14. Indiferente

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Narra México.

Mi maleta estaba lista, aunque lo único que llevaba era una mochila con todo el dinero que había recaudado de mis propinas, unos cuantos condones y una muda de ropa decente, pues la demás ropa solo era lencería.

Nunca había estado afuera del edificio y no sabía quién me estaría esperando en el estacionamiento, pero llevaba una sola cosa en mente.

No importaba de quién se tratase, yo seguía siendo un prostituto, y lo único que iba a hacer, sería mi trabajo. El resto no importaba.

Sabía que ya era hora de irme, pues me habían dicho que sería desde temprano. Así que jalé mi mochila y salí de mi habitación para entrar al elevador.

Me sorprendió ver qué Erick me estaba esperando ahí.

No le saludé, simplemente me acerqué al tablero y presioné el botón que llevaba a la primer planta subterránea, pues ahí estaba el estacionamiento.

—Creo que te extrañaré bastante —dijo el contrario una vez que el ascensor comenzó a moverse.

—¿Qué es lo que vas a extrañar? Ni siquiera somos amigos.

Una risa nasal suya salió en respuesta.
—Eso es porque no me permites ser algo más —suspiró—, y yo no me conformaría con una amistad.

—Bien sabes que entre nosotros no debe de haber nada…

—Pero me gustas —me interrumpió—, y no me importa si te coje medio pueblo, incluso si mi papá también lo hace. Me gustas y lo que más me haría feliz sería tener el derecho de besarte y tocarte.

Lo miré de reojo confundido, no iba a caer en cursilerías así cuando varias veces me demostró que simplemente era su capricho el tener sexo conmigo.

—Sí, tienes razón —le dije—, te gusto y lo que más anhelas es poder tocarme y besarme, pero no me quieres. No sientes nada por mí, nada más que deseo.

Se quedó en silencio un par de segundos, él no podía chantajearme con nada, yo lo conocía desde hacía mucho tiempo, desde toda mi vida.

Finalmente, el elevador se detuvo y las puertas metálicas se abrieron frente a nosotros, dejando ver el oscuro estacionamiento, que estaba iluminado por algunas lámparas.

—Te equivocas —alcancé a escuchar que aquél susurro salió de sus labios.

El primero en poner un pie fuera del ascensor fue Erick, pues él tomó la delantera.

—Ven —me dijo—, yo voy a asegurarme de que te vayas con el correcto.

Asentí con la cabeza y salí del elevador para ponerme a su lado. Nunca había visto lo grande que era el estacionamiento, además de que estaba casi lleno, eso me sorprendía un poco más.

Caminamos entre la poca iluminación del lugar y las filas de autos estacionados, hasta que llegamos a uno bastante lujoso.
Yo no conocía marcas de autos ni mucho menos modelos, pero se notaba que ese era de lujo.

Me gustaba el auto, era rojo y el modelo bastante llamativo.

De pronto, la puerta del coche se abrió de un modo extraño, pues se colocó hacia arriba y no hacia afuera, cómo lo había visto en otros autos.

Sentí un vacío en el estómago cuando ví al sujeto que bajó del auto.
Se trataba de USA…

El rubio se acercó a Erick y le dio la mano en saludo, después se acercó a mi y también lo hizo. Estrechamos manos y después ellos dos comenzaron a hablar.

Honestamente, no le presté atención a nada de lo que decían, lo único que pasaba por mi cabeza, era el hecho de que mi amigo había sido quien me contrató…

Me hacía tener náuseas.

USA era mi amigo y me agradaba, me hacía sentir mal el hecho de que fuese capaz de pagar por mi como si fuese un objeto, incluso si no lo hacía con malas intenciones, me dolía pensar en ello…

«No USA, tú no…», pensaba.

Aún así, me propuse mantenerme firme ante las palabras de Alonso, pues al final de los casos, él tenía razón.

Fuese quien fuera, había pagado por mis servicios, y mi deber y obligación era satisfacerlo, era hacer mi trabajo…

Así que por mi mente pasó la única solución viable para no aferrarme a mi amigo.
«Haré cómo si no lo conociera, mi trabajo y mis amistades los trato aparte», dije en mis pensamientos «él no es nadie más que mi jefe y yo no soy nada más que su puta».

Di un último suspiro cuando Erick se despidió de él y dio media vuelta para caminar por mi costado y marcharse. Ahora estábamos él y yo.

—¿Sorpresa? —habló sonriente.

No pude seguirle el juego, iba a mantenerme erguido frente a mi propia palabra. Así que lo traté como a un desconocido y solo levanté los hombros.

Aún así, se mantuvo alegre, igual que siempre, parecía feliz de verme.
—Ven, sube.

Caminé rodeando el auto para poder entrar por el lado del copiloto y me senté en el lujoso asiento de piel, poniendo mi mochila sobre mis pies.
Después, las puertas se cerraron de manera automática.

—Seré honesto —de nuevo, intentó hacer conversación mientras el auto comenzaba a avanzar—, estaba muy emocionado por ver tu reacción, pero al parecer no te agradó mucho…, pensé que estarías contento.

Tragué saliva antes de responder.
—No pensé que tú solicitarías de mis servicios, creí que eras diferente.

—¿Qué? —soltó una risa nasal—. No, sabes que no lo hice con esas intenciones, solo no quería tenerte lejos mientras estaba de viaje.

—Pues lamento que no haya resultado como querías —me mantuve indiferente—, es que yo tomo muy en serio mi trabajo, y una cosa es que vayas a hablar conmigo en lugar de pedirme sexo y otra muy diferente el que me hayas contratado para cogerme cuatro meses.

—Méxi, sabes que no voy a hacer eso, ni siquiera soy homosexual…

—Pues ese es tu problema —lo interrumpí—. Mi jefe me dejó muy en claro que éstos cuatro meses no voy a hacer nada más que mi trabajo, y eso es lo único que haré.
Mantuve la mirada fija en la ventana, no quería tener contacto visual con él.

Se quedó en silencio, no dijo nada más durante unos segundos.

—Tomaremos un vuelo a Miami, espero que después del viaje te sientas un poco mejor…

—No puedo viajar en avión —hablé sin pensar.

—¿Por qué no? —cuestionó—. No te sientas nervioso si es que es tu primera vez, estarás bien.

—No es solo eso —le dije—, no tengo pasaporte.

—No te preocupes —respondió—, no lo necesitas, iremos en un jet privado.

No quise decir nada más, tal vez me veía grosero siendo cortante, pero quería mantenerme al margen, lo más posible.

Sweet • Countryhumans • USAMEX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora