10. Tiendo a hacer que las cabezas exploten

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Toda la gente exitosa son grandes soñadores. Imaginan cómo podría ser su futuro ideal en todos los aspectos, y trabajan cada día por esa visión, meta o proposito.

Brian Tracy.

Como me encantaría contarte, querido lector, que durante mi caída tuve un momento de iluminación, que recordé cómo usar mis poderes he hice aparecer un paracaídas, o un globo gigante o que aprendí a volar como Super Man de la nada, etcétera.

Pero lo único que puedo contarte es que a partir de hoy las alturas y yo somos enemigos, que los planes de Amaria son los peores de todos y que esos demonios aún nos seguía el paso.

Oh, y claro, cómo olvidar mi magistral:

—¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH!!!

El suelo se estaba acercando a la misma velocidad con la que anda un camión, el viento me arranca el aire de los pulmones y seca mis ojos. Montañas de colores pasteles entran y salen de mi campo de visión cuando intento entre abrir los ojos, también noté una cadena de colinas brillantes además de un largo río blanco.

Y entonces: ¡¡CATAPLÚN!!

No sé sobre qué cosa habré caído, pero era suave y emanaba un rico aroma dulce.

Estaba empezando a ponerme cómodo en el lugar suave donde había caído, pensé que por fin tendría ese sueño del que Amaria había hablado. La cosa se puso mejor: empecé a resbalarme.

—No, no, no, no, no... —murmuro tratando de sujetarme de cualquier sobresaliente, pero no había nada.

Terminé cayendo sobre mi espalda en el suelo duro. Mi cogote se llevó un golpe feo.

—Auch...

El cielo sobre mí es de un tono azulado mezclándose con el rosado, parecido a un atardecer mortal. Hay unas lindas y esponjosas nubes blancas que juraría parecían grandes bolas de algodón, estiré el brazo, engañado por la perspectiva (o tal vez el golpe en mi cabeza) de que podría alcanzarlas.

—Linda nube —balbuceo sin apartar la vista.

Despedí un largo bostezo y mis ojos empezaron a cerrarse solos. Esa pelea con los incubus fue agotadora para mí mal y cansado estado físico, me sentía horriblemente agotado.

Las esponjosas nubes blancas desaparecieron para dar paso a la oscuridad de mis párpados. 

Tienes que saltar.

Volteo confuso para ver a Craysor, su rostro está serio, como siempre. No hay atisbo de sonrisa ni de lo que recién dijo haya sido una broma.

—¿Estás loco? —pregunto, totalmente perplejo—. ¡No saltaré!

—¡Tienes que hacerlo!

—¡Estarás de coña! ¡Vean esa corriente! —señalo el agua detrás de mí—. ¿Acaso no hay otra forma?

Él y Amaria comparten una mirada. Esa mirada que no me a agradado nada.

Ella da un paso hacia mí.

—Saltar es la única manera.

—¡¡Riley!!

—¡Estoy despierto! —me siento de golpe cuando escucho el grito de Amaria.

El Soñador | Riley Grace y Los Sueños Vivientes #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora