Odio cagar cuando hay visitas, es algo que realmente detesto.
De verdad, porque hay un solo lugar en donde uno es uno mismo, un momento únicamente. No está en la mente, que suele traer los recuerdos con poca claridad.
"La mente suele jugar malas pasadas", "Tu peor enemigo está en tu mente", somos horribles en la cabeza.
Por eso digo que no está en la mente, el único lugar donde uno es realmente uno, es en el inodoro.
En el inodoro te olvidas de todo, del trabajo, de las deudas, hasta de si mismo.
No hay nada más que la acción, el agua del fondo, y la sensación de que vas a ser liberado de algo, que vos sabes que se quiere ir.
Pero, cuando hay visitas, tenés que olvidarte de esa libertad personal que tanto uno suele gozar.
La pareja no cuenta, él o ella ya conoce todo de uno.
Hay una teoría social y colectiva que dice: sabe uno que la pareja va a durar cuando una de las partes suelta un pedo, y tu pareja se ríe.
Eso es amor a mí parecer.
Pero las visitas son un caso aparte. Si la pareja se ríe de una flatulencia, es señal de complicidad o juego. Pero si lo hace la visita, es mera burla. Quedó al descubierto algo de lo más privado del interior de una persona, y ahora alguien que no es la otra mitad en el camino de la vida, lo descubrió. Esa persona ahora está totalmente vulnerable.
Por eso, si surge la necesidad de ir a sentarse donde los reyes y semidioses se convierten en simples mortales, es deseo colectivo que no llegue nadie de visitas. Porque cualquier sonido deja al descubierto tu propia mortalidad mundana, dejando al descubierto la parte más pútrida y profunda del interior de nuestro ser.
Capaz el visitante no dice nada y actúa como que nada pasó, pero no hay peor debilidad que la es expuesta, y la debilidad se paga con la muerte.
No voy a profundizar más en el tema, solo voy a decir que hay cosas que son para uno y su entorno. Y nunca, jamás debe salir de ahí. Porque la pluma es más fuerte que la espada, pero la lengua es más rápida. Y antes que las personas tengan motivos tan hediondos para hablar de uno, prefiero evitar los comentarios.
Así que, vos que me preguntaste ¿porque tenes un banco en la vereda?, déjame contestarte que prefiero un amigo sentado afuera de mi puerta, que un potencial enemigo, caminando por ahí, repartiendo comentarios.