David había llegado al cuarto de vapor y admirado la escena. Un hombre grande y varonil se comía la entrada de un twink que estaba en cuatro. No dudó en sentarse para quedarse a ver el resto, pero trató de estar lo más lejos posible de los tres hombres que se masturbaban con tal visión.
—Voy a usar los dedos —dijo el mayor.
Vio al menor retorcerse por la manera en la que los dedos del otro lo empalaban y supo que era su primera vez. Recordó la primera vez que él sintió unos dedos en su interior. Había sido a sus diecisiete años con su primer novio, con quien había tenido sexo por primera vez. Eran contadas las veces que había recibido placer anal desde esa vez. Normalmente disfrutaba de ser el activo y pocas veces prestaba atención a esa otra parte de él, aunque tal vez ése era el día adecuado.
Le excitó ver cómo el twink movía sus caderas para ser penetrado por los dedos del otro hombre. Entonces, notó el gran miembro que le colgaba al menor y no pudo pensar en nada más que en el desperdicio de aquellos buenos centímetros, aunque nunca se descartaba la opción de la versatilidad. ¿Por qué estaba pensando en ser penetrado por aquel enorme miembro?
David se arrancó los bóxers y comenzó a acariciar su erección mientras veía las pieles sonrojadas de aquellos hombres resbalar una contra la otra.
—¿Listo? —preguntó el mayor cuando dieron las 10:00 pm.
—Entonces... ¿a qué te dedicas?
A Mario le encantaba la sola visión de Sebas, pero estaba un poco harto de sus preguntas. Habían caminando unos minutos, besándose ocasionalmente, pero ninguno conocía el lugar y estaban un poco perdidos. De alguna manera terminaron en una especie de laberinto en el que había algunos espacios sin salida con camas (o algo así) y mesitas con condones y lubricante. Aparte, se habían sorprendido al ver glory holes de los cuales a veces salía uno que otro miembro curioso.
—Sebas, no me malentiendas, pero no vine a buscar novio, vine a coger, así que si quieres estar conmigo, necesito que dejes de preguntarme tantas cosas.
La amabilidad no era su fuerte, y la sorpresa se reflejó en la cara de su acompañante. En un inicio, creyó que éste se iría sin decir nada más, y eso le causó cierto pesar porque tenía un cuerpo increíble. Era alto, bastante alto, con una espalda ancha y un pecho pálido y lampiño en el que resaltaban unos pezones rosados. Sus abdominales trabajados eran de envidiar, y sus bíceps hinchados eran verdaderamente intimidantes, pero la cereza del pastel eran sus muslos gruesos y su culo redondo que resaltaba tanto con esos supensorios negros.
—Wow. Eres realmente un imbécil.
—Sebas. Perdón. Es solo que ya me preguntaste mil cosas que no tienes que saber porque nunca nos volveremos a ver. Solo quiero coger. No me interesa cómo. Me la metes tú o te la meto yo, no me importa. Solo quiero hacerlo.
—Pues hazlo. —Sebas estaba serio. Sus ojos azules transmitían determinación.
Mario no dudó un segundo. Lo tomó de la mano y caminó deprisa hasta encontrar uno de esos espacios sin salida en el laberinto. Jaló a Sebas y lo besó. No fue un beso suave ni medido, sino descontrolado y sucio. A los pocos segundos, ambos movían las cabezas de un lado y de otro para encontrar la manera de dominar a su acompañante. Las manos grandes de Sebas se posaron sobre la cintura de Mario, y luego bajaron a su culo cubierto de cuero.
Al más bajo le encantaba ser pasivo, pero el culo de Sebas era demasiado perfecto para ignorarlo, así que, apenas sintió las manos del otro sobre su propio culo, se separó del beso y negó con la cabeza. Antes de que Sebas pudiera decir algo, lo volteó y lo empujó contra la pared.
—Mario...
Pero Mario ya estaba pegándose a la espalda del otro, poniendo su intimidad contra ese culo redondo.
—Ya lo pensé mejor —dijo mientras bajaba el zipper de su pantalón de cuero—. Yo te la voy a meter a ti...
Adán nunca había soñado con perder la virginidad en una suite decorada con pétalos de rosa y velas con el amor de su vida, pero tampoco se había imaginado que estaría en la posición en la que se encontraba. Con un desconocido a sus espaldas a punto de penetrarlo y unos cuantos hombres mirándolo fijamente entre la oscuridad mientras que le era imposible no gemir al sentir el miembro de su acompañante rozar su culo.
Le ardía la cara de lo sonrojada que estaba. Le dolía la mandíbula de apretar tanto los dientes. Sentía las gotas de sudor resbalar por su piel debido a la calentura mezclada con la falta de aire del sauna. Le escocían las rodillas por estar asentadas sobre las tablas de madera. Eso era el sexo, y le encantaba. Le encantaba la idea de ese hombre varonil y musculoso usándolo a su antojo, y también le gustaba exponer su desnudez para que los demás lo vieran. Le gustaba saber que esos gemidos ahogados que se escuchaban de fondo eran para él, y que pronto todos esos hombres derramarían sus líquidos pensando en él.
—Ya voy a entrar. —Sintió el aliento de Jorge en su oreja.
Entonces sintió una presión que lo sacó de sus pensamientos. El ancho pene del pelinegro estaba tratando de entrar en él, y Adán solo pudo pensar en que sería imposible que sucediera, pero se equivocaba. Como si algo se hubiera aflojado en él, sintió que lo penetraban con éxito. En un inicio fue una sensación curiosa, incómoda. Luego llegó el dolor. Cada músculo de su cuerpo se tensó y no pudo evitar apretar los dientes al tratar de callar un quejido. Se volvió sordo a los gemidos ajenos y solo fue consciente del sonido de la sangre bombeando en sus oídos mientras aquel hombre entraba en él. No duró mucho tiempo moviéndose, pues, como si Jorge le hubiera leído el pensamiento, se quedó quieto en lo que Adán se acostumbraba.
—¿Estás bien?
Sintió el peso de Jorge aplastarlo mientras éste pegaba su pecho a la espalda del menor. Luego su barba se posó junto a su oreja y dijo:
—¿Adán?
—Sí. Solo espera un momento.
Jorge comenzó a repartir besos por su nuca y su espalda mientras sus manos varoniles le acariciaban el pecho y las costillas, casi abrazándolo. Tal vez pasaron segundos o minutos, pero el dolor comenzó a desaparecer para ser reemplazado por la sensación curiosa del inicio. Le dio la instrucción para comenzar a moverse y sintió las caderas del mayor golpear contra sus glúteos a un ritmo muy pero muy lento...
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INCUBUS: LA CASA DEL PLACER (+18)
RandomUna noche desenfrenada de libertad y placer. Seis hombres entretejen sus historias al visitar INCUBUS, el nuevo sauna gay de la ciudad de Versier.