12. Alquilado

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Narra México.

Lo sucedido aquella mañana me tenía bastante apenado.

No había pasado mucho tiempo desde que USA se había marchado y me había dejado solo, pero yo seguía pensando en la vergüenza que pasé con él.

Me había dado mucha pena que me mirara trabajar, yo no quería que tuviera esa imagen de mí.

Se portó amable y comprensivo, pero aún así me seguía dando vergüenza recordarlo, aunque me alegró mucho el hecho de que su forma de tratarme no cambiase.

Me levanté del sillón con ambos envases de refrescos vacíos y las bolsas de papel grasosas de hamburguesas, luego me dirigí a echarlas en el basurero. Sabía que me preguntarían sobre ellas cuando hicieran la limpieza del lugar, pero ya pondría la excusa de que le pedí a Erick que lo comprara.

Volví a la sala y ésta vez le puse atención al dinero en la mesita de noche. USA lo había dejado ahí para mí, yo me había negado pero él insistió en apoyarme.

Me incliné a tomarlo y luego hice el intento de saber cuánto era, habían bastantes billetes con números pero no sabía qué cantidad era, aunque parecían ser puros de cien o más, la verdad no lo sabía.

Yo no conocía los números, mucho menos sabía contar.

Aún así, me encargué de tener todos los billetes apilados y me apresuré a ir a la habitación donde dormía. Fui directamente al ropero y abrí un cajón de abajo, ahí tenía todos mis ahorros guardados, aunque no estaba seguro de cuánto dinero tenía. Finalmente dejé el dinero ahí y lo cerré.

Estaba nervioso de que algún cliente fuese por mi y yo estuviera guardando el dinero; en una ocasión del pasado, alguien había visto donde tenía mis ahorros y se lo había robado. Ese día me dejó aturdido con algo de marihuana, no debí aceptarla.

Tal vez esa era una de las razones por las que Alonso, mi jefe, siempre me decía que yo no debía tener vicios ni aceptar nada que viniera de los clientes.

Una vez lo cerré, rápidamente volví a la sala, casi siempre me sentaba ahí esperando a que alguien tocara la puerta, esperando a que mi próximo cliente llegase.

No podía ver la televisión, no había cable ni programación, solo grabaciones de algunos trabajadores y trabajadoras del edificio prostituyendose; tampoco tenía teléfono, había notado que todos mis clientes tenían uno, incluso Erick, pero yo no podía tenerlo. Así que no tenía distracciones, siempre era descansar lo más posible hasta que llegase otro interesado o interesada.

Pero fue bastante mi sorpresa de que después de unos veinte minutos, tal vez, tuviese una visita un tanto peculiar.

Él siempre entraba sin tocar, por lo que no era sorpresa que lo hiciera.

Erick abrió la puerta con brusquedad y gritó con fuerza mientras se reía en burla.
—¡Mira nada más que suerte tienes! —exclamó para después azotar la puerta.

Me levanté del sillón por tan estruendosa entrada, pues de cierto modo hasta me exalté.

—Ah... —suspiré con disgusto— ¿Qué carajos quieres? Ya te dije que no azotes la puerta, idiota.

El pelinegro, por su parte, solamente se acercó a mi con bastante rapidez y me tomó entre sus brazos con fuerza, acercándome cada vez más hacia su cuerpo.

Bufé molesto, odiaba que hiciera eso, en especial porque sabía cuáles eran sus intenciones.

Pero me tenía agarrado con fuerza y me costaba moverme, por lo que no me quedó de otra más que estar sometido unos momentos.

Entonces, el contrario acercó su rostro al mío y se detuvo suspirando en mi oído.
—Voy a extrañarte mi querido Méxi —susurró—, nunca dejaste que yo probara de tu tan exclusiva, adictiva y excitante piel. No sabes cuanta envidia le tengo a ese estúpido hijo de papi.

