09. Nos persiguen una banda de demonios paralíticos

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Solo hay una cosa que hace a un sueño imposible de conseguir: el miedo al fracaso.

Paulo Coelho.

Sentía los ojos muy pesados.

No exagero, los sentía demasiado pesados, como si mis párpados estuvieran alzando pesas. Fue una lucha brutal la que tuve para vencer el sueño y poder ir parpadeando hasta que pude abrir completamente los ojos.

Estrujé mi ojo derecho con la mano, soltando un bostezo. ¡Vaya! Jamás en mi vida había dormido de tal manera, juraría que pude estar en coma.

Parpadeo un par de veces para aclarar mi vista, limpio la línea de saliva que me salía de la comisura de la boca.

Entonces, alcé la mirada.

Y vaya qué sorpresa me llevé al ver lo que había en el cielo.

Me senté de golpe con los ojos bien abiertos ahora.

—¿A-acaso eso es Saturno? —pregunté sin dejar de mirar.

—¿Eh? —balbucea Amaria, aún conduciendo nuestro mágico transporte improvisado.

Señalé hacia el cielo con mi mano, atónito.

—Saturno.

Amaria alza la vista y mira lo que estoy señalando, luego soltó una risita tranquila para seguir con su tarea de conducir.

—Es muy linda la vista, ¿No?

Yo no puedo apartar mi mirada del enorme planeta. Parpadeo una, dos, incluso tres veces. Ahí seguía.

—Es Saturno —dije, no tanto como pregunta, sino con un tono de sorpresa.

—Sí, Riley. Es Saturno —afirma ella.

—¡¿Y por qué diablos estoy viendo a Saturno tan de cerca?! —exploté.

¡¿Cómo era posible que estuviera viendo a Saturno?! ¡El planeta! ¡No tenía sentido!

—Eh... ¿En el mundo mortal no es así también? —pregunta confundida.

—¡No!

—Guao... que... que raro —balbucea con las cejas fruncidas.

—¿Raro? —repetí, histérico—. ¡Esto sí es raro! Amaria, ver a Saturno... el planeta, ¡Es imposible! Al menos es imposible sin un telescopio, ¡Y lo estoy viendo como si se tratara de la luna!

Ella se rió.

—Riley, estás rojo.

Sí, sentía el rostro caliente. Siempre que me exasperaba, esto pasaba.

—Es que... esto... Todo... ¡Arg! —jalé sin querer mi cabello. Esto es otra cosa que hacía. Según mamá: una mala costumbre. Inhalé y exhalé para relajarme—. Todo esto me parece tan loco, Amaria. Aún... aún no proceso toda esta situación.

Me mira sobre su hombro rápidamente con la empatía cruzando su mirada.

—Me gustaría decir que te entiendo, pero en serio no lo hago. Oníria, la magia de sueños, los dioses... esto a sido parte de toda mi vida. Pero para ti... no. Pasaste diez años de tu vida fuera de este mundo, y que te introduzcan así de la nada, pidiéndote salvar nuestro hogar, debe de costarte.

—Tengo solo catorce años, Amaria, y todo este lugar depende de que yo pueda recordar mis supuestos poderes para poder salvarlo. Tengo miedo de que eso no pase... ¿Y si no recuerdo? ¿Y si... Cazador llega a cubrir Oníria con su oscuridad? Todo habría sido mi culpa.

El Soñador | Riley Grace y Los Sueños Vivientes #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora