10. Jefe

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Narra USA.

Una vez que las puertas del elevador se abrieron, salí de el, adentrándome a la planta baja del edificio.

Ya no me extrañaba ver cualquier escena erótica ahí ni mirar como algunos se drogaban.

Así que simplemente caminé entre ese fétido olor a marihuana y me dirigí a un bailarín que bailaba sobre una mesa en un tubo.

—¡Hey! —como siempre, grité pues el sonido de la música no ayudaba a escucharnos.

El tipo vestido de conejo, detuvo su show y se acercó a mi inclinándose, quedando así, en cuclillas sobre la mesa, y con la espalda arqueada posó sus brazos sobre mis hombros para luego hablarme al oído.
—¿Qué necesitas? Cariño —su voz era un poco gruesa pero habló con un tono exótico—, solo pídelo y nos vamos al piso 38.

Un poco incomodado, aparté sus manos de mi cuerpo y di un par de pasos hacia atrás para tener algo de distancia entre nosotros.

—¡Quiero hablar con Erick! —exclamé con mayor confianza.

Miré como el rostro del contrario cambiaba de expresión a una frustrada, me imagino que lo decepcioné.
Aún así, se bajó de su mesa y caminó pasando al lado mío para retirarse, no sin antes acariciarme el cuello.

Estuve unos momentos a solas antes de que él volviera junto con Erick; así que aproveché para tomar asiento en una mesa vacía donde una bailarina desnuda daba su show.

Aquella dama de cabello corto y castaño, movía sus caderas y pasaba sus manos sobre la piel desnuda de sus senos; sin embargo, yo no le presté atención a sus intentos de seducirme; es más, me mantuve cabizbajo pensándolo muy bien.

Había sido todo, ¿acaso ya no volvería a ver a Méxi? Era obvio que mis padres me tendrían alejado de él un buen tiempo, quién sabe si volvería a estar cerca de la ciudad.

No quería perderlo, no quería dejar de tener contacto con él, pero igual sabía a la perfección que Mex no tenía un teléfono celular o algún medio de comunicación, así que estaba perdido.

A menos que…

Levanté la mirada hacia aquella dama que me sonreía con picardía mientras meneaba las caderas con sensualidad.

Tenía una idea y el dinero suficiente para llevarla a cabo.

Volví al mundo real cuando Erick se sentó a mi lado con el lector de tarjetas, pues me había tardado más tiempo hablando con Méxi.

—¡¿Qué te pareció?! —rió el pelinegro posando su mano sobre mi hombro— ¡¿Cómo te fue con la creatividad?! —rió, moviendo mi mochila, pues la tenía en la espalda.

No pude evitar reír ante su juego de palabras y saqué de mi bolsillo mi cartera, luego le entregué mi tarjeta de crédito.

—¡Ésto de la creatividad me está gustando! —grité en respuesta mientras él tomó mi tarjeta.

Una vez que me la devolvió junto con un recibo, ambos nos levantamos de aquellos sofás circulares que rodeaban la mesa de la bailarina. El ojizarco estuvo a punto de darme un abrazo como despedida, pero interrumpí sus intenciones.

—¡Hay algo más! —le dije a la par que posé mi mano sobre el hombro contrario—¡Necesito hablar con tu jefe!

La expresión de Erick fue muy inesperada, primero abrió los ojos sorprendido y posteriormente soltó una risa nasal seguida de una carcajada.

—¡Amigo! —rió— ¡Yo soy hijo del "jefe", él es el único que está sobre mí! ¡Si necesitas algo, pídemelo a mí!

Aparté mi mano de él y la guardé en el bolsillo de mi chaqueta, estaba muy confiado, pues sabía que lo que yo quería era necesario hablarlo con el dueño de todo.

—¡Es un asunto muy complejo! —suspiré— ¡Sé perfectamente que tú no tienes autoridad para darme lo que yo quiero!

El pelinegro borró su sonrisa con lentitud y mostró mayor seriedad. Seguido de ello, pasó sus manos sobre mi cuerpo, revisando mis bolsillos y luego arrebatándome la mochila.

Afortunadamente, ya no tenía nada en aquella maleta, por lo que estaba tranquilo cuando la abrió.

Me encontraba confundido, pero de igual manera entendí el porqué de sus acciones. Eso significaba que iba a poder hablar con la mayor autoridad del lugar.

Finalmente, el sujeto me devolvió la mochila y se acercó a hablarme al oído.
—Será mejor que sea algo serio —me dijo—, a papá no le gusta que le hagan perder su tiempo.

Seguidamente, recibí un leve golpe en el brazo y después, Erick tomó rumbo hacia el elevador al mismo tiempo que me hizo una señal con las cejas de seguirlo.

No dudé ni un momento y tomé compostura para ir detrás de él.

Una vez entramos al ascensor, el contrario pasó a tocar un botón bastante peculiar, pues era de diferente color a los demás.

Fue aún más extraño cuando comenzamos a movernos hacia abajo, lo pude sentir por aquél vacío en el estómago cuando desciendes de manera inesperada.

Estaba preparándome mentalmente para lo que diría, ya iba camino a ver al jefe, no había vuelta atrás…

Haría lo mejor que pudiera para convencerlo.

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