No comprendí nada de lo que decía, pero logré poner mi mano sobre su pecho y fue así como apliqué presión para alejarlo.

—¿De qué mierda hablas? —cuestioné.

—Te vas de viaje —rió levemente—, te acaban de alquilar por cuatro meses.

Me quedé estático sin comprender nada, simplemente me fastidiaba que se burlara de mí.

—No sabes cuánto te extrañaré —continuó hablando el de piel blanca y quiso volver a acercarse a mí, pero obviamente no se lo permití, pues me eché para atrás—. ¿No te gustaría darme una larga despedida?...
Su voz cambió de tono, me habló con picardía y poco a poco caminó hacia mí.

Nunca supe lo que Erick sentía por mí, a veces me hacía pensar que yo le atraía amorosamente, pero en otras ocasiones parecía que solamente buscaba tener sexo.

—Ya wey, estate quieto —le dije con seriedad—. Dime bien las cosas, ¿quién me va a qué?

—Te van a alquilar, mi amor —respondió una vez que estuvo a centímetros de mí—, vas a irte cuatro meses con él y no sabes cuánto te vamos a extrañar.

Entonces lo entendí, me iban a alquilar cuatro meses, por primera vez en mi vida, iba a salir del edificio.

Lo estuve meditando algunos segundos, me asustaba un poco la idea de salir de mi zona de confort, yo no conocía nada de la ciudad y tal vez hasta me podría perder afuera, pues ni siquiera sabía a dónde me iban a llevar. También sentía desconfianza, me daba un poco de miedo estar con un cliente lejos de, pues mi hogar con un desconocido.

Perdí la concentración del momento y Erick me tomó desprevenido, pues cuando me di cuenta, él ya me tenía abrazado de mi cintura y suspirando en mi oído.

—¿No te vas a despedir de mi? —susurró— ¿Ni siquiera un besito?

—No, Erick basta —le dije—, ya lo hablamos como mil veces…

—Pero yo siempre te hago favores —levantó el rostro, mirándome al interrumpirme—, siempre soy yo el que te trae lo que le pides, yo siempre he sido tu maldito perro, Méxi —hizo una pausa— ¿No merezco ni probar tus labios?

Lamentablemente, lo que él decía era cierto. Yo no podía salir al exterior, pero él sí, así que a veces le pedía algunos favores, cómo comprarme ropa un poco más decente que la lencería que Alonso me regalaba o paquetes de condones, ya que los que el jefe me daba nunca eran suficientes. Erick había hecho un par de cosas prohibidas por mi.

No pensé nada en ese momento, simplemente levanté la cara con lentitud y me acerqué lentamente al contrario; sin embargo, él no dudó en aprovechar la situación y rápidamente ya lo tenía besándome con lentitud.

Sentía sus labios sobre los míos y su lengua intentando saborear mi saliva, no di ni un paso atrás y no puse resistencia unos momentos; sabía que no estaba bien hacerlo, no podía besar a Erick ni mantener alguna clase de relación diferente a la de compañeros de trabajo con él, no por la cercanía que tenía con su padre.

Fue diferente cuando sentí que sus caricias pasaron de mi espalda baja hacia mi trasero, me aparté de él en el momento que sentí que iba subiendo de volumen la situación.

—No, Erick —le dije—, ya fue suficiente.

El contrario no dijo nada más, se quedó en silencio con una sonrisa leve y mirándome fijamente ladeando un poco la cabeza; me confundía totalmente, era uno de esos momentos en que me hacía dudar de si realmente me quería o no.

—Papá te llama —terminó por decir—, él va a explicarte todo de mejor manera.
Su tono de voz cambió, se dirigió a mí con tranquilidad y posó su brazo sobre mi hombro.
—Vamos.

Asentí con la cabeza y ambos comenzamos a avanzar por la sala camino a la puerta.

No quería hablar con Alonso, sabía lo que iba a pasar y me resultaba muy desagradable.

Sweet • Countryhumans • USAMEX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora