MÍA | Capítulo 12

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El silenció se apoderó de la habitación, sus palabras fueron claras, sentí arder mi garganta por el nudo que se estaba formando, no podia mantener mi vista en el y el calor que emanaba de su cuerpo se sentía cada vez mas frio.

—Me arrepiento tanto.

—¿De qué te arrepentis, Mia? —su brazo me soltó facil cuando me levante de mi lugar en su cama, gire a verlo por ultima vez, antes de comenzar a cambiarme, su rostro demostraba preocupación y aunque para mi la situación era evidente, el parecía no notarlo.

Su perfecto torso desnudo y su pelo algo despeinado hacían una gran fuerza de atracción conmigo, pero el sabor amargo era mas grande, el sentimiento de culpa me estaba devorando por dentro.

Ignore su pregunta y volví en la búsqueda de mi ropa, haciendo lo más rápido que pudiera, empezaba a sentir que el nudo se volvia enorme en mi garganta, y mis ojos ya prácticamente cristalinos amenazaban con empezar a gotear.

Sentía que toda la culpa recaía sólamente en mi.

—Mia, dale. Vos lo dijiste, la cagada ya esta hecha. —sus palabras me afectaban más de lo que deberían y mi vista se nublaba de a poco con lo que parecían ser lágrimas. No queria que me viera así, me sentía estúpida, otra vez.

Caminé a pasos rápidos hacia el baño de la habitación, el gran espejo reflejó enseguida mi cara de angustia, mis ojos levemente rojos por lo que estaba conteniendo para que el no me viera explotar en llanto.

Intentaba recobrar la calma, humedeciendo un poco mi rostro con el agua fria que corria de la canilla y tratando de contener los pensamientos que me invadian, tenía que irme ahora y dejar a Lisandro, aunque sintiera que cada parte de mi cuerpo era mas pesada cuándo no estabamos juntos.

Escuché sus pasos acercarse y rápidamente limpie mis ojos. Esta situación tendría que enfrentarla por mucho que no quisiera, ni siquiera buscaba entender que es lo que el quería de mi, solo queria cortarlo de raíz, convenciendome de que aún no era muy tarde para hacerlo.

—¿De que te arrepentis? —vi su reflejo por el espejo, ya se encontraba vestido y su rostro aún demostraba confusión.

—De todo, Lisandro. —intentaba contener mis palabras, podia ser hiriente y aunque probablemente se lo merecía, no queria lastimarlo. —Hacemos como si nada y listo.

—¿Qué? No. —reprochó y se acerco a mí, sus manos intentaron agarrarme de la cintura pero mi cuerpo, por primera vez con el, estaba alerta y me aleje antes de que pudiera tocarme. —Yo te quiero, Mia.

—No, no me queres, y tampoco sabes querer, Lisandro. —le contesté. Su comentario pudo desestabilizarme pero la presión en el pecho me recordaba todo lo que estaba pasando. —A tu novia también decis que la queres.

—Vos no entendés, Mia. —lo vi negar con una sonrisa irónica. —Y si te quiero, no me vas a decir lo que yo siento por vos, con Muri es distinto.

—Basta, Lisandro, basta. ¿Que se supone que hagamos con lo que vos sentis? —junto con mis palabras, soltaba un poco de bronca acumulada, el me miraba fijo y mantenía a seriedad. —¿Y entonces? ¿Me tengo que esconder, ser la otra? ¿Quedar mal por todos lados solo porque vos, supuestamente, me queres?

—No es tan así, Mia, es dificil terminar algo de tantos años. —su voz suave llenaba mis oidos y su mirada penetrante todavía recorría cada centímetro de mi rostro.

Intentaba con todas mis fuerzas entenderlo, destruir la coraza que se habia formado en cuestión de segundos y acceder a todos sus terminos, sabia que mi corazón estaba intentando tomar el control de la situación.

—Si no quisieras estar conmigo, no estarías aca. —volvio a hablar y otra vez intento acercarse a mi cuerpo, que se estaba empezando a sentir debil.

