13. Papi

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Narra México.

Una vez estuvimos en la última planta de abajo del edificio, el elevador se detuvo y las puertas metálicas se abrieron.

Erick y yo dimos un paso y entramos a la sala principal, el lugar donde Alonso atendía cualquier asunto no importante.

Lastimosamente, sabía que no me "atendería" ahí.

—Adelante —dijo uno de los guardias que estaban en la sala—, el señor Alonso lo espera.
Aquél hombre caminó por la habitación y se detuvo frente aquella puerta de madera para abrirla.

Sabía que debía ir, así que solamente suspiré con profundidad y me encaminé hacia ella.

Erick fue detrás de mi, pero en cuanto yo pasé por la puerta, el hombre lo detuvo.
—Solo a Méxi —le dijo con una voz amenazante.
Él no tuvo más remedio que quedarse allí.

Me quedé sin ánimos cuando la puerta fue cerrada a mis espaldas.
Era de esperarse que el dueño del lugar tuviese el mejor lugar de todo el edificio, justo en donde yo estaba parado, había una sala con una pantalla plana y justo a un lado una cantina llena de licor de calidad.

No era la primera vez que iba a ese sitio, desafortunadamente…

—¡Cariño! —escuché la voz del viejo llamarme— ¡Ven conmigo a la habitación!

Inhalé y exhalé una última vez antes de hacer lo que él me pidió, sabía a lo que me iba a enfrentar…

Aún así, guardé compostura y caminé entre la sala hacia otra puerta de madera, la cuál tenía tallada una figura de dos osos peleando. Era su habitación personal.

La puerta estaba entreabierta, así que la abrí sin pena y pasé.

Él estaba ahí, Alonso era un hombre de 43 años, era casi idéntico a Erick en cuestión de físico, más aún porque se mantenía en buena forma; sin embargo, su pelo cano y barba casi totalmente blanca, lo hacía lucir mayor.

Pero a pesar de que era un tipo atractivo, seguía sin gustarme…

Él estaba recostado sobre su gran cama, tomando un tequilero de alguna bebida alcohólica, pero sin duda no estaba ebrio.
—No tengas pena, mi amor —me dijo—, acércate.

Asentí con la cabeza y caminé lentamente hacia él, para después sentarme a la orilla de la cama.

Alonso se enderezó y acercó hacia mí un poco más, luego me hizo señas de que debía recostarme. Seguí su petición y me incliné hacia él para quedar recostado sobre sus piernas.

Pronto, ya sentía sus manos acariciar mi rostro y cuello, al igual que peinar mi cabello.

Antes de hablar, el mayor soltó un suspiro bastante pesado, señal de que había algo que le desagradaba.

—Querido, mi pequeño niño… —habló con pesadez—. Supongo que Erick ya te habló de lo que sucederá los próximos meses —asentí con la cabeza—. Un hombre me retó y por ello mismo es que accedí a dejarte ir unos cuantos meses; te irás desde mañana en la mañana y volverás dentro de cuatro meses.

—Entiendo… —intenté hablar, pero no se me fue permitido. Mi jefe posó su dedo pulgar sobre mis labios, impidiendo que yo dijera algo.

Pronto, metió aquel dedo dentro de mi boca, no me quedó nada más que relamerlo y succionarlo con picardía y deseo…, algo que yo no sentía pero que debía hacer.

—Quiero que te quede bien claro lo que te voy a decir —habló con una voz dominante y fuerte.

Luego, sacó su dedo de mi cavidad bucal y me tomó fuertemente de la mandíbula, obligándome a enderezarme y verlo cara a cara, a tan solo unos centímetros de distancia…
No me quedó nada más que resistir el dolor de la presión en mi mandíbula.

—Grabate bien éstas palabras —se acercó a mi oído—. No eres nadie ni vales nada, lo único para lo que sirves es para coger y chupar vergas, es lo único que sabes hacer. Tu único trabajo es ese, ser una maldita perra en la cama —de nuevo, me vio de frente—. Ni se te ocurra encariñarte con el cliente, porque lo único por lo que pagó, fue para cogerte por cuatro meses; y después de que eso suceda, tú vas a volver a casa y a servirle a "papi", cómo siempre lo has hecho mi amor. ¿Entendiste?

Asentí con la cabeza, solo para después recibir un beso en los labios por el contrario.

—Entonces, dime —continuó—, repite lo que te dije.

Nos separamos unos centímetros, fue así como pude verlo a los ojos, esos ojos azules a los que tanto temor le tenía…

—No valgo nada —dije con nervios—, lo único para lo que sirvo es para que me cojan, ese es mi trabajo, ser una puta en la cama; y eso es lo que voy a hacer estos cuatro meses, mi trabajo.

Alonso sonrió después de que yo dijera esas palabras y se acercó a besarme una vez más, me soltó la mandíbula y dirigió sus manos hacia la orilla de mi sudadera, para después meterlas debajo.

—Vas a irte mañana por la mañana —me dijo— ¿No quieres darle una buena despedida a papi?

Yo asentí con la cabeza, pues sabía que no había manera de negarme.

Yo era el favorito de Alonso, tal vez porque era el menor o el hecho de que lo estuve "atendiendo" la mayor parte de mi vida; pero él me apreciaba, a veces me consentía y me trataba mejor que a los demás, por no mencionar que me había dado el mejor puesto del lugar…
Tal vez fue porque mi madre intervino en ello, pero sabía que yo era especial y a él le costaba aceptar la idea de no sacarme provecho unos meses.

Cuando me di cuenta, ya me estaba quitando la sudadera; yo no tenía nada debajo, así que dejó mi torso al descubierto.

Pronto, me empujó con leve fuerza, lo que me llevó a recostarme en la cama. Él se posicionó sobre mi y luego se encargó de quitarme los pantalones y ropa interior.

Alonso era un hombre atractivo que se mantenía en buena forma, pues hacia ejercicio; pero cada vez que se desnudaba frente a mi, me causaba un escalofrío…

No me gustaba, detestaba hacerlo con él, pero igual no tenía ninguna opción, ni siquiera podía pedirle que utilizara protección, porque él era mi dueño…

Sweet • Countryhumans • USAMEX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora