensación increíble, el dominar a alguien de esa manera. Era todo lo contrario a lo que había vivido con Jorge y también le encantaba.

El rubio no sabía muy bien qué guiaba sus acciones. El estar arrodillado frente a otro hombre era algo inimaginable para él. Eran contadas las veces que había sido el pasivo, pero jamás se había dejado llevar de esa manera. Nunca había cedido así. Acarició las piernas lampiñas de Adán hasta llegar a sus glúteos, donde jugueteó hasta que el dominante decidió que era hora de que se la comiera completa. Entonces abrió la boca y dejó que las caderas del otro empujaran el miembro hasta el final.

—Ah... —Un pequeño gemido escapó de la boca de Adán.

David se excitó ante tal sonido y jaló a su amante hacia él, haciendo que el miembro entrara más profundo. Sorpresivamente, no se atragantó ni tosió. Simplemente se llenó de placer al ver la mirada extasiada del joven. Entonces éste lo tomó de los cabellos rubios y tiró de ellos para que sus miradas se encontraran.

—Mírame a los ojos —dijo el castaño mientras comenzaba a mover sus caderas lentamente.

Metía y sacaba su sexo de la boca del otro a su antojo. Los ojos de David comenzaron a humedecerse por el esfuerzo que conllevaba meterse tal miembro por la boca. Sentía su propio miembro palpitar, pero era incapaz de tocarlo. Casi sentía que tenía que pedir permiso.

Adán comenzó a aumentar el ritmo, lo que hizo que gimiera más y cerrara los ojos, olvidándose de David, simplemente usándolo. Entonces se detuvo bruscamente.

—Para para... —Adán apretaba los párpados.

David se sacó el sexo erecto de la boca y vio los hilos de saliva caer hasta el suelo de las duchas. Entonces se paró y decidió actuar. Se acercó a Adán y lo besó. Bueno, casi podría decirse que lo besó porque aquello parecía más una lucha entre sus lenguas. El mayor empujó al menor hasta que ambos chocaron con la pared, y no dejó de besarlo. Retomó el control. Ahora él era el dominante. Sentía la descomunal erección palpitando contra su muslo, y le excitaba solo pensar en el tamaño de aquel miembro. Tomó de los hombros a Adán y lo presionó para bajar, a lo que éste no se opuso. Entonces, cuando David miraba a su acompañante desde arriba, decidido a cogérselo por la boca, el otro le sonrió pícaramente. Tramaba algo que David no tardó en descubrir pues sintió que las manos largas del castaño se posaron en sus caderas y lo voltearon, dejando su culo a la vista de Adán.

Pudo haber discutido, pero sabía que una parte de él deseaba esto. Y en cosa de segundos, su entrada estaba siendo humedecida por la lengua de Adán, quien parecía ser un experto en el tema. Gimió y apretó los dientes, cerró los ojos y echó la cabeza para atrás. Estaba en el cielo. Tal era su placer que el tiempo pasó rápido y se sentía cosa de nada cuando Adán se paró tras él y comenzó a hacer círculos alrededor de su entrada con los dedos. Le besaba la nuca y el cuello mientras que ejercía presión para que lo dejara entrar.

—¿Te gusta? —susurró.

Y tal pregunta fue suficiente para que David se rindiera ante el placer, pues pronto, los dedos de Adán lo penetraban. Solo entonces recordó a Jon y el trato que habían hecho.

Jon dio unos pasos hacia Jorge, quien sonreía emocionado.

—Me parece bien. Creo que debes quedarte.

—Entonces me quedo.

—Pero... —Jon estaba muy cerca de él.

—¿Qué pasa?

—Aquí no es un lugar para andar con ropa.

Jorge se quitó la parte superior de su ropa lo más rápido que pudo, mostrando los pectorales velludos que tanto trabajo le habían costado en el gimnasio.

—Te faltan los pantalones... —dijo Jon cuando ya estaba a menos de un metro.

—Esos te tocan a ti.

Jon sonrió mostrando unos dientes perfectos. En realidad, era muy guapo. Delgado, alto, velludo al igual que Jorge. Llevaba la barba cuidadosamente recortada y sus cabellos negros hacían resaltar sus ojos azules de una manera impresionante. A Jorge le gustaba el tatuaje que éste tenía. Era un patrón de triángulos que recorría toda su pierna y su muslo izquierdo hasta esconderse bajo los bóxers ajustados que marcaban su paquete. Se arrodilló frente a Jorge y comenzó a desabrocharle los pantalones, hasta que estos cayeron al suelo. Entonces le arrancó los bóxers y dejó salir un miembro grueso y lleno de venas marcadas.

Jorge creía que su acompañante le haría sexo oral, pero se equivocaba. El otro se levantó de nuevo y acercó sus labios hasta besarlo. Fue un beso suave y casi tierno.

—Te tengo una propuesta.

Sebas nunca se había sentido tan vulnerable. Acostado con el pecho y la cabeza pegados a la cama, y la entrada expuesta ante otro hombre. Jamás había estado en esa posición. Las pocas veces que había sido pasivo, él había estado arriba, controlando la situación.

Mario azotó su miembro en la entrada del musculoso, arrancándole un pequeño gemido. Luego frotó toda su longitud entre sus glúteos mientras escupía para lubricar. Sebas sentía la saliva bajar desde su entrada hasta sus huevos y luego gotear a la cama. Se sentía tan expuesto, pero tan deseoso de ser penetrado. Sintió las manos de Mario tomarlo de las caderas y acomodarlo de nuevo.

—No te muevas.

Entonces escuchó el sonido del aluminio de la envoltura del condón y supo que no faltaba mucho para recibir a aquel hombre en su interior.

—Me gusta tomarme mi tiempo, ¿sabes?

Claro que lo sabía. Ya llevaba varios minutos en esa posición y sentía que se entumía.

—Hazlo ya —gruñó.

—¿Qué cosa? —La voz de Mario era juguetona.

—Cogerme.

Fue suficiente para que Mario se pusiera lubricante en los dedos y, sin ninguna advertencia, los metiera en el interior de Sebas, mojándolo por dentro. El pasivo emitió un pequeño grito de sorpresa al sentir el líquido frío, pero el placer le ganó y se convirtió en un gemido.

—Tranquilo, tranquilo.

Entonces Mario alineó su glande con la entrada del otro y comenzó a hacer presión con sus caderas. Entró sin dificultad y Sebas supo que estaba todo adentro porque las bolas de ambos se tocaban. No fue tan doloroso como otras veces, pero se sentía incómodo y raro. Mario eliminó esa sensación con una nalgada bien dada que arrancó un gemido de la garganta de Sebas. Esa fue la señal para que Mario comenzara a embestirlo, primero lentamente y luego con más energía. Poco a poco, esa sensación de incomodidad se volvió muy placentera.

INCUBUS: LA CASA DEL PLACER (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora