A pesar de que esta no fue la primera novela que hice pública, esta fue la segunda que termine y la única de las dos primeras que tengo aún...
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Son sueños, deseos, anhelos. Son miles de palabras, susurros, suspiros. Miles de sonidos, grit...
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—Mierda, no creí que se enterarían de esto tan rápido.
—Se les prohibió a los demonios de alto rango tomar a los humanos para enlazarse, lo sabe demonio Luka.
—Lo sé, como también sé que no importa siempre y cuando el humano o humana esté de acuerdo.
—¿En serio cree que voy a tragarme una mentira como esta? Hasta ahora, Allison White y Paula Smith estaban en la lista de salvación.
—Pues eso no es asunto mío.
—Demonio Luka, usted está faltando a una norma importantísima de los altos man...
Luka bostezo sacando de quicio al otro alado.
—¿No habías terminado? Lo siento tanto. -Paula rio.- Hasta donde sé, ustedes no pueden interferir sin un pergamino dorado que pruebe mi falta a la norma sagrada que ha mencionado. Ariel, no vuelvas a acercarte a territorio infernal sin un pergamino dorado que te lo permita... No me haré responsable de lo que ocurra si esto se repite.
—Lo mismo podría decir yo, demonio Luka.
Sin más y con un aura encandilador desparecieron los cuatro. Luka se volteó para encararme, se notaba preocupado y que descarado, pues no lo había visto en semanas.
—Hola. -saludó.-
—Hola. -murmuré.-
—Lamento esto, espero que no te vuelvan a molestar.
—Mh.
—¿Como has estado?
—Pues mejor que tú, no sé. No te he visto desde hace mucho.
—Lo lamento, pero no puedo permitir que te pase algo. Tengo que encargarme de algunas cosas, confió en Amplissimus y en Mitissimus.
—Pues casi me matan.
—¡Nos! -corrigió Paula que se encontraba sentada en el suelo.-
—Eso, NOS matan.
—Pero no lo hicieron.
—Pero casi que lo hacen.
—No dejaré que nada les pase, me encargaré de protegerlas.
—Y vaya que lo haces genial. -habló Paula con sarcasmo.-
—Intento hacerlo lo mejor que puedo.
—Pues Asha lo hace mejor que tu y ni se esfuerza.
—No me compares con Asha.
—No lo hice, es un ejemplo. Si te comparo con ella te quedarías en el suelo. -contraataco.-
—¡Ya basta! -regañé.- No son niños, vaya que no lo son. -suspiré.- Estoy cansada, quiero irme a casa y sus payasadas me ponen peor.
