V: Elecciones complicadas

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—Las mujeres nacemos libres y debemos ser iguales a los hombres ante la ley, no puede haber una persona mejor que otra sin importar su género, las distinciones sociales son las que nos arrebatan la libertad. Ser mujeres no nos coloca en la posición de sólo ser un instrumento de procreación, de limpieza o de satisfacción de los hombres. Tenemos opciones y tenemos elección.— la voz de Charlotte no tembló, su rostro confiado y decidido estaba sonrojado por la pasión de sus convicciones.
Aquel atril de debate era el espacio perfecto para ser escuchada, podía ver la mirada de las demás mujeres a su alrededor con un ardor libertario, supo entonces que sus palabras calaban profundo dentro de las presentes, como un bálsamo sanador y a la vez un cubo de gasolina que incendiaba sus mentes y corazones, ante la posibilidad y la esperanza.

Incluso, de aquellas quienes en un principio habían acudido a tal debate para ver caer sus argumentos ante la ilustre Unión de la Templanza. Una organización creada por mujeres para promover las buenas costumbres en las damas, costumbres arcaicas de recato y valores morales que las mujeres deben enaltecer.

—Su escandaloso argumento Mrs. Granville, es catastróficamente aplastado, por su mismo esposo, a quien bien conocemos como un médico que se dedica a curar una enfermedad con un indigno instrumento de concupiscencia. — atacó Mrs. Colleman su contrincante en un atril tan sólo a unos cuantos pies de distancia.

—Escandaloso lo llaman, pero no se han dado cuenta de lo más importante, ¡es la oportunidad de sentir placer como cualquier ser humano! Toda nuestra vida nos han pedido que seamos modestas, calladas, obedientes. ¡No más!, no es necesario ser perfecta para ser una mujer, no es necesario tampoco la biología para ser lo que sentimos ser. No importa el género o lo que dicta la sociedad como correcto. Valemos por lo que somos.

—Tanto es su rechazo hacia la sociedad y sus normas de cómo ser una mujer, pero esta vez ha ido muy lejos Mrs. Granville, a usted no le importan las mujeres de este país tal como nos quiere hacer creer. Usted misma ha seguido las reglas, está casada con un hombre adinerado, y tiene un hijo al que criará como un caballero. No es una revolucionaria como nos quiere hacer creer, su compromiso no está con nosotras, regrese con su familia y déjenos a nosotras esa lucha que usted no podrá encabezar.
La Señora Colleman sonrió al final de su participación cuando algunas mujeres en el público vitorearon su agilidad para combatir a una joven y brillante Charlotte.

—El cómo una mujer decida ejercer su derecho a tener una familia no es una excusa para no ser parte de esta ola con la que marcaremos  el inicio de los derechos de las mujeres. —Concluyó Charlotte cuando la mediadora les anunció que habían llegado al final del debate.

Luego ambas damas se dieron la mano y un beso en la mejilla como señal de hermandad. Aquel recinto era propiedad de una de las mujeres patrocinadoras de la Sociedad de Mujeres Ilustres de Nueva York, y se había encargado de invitar a un debate y coloquio para entablar relaciones con uno de los grupos más numerosos de mujeres asociadas, la Sociedad de la Templanza.
Si bien al principio Charlotte no tenía expectativas de aquella curiosa convención, rápidamente se dio cuenta lo importante que era aquella reunión. Mujeres de todas las clases sociales unidas buscando hacerse un lugar en el mundo real.

Tras el debate se extendió la invitación para los bocadillos y las mujeres se esparcieron por todo el recinto, anteriormente un pequeño teatro, para discutir algunos asuntos sociales y algunas otras para simplemente cotillear.

No obstante, tanto Charlotte como la Mrs. Colleman se sintieron con la necesidad de seguir conversando.
—Es una oradora muy elocuente Mrs. Granville, creo que hablo por muchas de nosotras al decir que su pasión por el tema es contagiosa, estas actividades mejoran mucho la eficacia y la confianza en nuestra misión — le dijo acercándose con una sonrisa.

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