David había seguido a Jorge y a Adán hasta los vestidores, pero no había entrado. Los escuchó hablar por un momento y luego Adán salió y caminó por los pasillos. David fue tras él. Lo vio desaparecer tras una puerta y no dudó en entrar a la misma habitación.
—Hola, al parecer, pensamos igual.
Adán estaba parado bajo una regadera, enjabonándose el cuerpo. Estaban en una especie de sala de duchas como las que habían en los gimnasios. David le sonrió al twink y se metió bajo la otra regadera.
Ambos se tallaban el propio cuerpo con jabón y agua mientras miraban al otro. Ninguno daba el primer paso, pero era obvio que querían hacerlo.
—Tienes muy buena verga. —David señaló a los genitales de Adán.
—¿Tú crees? —Adán sonrió aliviado de que David hubiera sido quien daba el primer paso.
—No lo creo, lo sé.
David se excitó cuando Adán señaló su propio sexo y dijo:
—¿Te gusta? —David asintió—. Pues acércate.
Como era obvio, el mayor no dudó en arrodillarse frente al twink y comenzar a masturbar ese miembro de excesivo tamaño. Estaba marcado de venas, lo que lo excitaba todavía más.
Las manos de Adán comenzaron a acariciar los cabellos cortos y rubios de David, esperando a que éste decidiera meterse el gran miembro a la boca.
—Puedes probar, si quieres.
Jon se había perdido por los pasillos y no había tenido nada de suerte al buscar a su propuesta para el trío. Caminaba entre sombras y luces neón sin toparse a ningún hombre, o al menos a ninguno que le interesara. De alguna manera, terminó de nuevo en los lockers, donde había alguien de espaldas. Lo analizó por un segundo y lo vio vestirse. El extraño volteó y se le quedó mirando por unos segundos.
—¿Eres Jon Pizarro? —inquirió.
—Yo... sí... —Jon se sentía un poco sorprendido de que lo hubieran reconocido, pero no podía evitar que su ego saliera a relucir.
—Me encantan tus pinturas. He estado queriendo comprar una para mi nueva casa, pero... ya sabes... mudarse no es muy barato.
—Oh. Qué bueno que te gusta mi obra.
Jon se dispuso a salir, pues el tiempo se agotaba y el extraño no parecía tener segundas intenciones. Entonces, el hombre dio grandes zancadas hacia él.
—Soy Jorge Rojas. —Le extendió la mano.
Dudó por un segundo, pero Jorge era guapo. Cabello negro y corto, una barba que le hacía ver varonil, y una mirada confiada. Respondió al saludo.
—¿Te estás yendo? —preguntó.
—Oh, bueno... algo así.
—¿Algo así? Qué lástima
—Sí... —Jorge empezó a sonrojarse—. Pero puedo quedarme un rato. Es decir, si tú quieres...
Para Sebastián era imposible no gemir ante la sensación húmeda que se extendía por su entrada.
—Sigue... sigue —jadeaba.
Sebas estaba con la cara y el pecho recargados contra la pared, totalmente rendido ante lo que pasaba a sus espaldas. Mario estaba de rodillas frente a su culo, lamiendo y tocando cada centímetro de su entrada que, poco a poco, se iba dilatando más de lo que cualquiera creería capaz. De vez en cuando le daba un golpe con la mano abierta, arrancándole gruñidos a Sebas y provocando que apretara los dientes con fuerza. Su piel estaba roja y sudada debido a la excitación y el cansancio.
—¿Te gusta? —preguntó Mario antes de dar un golpe con la palma en los firmes glúteos del mayor.
—Ajá... —Sebas asentía con los ojos cerrados, sin saber si Mario captaría su respuesta, pero esperando que no lo hiciera para que repitiera la nalgada.
Así lo hizo y Sebas no pudo evitar gemir ante el siguiente golpe. Llevó sus manos a su espalda y buscó la cabeza de Mario, cuando la encontró, se encargó de sostenerla y pegarla lo más posible a su culo, impidiendo que se separara de él. Cuando Mario por fin pudo separarse, se hallaba jadeando y sin aire.
Entonces se levantó y se deshizo de sus pantalones, dejando ver un miembro muy erecto. Su sexo palpitaba y se encontraba tan duro que dolía. Necesitaba penetrar ese culo dilatado que tanto le excitaba. Entonces Sebas se giró y no resistió al ver tal imagen. No dudó en arrodillarse y comenzar a chuparlo. Mario era el que gemía ahora y quien ponía toda su fuerza en evitar que su acompañante separara la cara de su sexo.
—Bien. —Mario intentaba sonar serio, pero el placer se dejaba notar en sus palabras.
Sebas estaba de rodillas, atragantándose con el pene del otro. No era muy grande, pero no era su costumbre hacer sexo oral, pues normalmente él lo recibía, pero con Mario y esa energía tan dominante, no pudo resistirse a dar lo mejor de sí.
Conforme fueron pasando los minutos, al rubio se le hacía más fácil ser penetrado por la boca. La garganta ya estaba entumecida y una excesiva cantidad saliva lubricaba el mástil del otro, lo que hacía que entrara y saliera con total libertad. Los movimientos eran casi automáticos y ambos se dejaban llevar por el placer, el cual se mostraba en cómo ambos gemían sin pudor.
—Párate —ordenó el de cabellos oscuros.
Sebas obedeció y se dio cuenta de que era bastante más alto que Mario, lo tomó de la barbilla partida y le levantó la mirada. Ambos se besaron e intercambiaron su saliva llena de fluidos del otro. Las manos de Mario acariciaron el culo del alto y tomaron las cintas del suspensorio, estirándolas y soltándolas para que estas golpearan la piel blanca de Sebas, dejando marcas rojas. Éste gimió y apretó los dientes.
—A la cama.
Fue suficiente que Mario dijera esas palabras para que su acompañante caminara a la pequeña cama y se pusiera en cuatro, dejando ver su entrada húmeda y dilatada, enmarcada por el suspensorio negro.
Mario caminó hacia él y pasó sus manos por su espalda, acariciándolo, entonces se acercó a su oído y susurró:
—Hasta abajo.
Posó su mano sobre la nuca de Sebas, justo donde terminaban sus cortos cabellos e hizo fuerza, obligando al mayor a pegar su cara y pecho contra la cama, dejando su entrada todavía más expuesta.
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INCUBUS: LA CASA DEL PLACER (+18)
RandomUna noche desenfrenada de libertad y placer. Seis hombres entretejen sus historias al visitar INCUBUS, el nuevo sauna gay de la ciudad de Versier.