Pasión Indomable

Bianca Reyes.Capítulo 5

Nos dirigimos hacia la casa. Puedo ver una gran mansión de arquitectura moderna, tiene una amplia terraza con un bonito jardín, juegos de mesas en color blanco adornan el ambiente.

Pequeñas gotas de lluvia empiezan a caer, apresuramos el paso, pero ya ha comenzado a llover a cántaros, y tenemos que salir corriendo.
Llegamos a la parte trasera de la casa cuyas puertas son de cristal. Estamos empapados, Max me busca con  la mirada, y puede ver claramente el "
te lo dije " en mi rostro, porque sonríe.

La Nana sale a nuestro encuentro, trae unas cuantas toallas en sus manos.

– ¡Mira como te has mojado, te vas a resfriar!– le dice a Isa envolviéndola en una toalla.– ¡Ustedes dos deberían bañarse, también se van a resfriar!– y nos da un par de esas.

–Ya vayamos a bañarnos que la Nana se puso gruñona.– se burla Max, e Isa y yo reímos a carcajadas, hasta parece que tiene sentido del humor.

Otra señora un poco mayor de pelo negro sale a nuestro encuentro.

– Señor acompáñeme, su habitación está lista.

La seguimos por un pasillo que da a unas escaleras, ya en la parte superior, frente a esta hay dos habitaciones, ella abre la puerta.

– He ordenado todo a su gusto, la ropa de cama está recién lavada.

Miro a Max estupefacta, porque en ningún momento acordamos que dormiríamos juntos, él se percata y una sonrisa burlona se asoma en sus labios .

–Martha, prepara otra habitación para la señorita.

Ella abre los ojos grandemente al darse cuenta de su error, y se ruboriza.

–Perdón, por suponer que dormirían juntos, enseguida lo hago– dice esto, y pasa rápidamente por nuestro lado para salir.

–Esta es la suya señorita– informa abriendo la puerta de la habitación contigua a la de Max– Y disculpe– agrega un poco más bajo, la pobre está bastante apenada.

– No te preocupes– se retira desapareciendo por el pasillo.

– Te lo pierdes– susurra Max a mis espaldas, muy cerca de mi oído, lo que me sobresalta.

– ¿Qué cosa?– le pregunto, girándome hacia él.

– Dormir conmigo –dice encogiéndose de hombros, y abriendo la puerta de su cuarto ya dispuesto a entrar, pero lo detengo.

– Espera...

– ¿Qué pasa, cambiaste de opinión?

– No– digo entre risas– Es sólo que no tengo que ponerme.

– No te pongas nada, de seguro así te ves perfecta– dice mordiéndose el labio.

Yo me sonrojo momentáneamente, y suelto un suspiro ante la frustración.

– No te preocupes le diré a Martha que te traiga algo.

– Ok– entro rápidamente a mi habitación, porque siento que me fallan las piernas de los nervios que me produce su coqueteo.

Exploro rápidamente el cuarto.

– ¡Que bien, tiene baño!

Me dispongo a darme una ducha que disimule la calentura que me provoca este apuesto galán. Cuando salgo de la, miro hacia la cama, y hay algo en esta, que antes no estaba. Es un vestido, pero casi parece lencería.

Me lo pruebo y me preocupa lo descotado que es, solo una fina tela  cae desde mis hombros cubriendo mis senos. Mi espalda está descubierta, tiene tonos en negro y morado, y a duras penas cubre mis muslos. Me parece poco apropiado cuando quiero demostrarle a Max que soy una buena chica.