Capítulo 7

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Dublín, Irlanda.

Tan pronto como la ansiedad se instala en mí, un nudo en mi garganta amenaza con ahogarme. La larga espera en el aeropuerto de Dublín sobrepasa la media hora, algo que me ayuda a descubrir cuáles son los límites a los que puede llegar mi impaciencia.

Devon estuvo todo el tiempo conmigo antes de que tuviera que partir, y me dijo que estaba feliz por haberme dejado claro que siempre quiere estar conmigo. Lo triste es que haya sido justo en ese momento en el que me lo reveló. Busqué sentirme más cerca de él acercándome a sus labios con pasión, y todo el deseo que habitaba en mi interior se convirtió en una sensación que solo podía ser percibida por nuestros labios.

—¿Hayley Scherzer? —escucho a alguien preguntar a mis espaldas. ¡Ya era hora! Me doy la vuelta esperando encontrarme con la mujer que Drexler me dijo que vendría por mí, y me encuentro con una mujer mayor que sonríe y me extiende la mano—. Mucho gusto. Soy Diana Furler, jefa de la JAC de Dublín. Perteneces al equipo Jeta, ¿cierto?

—Sí, así es. Yo ocupaba el puesto de líder.

—Eso no me lo mencionó Drexler... —su gesto es un fiel reflejo de lo sorprendida que se siente. Puedo percibir que la noticia no es algo que esté asimilando fácilmente. Tan solo espero que no me tome como una mentirosa.

—Eres muy joven... —así que es eso. No le resulta fácil pensar que puedo lidiar con un equipo completo—, pero debes ser buena en lo que haces, si te dieron un cargo como ese.

—Es cierto. Lo soy.

Calculo que Diana tiene al rededor de cuarenta años. Soy un poco más alta que ella, su cabello es muy corto, y, detrás de los lentes que lleva puestos, hay unos ojos de color chocolate.

Salimos del aeropuerto para buscar el Refugio. Las calles que recorremos me muestran un paisaje de edificios coloridos y calles preciosas. Por donde quiera que miro, encuentro cosas que me hacen sentir que este viaje valió la pena. No me hice ninguna idea de cómo sería esta ciudad de irlanda, por lo que todo aquello que pasa junto a mí es único.

El ambiente cálido del refugio me recibe con una bienvenida reconfortante. Encuentro a los que habitan este lugar cuando llego al comedor acompaña de Diana, y cuando aparecemos todos voltean a mirarnos. No noto que una mujer se acerca nosotros hasta que ya la tenemos a menos de un metro. Ella me observa de arriba a abajo, seria.

—¿Estás segura de que se trata de ella? —pregunta la mujer a Diana.

—Por supuesto que sí, Kate —responde Diana con su tranquila voz—. Cálmate, aún no la has visto en acción.

Supongo que Diana tampoco me ha visto cuando trabajo, pero ya se lo debe estar imaginando. No debe resultar difícil percatarse de que mi edad y mi figura me permite moverme con mucha agilidad y destreza. Eso es lo que me caracteriza.

—Bueno, según los rumores. es buena, pero hasta que no la vea no lo creeré —no sabía que se repartían rumores acerca de mí, y no sé cómo deba tomarme esa noticia. Saber que me tienen a la expectativa puede revivir esa ansiedad que apreciar las calles de Dublín arrebató.

—Hayley, ella es Kate Miller —nos presenta Diana—, y es miembro del escuadrón Jeta.

El cabello rubio platino de Kate le da contundencia a su mirada ambarina, y este cae hasta sus redondos y grandes pechos. Diana le indica que me enseñe el lugar, y ella intenta ocultar la ligera molestia que eso le produce.

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