08. Los familiares mágicos de Olivia Holt

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A veces, los únicos realistas son los soñadores.

-Paul Wellstone.

Oscuridad.

Gritos.

Vueltas, vueltas y más vueltas.

Una patada en mi trasero, pobre de mi trasero.

Kaiper saliendo de mis manos.

-¡¡Amaria, haz algo!! -gritó Craysor sobre el viento.

Yo ni siquiera podía abrir los ojos.

Dioses, ¿Pero qué fue lo que pasó?

Un segundo atrás estábamos caminando hacia las tierras de Leche y Galleta y al siguiente, ¡Boom! Nos encontramos cayendo en una oscuridad brumosa.

Sentía las vueltas que daba por la falta de equilibrio y gravedad, mi estómago no estaba contento con ello. Los gritos en respuesta de Amaria y los míos son una de las pocas cosas que escucho a través del viento de la caída. No sé en qué lugar se debía de encontrar mi espada ahora.

Hubo más gritos, más vueltas. Aún no caíamos a ningún lugar. Entonces empecé a preguntarme si este vacío tenía algún fin.

Mi respuesta a eso fue un:

-¡¡Cuidado!!

Hubo un golpe seco contra algo metálico. Escuché la queja de Craysor. Otro golpe. Queja de Amaria.

Y fue mi turno de caer.

-¡Por las estrellas de Nexlous! -fue la exclamación de Craysor cuando caí sobre su espalda.

Eso aminoró mi dolor, pero aumentó el suyo.

Parpadeé varias veces, bajándome de su espalda murmurando varios «lo siento». Estuve dando tumbos unos cinco minutos hasta que al fin pude aclarar mi vista y ver a mi alrededor.

-¿Dónde... dónde estamos? -pregunté dando vueltas sobre mi eje.

El lugar era enorme, como el taller para un gigante. Había además una docena de mesas de trabajo totalmente cubiertas de artilugios mucho más grandes que yo, pero más pequeños que otras cosas del lugar. Se veían muchas herramientas colgadas sobre las mesas, otras más desordenadas.

En el techo rústico que está a unos cuantos muchos metros más arriba, de él colgaban enormes lámparas de fuego blanco que iluminaba todo la estancia con su intensa luz, el lugar olía como si un taller mecánico hubiera sido construido justo al lado de una carpintería que a su vez fue inundada: un fuerte olor acre combinado con grasa.

Mis fosas nasales no estaban contentas.

-Esto no es bueno -murmuró Amaria.

-¿Qué no es bueno? -pregunté tomando a Kaiper que se había transformado otra vez en la piedra. La volví a enganchar al colgante.

Cuando levanté la vista, noté los enormes y gruesos barrotes de hierro negro. Giré sobre mis pies ya con el ceño fruncido, los barrotes estaban por todos lados. Nuestro suelo también era de hierro negro al igual que el techo en forma de cúpula sobre nuestras cabezas.

-¿Qué es esto? -pregunté.

-Nos han cazado -declaró Craysor, golpeando sus muñecas dos veces, segundos después su arco mágico con flechas apareció-, y no quiero estar aquí para cuando aparezca nuestro cazador.

Tomó una flecha dorada que despedía humo y calor, una de polvo solar, la tensó en el arco y la disparó a la abertura de distancia que hay entre un barrote y otro. Cuando la flecha chocó contra su diana, en vez de a travesar los barrotes, como cualquier otra flecha habría hecho, un especie de campo de fuerza la destruyó en pedacitos, haciendo que caigan hechos humo en el suelo.

El Soñador | Riley Grace y Los Sueños Vivientes #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora