¿Que me paso? Te cuento.
Son más o menos las 10:30 de la mañana, cuando saco los cartones de la cortadora, pongo un manojo sobre la tarima para seguir trabajando, cuando mi superior me dijo que la supervisora de la fábrica quería verme en su oficina en el segundo piso.
Últimamente hubo varios echados, recorte de personal. Era justamente por la cortadora que yo estaba usando, la velocidad y eficiencia de la misma hacía prescindible la cantidad exagerada de personal.
Entenderás entonces mi miedo al ser citado a la oficina de la persona a cargo del lugar. Lo primero en que pensé fue en mis tres hijos y mi esposa embarazada del cuarto, no podía quedarme sin trabajo.
Con una mirada seria me hizo pasar, me indicó con la mano donde sentarme, y cerró la puerta. Su nombre era Julieta, pero entre los muchachos le decían "la dulce", porque si bien era extremadamente hermosa, era venenosa como nadie, igual que la flor: Dulce Julieta.
Pasó por al lado mío y se dirigió a su asiento al otro lado del escritorio. Llevaba una pollera de tubo, una camisa blanca y un saco gris. El pelo rubio ondulado atado en un rodete, sostenido por una lapicera, los anteojos grandes de marcos rojos acompañaban a los labios del mismo color, fuerte, como recién pintado.
Se sentó delante mío, me miró por un rato en silencio. Yo callado, sin emitir sonido siquiera al respirar, la miré a los ojos. Habremos estado así por casi treinta segundos, que se me hicieron horas.
De la nada, sin siquiera esperarlo, ella se levantó, colgó el saco en el perchero, y camino hacia mi lado del escritorio, se paró frente a mí, desabotonó su camisa, y puso sus pechos frente a mí. Yo sin entender que pasaba quise hacer amagos para irme, pero ella impidió que me levante de la silla y me preguntó si no me gustaba lo que estaba viendo, yo sin saber que hacer me seguí quedando en silencio, ella volvió a preguntar lo mismo, y esta vez asentí con la cabeza.
Lo que pasó después lo voy a resumir para no ser tan escatologico. Me agarró del cuello, me dijo que se lo hiciera en el escritorio. Habremos estado dos horas dándole al asunto, cuando ella decidió que era suficiente por hoy. Que mañana apenas entre, venga a verla.
"Recuerde, ni una palabra a nadie sobre esto", me dijo antes de salir. Apenas vi a mi compañero el Tordo, y a Benitez el de limpieza, les conté.
Obviamente no me creyeron, pero cuando vieron que iba todos los días apenas entraba, me empezaron a prestar atención.
"¡Con lo buena que está! Yo la otra vez estaba limpiando el pasillo de los vestuarios cuando la ví cambiándose, en bolas. ¡No sabes! Un infierno, decí que no me vió. Sino me raja a la mierda." Decía Benitez cuando le contaba lo que hacíamos en su escritorio.
-Que suerte la tuya, yo que vos, me meto de lleno con la rubia, capaz te paras para toda la vida- Me dijo el tordo animándome.
Pasaron un poco más de dos semanas, cuando ya no me importó mi señora, la bebé ni los pibes. Me separé a la mierda.
Esa mañana llegué a la oficina de Julieta, y como todos los días, lo hicimos en su escritorio.
Después nos pusimos a hablar. Hablamos de todo, infancia, música, películas, libros, todo. Menos de nuestras familias, la mía mejor dicho.
Ella, por su parte, sí me dijo que estaba soltera. Pero porque estaba a la espera de un tipo como yo. Un tipo atrevido, que según sus palabras, "la haga sentir una puta, una perra."
Entonces le di una cachetada fuerte en la nalga derecha. Ella se rió pícara y me dijo que estuvo esperando esa nalgadas, desde la mañana que la vi en bolas, cambiándose.
Yo me quedé petrificado, sin entender a qué se refería, o sí, pero con miedo a que sea lo que pienso que es.
"¿Qué pasa?" Me preguntó, yo me quedé mirando el techo, acostado al lado de ella, en el suelo, solo calentado por nuestras espaldas.
-¿Cuando decis que fue eso?- Pregunté sin mirarla.
-La mañana que te llamé a mi oficina, ¿cuándo más?.
-Yo no te ví cambiandote, creo que fue Benitez, el de limpieza.
Ella me miró en silencio, con los ojos bien abiertos. Después se sentó, buscó su ropa y se vistió rápidamente, con vergüenza. Y me pidió que me vista y salga. Que no dijera a nadie lo que había pasado.
Trate de hablar, preguntarle qué le pasaba, pero ella solo me llamó por mi apellido, como antes lo hacía, y me pidió que me retirara.
Trate de comunicarme por celular, pero no pude, le mande WhatsApp, pero me había bloqueado. Ya no sabía qué hacer, necesitaba respuestas. Respuestas que vinieron solas, cuando ví a Benitez, subir por las escaleras al segundo piso, y entrar a la oficina de Julieta.
Dos meses después se casaron, y Benitez pasó a ser jefe junto a su nueva esposa. Me llamaron a su oficina, ella sin mirarme salió. Quedando a solas con el antiguo empleado de limpieza, ahora mi jefe, para una charla.
-Deberías agradecer que no te denuncie, esas cosas que dijiste que mi esposa hacía. Eso no se hace.
Le dije que estaba loco, que él también había hablado boludeces, que no tenía derecho a hablarme así, cuando ayer estuvo limpiando mi mierda en el baño.
Me despidió, por faltarle el respeto a su superior, por injuria y difamación. No me dieron un peso.
Decidí pedirle perdón a la mamá de los nenes, quería volver. Como si el hecho de ver que a Julieta no le importaba yo, me hizo abrir los ojos. La calentura se había ido, solo quería recuperar a mi familia.
Me encaminé a mi antigua casa decidido a recuperar lo que antes tenía, sea cual sea el costo. Pero cuando llegue a la esquina, quedé congelado, al ver salir de mi antigua casa, de la mano de mi antigua esposa, y con mi bebé en brazos, nada más y nada menos que al Tordo.
Lo único que atiné a hacer Después, fue alejarme, hacer una vida lejos de esa vida que una vez tuve y perdí.
Así es como hoy no confió en nadie y en nada, entonces perdóname si te pido que por favor, vuelvas a pesar ese montón de Cartones, porque pasé toda la mañana juntandolo, y trabaje en una fábrica. Tengo una idea de cuánto pesan, y estoy seguro que me estás cagando dos o tres kilos.