03. Una guerra hecha de polvo

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Los sueños son necesarios para la vida.

Anais Nin.

De seguro pensaste que dije algo como: «Vale, vamos. No sé a dónde. Tampoco de qué me estás hablando, pero digo sí a todo. ¡Sin miedo al éxito!»

Si pensaste en eso, estás equivocado en dos cosas:

Número uno: yo nunca diría «digo sí a todo» y «sin miedo al éxito»

Número dos: eso remotamente no pasó.

En el momento que dijeron «hay que llevarlo» el niño cobarde que vive dentro de mí salió a la luz, sintiendo el miedo a que lo alejaran por siempre de sus padres, gritó:

—¡¡¡MAAAMIII!!!

Sí, admito sin pena alguna que grité «mami»

Aproveché esa confusión que mi grito agudo de miedos les causó al par de raritos para salir corriendo de mi habitación. En el pasillo casi caigo al suelo por resbalarme con la alfombra, pero supe recomponerme, poner mis manos en medio de el suelo y mi cara, impulsarme y seguir el camino a la habitación de mis padres.

Frente a la puerta, abrí desesperado sin importarme un pepino no haber tocado, ¡Que me quieren llevar a sabrá Dios dónde! ¡La privacidad ahora no me importaba!

—¡Mamá, un par de chicos raros quieren llevarme a no sé dónde rayos! —grité, saltando a la cama.

Adelante, llámame cobarde, gallina o lo que sea, no me importa. Me da un miedo tremendo que me separen de mi familia.

—¡Mamá, mamá! ¡Despierta! ¡Un par de raros quieren llevarme! ¡Ayúdame! ¡Despierta, despierta, despierta! —exclamo sacudiéndole los hombros—. ¡Mamá, despierta!

Ella gruñe por lo bajo, murmura algo entre sueños relacionado con un cono de helado y se da la vuelta.

Volteo a ver a papá.

—¡Papá, despierta, un par de raros coloridos me quieren secuestrar! ¡Ayúdame, llama a la policía! ¡¡Despierta!! —exclamé aún más alto, mi voz se volvió más aguda en cada grito y nota que subía.

Empezaba a entrar en pánico, ellos no estaban despertando incluso cuando les estaba dando sacudidas bruscas por los hombros. Es como si estuvieran...

Un pensamiento desagradable cruzó mi cabeza.

—Hum... sí, claro que quiero cantar contigo, Justin Bieber—murmura, haciendo que suelte un suspiro de alivio al ver que mi pensamiento no era más que una chorrada. Se da la vuelta, ahora dándome la espalda.

Bueno, gracias por la ayuda, señores Grace. Que me secuestran y ustedes dormidos tranquilamente que ni se enteran.

—¡¡Padres!! —chillé lo más alto que pude.

—No despertarán, Riley.

—¡Ah!

Parados a tan solo tres metros de la cama de mis padres estaban el par de raros que se aparecen de la nada con motivos nada normales de querer llevarme a quién sabe qué lugar. Ambos mantenían expresiones tranquilas, como si toda esa situación no fuera nada.

El Soñador | Riley Grace y Los Sueños Vivientes #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora