—¿La rehabilitación, ya empezaste? —Sofia le preguntaba a Lisandro mientras se encargaba de poner los platos en el lavavajillas, la cena se había extendido de más gracias a la sugerencia de Nahuel de tomar café antes de marcharse. Desde la cocina se escuchaba a Cristián y Nahuel peleándose, probablemente, porqué uno habia hecho un gol en el juego.
—Hace unos días arranque, pero todavía tengo que andar con esto un tiempo más—dijo señalando la venda que apretaba desde su muñeca hasta el codo. —Igual bien, la cara ni me duele.
—Si te duele, Lisandro. —le reproché mientras servía el liquido negro en las tazas, lo escuche como se acercaba a mis espaldas y pasaba sus manos por mi abdomen.
—Con tal de jugar a la pelotita va a decir que no le duele. —Sofia le dijo provocando la risa de los tres. —Llevó para los loquitos aquellos, traigan las otras —dijo mientras ponia las tazas en la bandeja y ágilmente se encaminaba hacía el living.
—No se van más, diez veces le dije a Nahuel que no había cafe. —Lisandro mantenía su posición detrás de mi y apoyaba su menton en el hueco entre mi hombro y mi cuello. Sus manos se deslizaban sutilmente por mi abdomen haciendo presión con su brazos para mantenernos en un calido abrazo.
—Odioso. —mis manos se acoplaban a las suyas mientras nuestros dedos se entrelazaban, sentia su respiración tranquila y rápidamente en un agil movimiento pude girarme para encontrarme con su mirada, brillante y algo adormecida, notaba su cansancio.
—Tenes los ojos más lindos del mundo ¿Te dijeron? —dijo mientras una sonrisita tímida escapaba de sus labios y no pude controlar mi impulso de besarlo, nuestros labios se detenían antes de unirse completamente, los roces hacían que me desesperara por sentirlos, sus manos se afirmaban en mi cadera apretando con sus dedos fuerte para mantenerse en contacto con la mayor parte de mi cuerpo, mis brazos viajaban hasta sus hombros y mis manos descansaban en su pelo, alborotado como siempre. El beso pedía más intensidad cuando nuestras lenguas se encontraban, la suavidad de sus besos eran inigualables y la calidez con la que sus labios se unían una y otra vez con los mios me hacían entender como una se volvía incapaz de alejarse de ellos.
Quizás el sabía de la facilidad que tenia para enamorarme, pero jamás iba a comprender todos los sentimientos que yo le guardaba en mi torpe corazón.
—Te quiero. —le susurre entre los cortos besos que me dejaba por mi rostro, asegurándose de que ninguna parte quedara sin ser besada.
—Yo te quiero con cada parte de mi cuerpo, rota o sana. —dijo tomándome por las mejillas para mantenerme atenta a sus ojos mientras provocaba risas entre ambos.
—¿Que mierda hacen? Dale licha que me canse de romperle el orto a Nahuel en el fifa. —Cristian hablaba desde la entrada a la cocina, inoportuno como suele serlo.
—Un fifa y se van a la mierda Cuti. —Lisandro reprochó entre bufidos por la interrupción de nuestro amigo.
Ambos nos encaminamos hasta el living, encontrandonos con Sofía ganandole a Nahuel en el juego, las risas hacían eco por el enorme ambiente y el tiempo parecia ir demasiado lento.
El perrito de Lisandro descansaba sobre mis piernas y yo me perdía en la imágen ante mis ojos. Las personas que más quería siendo de lo más espontáneas, riendo y perdiendome una vez más en las sonrisas victoriosas de Lisandro dedicadas a mí cada vez que hacía una buena jugada.
Me sentía flotar en el aire, el conjunto de buenas energías y serotonina que se desprendía de mí, la tranquilidad de saber que todo era perfecto en este instante, y que también lo iba a ser en el próximo.
Estaba cegada por el amor que le sentía a Lisandro y podia asegurar que todo estaba e iba salir bien, no tenía tiempo de pensar en lo malo porque estaba muy ocupada enamorandome cada vez más de sus ojos.
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