—Y si, Lisandro, obvio que quiero estar con vos ¿Me estas jodiendo? —senti como algunas lágrimas no resistieron y se deslizaron por mi mejilla, la situación me estaba superando. —Te lo vuelvo a preguntar ¿Me tengo que esconder y ser la otra?

Nuestras miradas se cruzaron una vez más, su mano se acerco a mi mejilla rozandola para limpiar las lágrimas que simplemente caían.

Su cuerpo se acercaba lentamente al mío, acomodándose perfectamente, como si estuvieramos hechos para encajar, una de sus manos apretando mi cintura y sus ojos recorrian lo que podían de mi cuerpo, como intentando memorizarlo a la perfección.

El silencio impoluto que se había formado hace un par de segundos, se vio perjudicado cuando el sonido de la puerta de aquel baño abriéndose, nos hizo girar para encontrarnos en la peor situación que podíamos imaginar.

Mi respiración se agito rápidamente, deje de sentir el tacto de Lisandro en mi piel y podia sentir como mi corazón iba a salirse de su lugar, por un segundo las lagrimas cesaron.

Lo vi girarse rápidamente, dandome la espalda y podía jurar que sentia como se olvidaba de que yo también estaba parada allí y viendo exactamente lo mismo que el.

—¿Lo estas haciendo elegir entre vos y yo? —dijo riendo irónicamente aquella mujer rubia, apoyada sobre el marco de la puerta, vestida completamente de negro y hablando de la manera mas despectiva posible. —Te falta tanto chiquita, ¿De verdad te pensás que todo es tan facil? Bancarte a un hijo de puta como este gorriandote, no es facil, princesa.

Me lo merecía.

—¿Y vos? ¿Elegiste? —dijo dirigiéndose a Lisandro que parecía haber visto un fantasma, no emitía ningun tipo de sonido y yo empezaba a creer que todos sentían como mi corazón explotaba dentro de mi pecho. —Dale, elegí. ¿Cuántas veces pasamos por esta situación, eh?

—Muriel, por favor te lo pido, hablemos pero que se vaya. —Lisandro habló después de varios segundos, hablaba de mi como si no estuviera y si sabia que estaba ahi pero no le interesaba.

—¿Ves como son, Mia? Están con miles de pendejas como vos, pero ninguna le llega a los talones de su mujer. —dijo riendo una vez más, parecía divertirle la situación o tener experiencia. —Te lo digo para que no te sientas mal, no fuiste la única que se paseaba por esta casa mientras yo no estaba, todas rubiecitas como vos. —sus palabras y el tono en cual hablaba eran como cuchillos en mi cuerpo, las lagrimas no tardaron en aparecer.

—Muriel, dale, dejala que se vaya. —otra vez Lisandro demostraba las ganas que tenia de que yo desapareciera.

—No, no. Contale, contale como desfilaban las otras por aca cuando le mandabas mensajitos a ella. —Ella se acerco hasta a mi con su celular colgando de su mano y empezaba a pasar imagenes en la pantalla, todas capturas de la cámara de seguridad de la entrada.

Todas las imágenes mostraban a Lisandro con mujeres, besandolas o abrazándolas, o simplemente ellas bajando del auto que a mi también me habia mandado, dos mujeres distintas en el mismo dia o también dos mujeres al mismo tiempo.

Todas las capturas con fecha y horario. Las fechas iban desde la primera vez que nos vimos en casa de Enzo y avanzaban hasta hace un par de horas atrás, exactamente antes de pasarme a buscar.

Mis lágrimas no cesaban, Muriel parecía disfrutar de mi llanto y Lisandro sin mirarme, con su cabeza baja y volviendo pedirle a su novia que me dejara ir.

Me dolia el pecho y me ardia la piel, el dolor era mínimo comparado con la bronca que recorría mi sangre y aún así, el se limitaba a mirar el suelo.

—¿Porqué, Lisandro? —le dije, sus ojos se posaron sobre los míos, los suyos llenos de lágrimas, casi tanto como los míos.

Sin saber que así iba a terminar todo, pase por su lado para alejarme de allí y principalmente  de el, su perfume que tanto me gustaba me inundaba por ultima vez, provocando que mi estómago se revolviera. 


...

MÍA | Lisandro Martínez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora