Mi cabeza no paraba de dar vueltas, la angustia y la tristeza manejaban todo mi ser, ni siquiera aparecía el llanto que tanto pensé que iba a tener. Estaba convencida de que Lisandro me engañaba. No había que darle tanta vuelta al asunto, ni la más locamente enamorada podía negar lo que estaba pasando. Intentaba contenerme, no actuar de una forma que no era, no dejar que la bronca se apoderará de mi cuerpo y mis acciones.
Lo veía dormir tranquilamente, con su brazo descansando en mi abdomen, cómo de costumbre, me concentraba en su respiración para poder calmar la mía. Sentía un dolor en el pecho inexplicable, lo amaba. Y eso me tranquilizaba, yo lo amaba y el jamás iba a poder asimilarlo.
Habia que estar muy cuerdo para aceptar el dolor que alguien generaba solo porqué la felicidad de respirar junto a el era más grande.
—Amor... —lo escuché decir adormilado, y a su vez podia jurar que escuchaba mi corazón partirse. No contesté, realmente no podía, no sabia si quería gritarle en su cara o abrazarlo fuertemente. —¿Que hora es? —nuestra piel dejaba de sentirse cuando el rebuscó entre las almohadas su celular, lo entendía, era raro verme a las siete de la mañana tan despierta. —¿Que hacés Mia? —su cuerpo se volvió a aferrar a mí, dejando suaves besos en mi hombro mientras su mirada se fijaba en mi rostro, sus facciones algo hinchadas y sus ojos a medio cerrar me seguian generando ternura.
—Tengo que terminar unas cosas de tu cumpleaños —le respondí, era cierto, esta noche era la gran fiesta que estuve organizado los últimos días, me reproche mentalmente por no haber dejado todo listo. Si así lo fuera, quizás hoy hubiera gastado mi día en volver a juntar mis cosas e intentar recuperar mi departamento lo mas rápido posible, pero no, sabía que de todas formas hubiera estado ahi para el, por qué esto soy, y jamás le arruinaría su día. -Amor, después lo haces, quédate conmigo... -su cuerpo se aferraba más al mío mientras hablaba, intentado practicante que nos fusionemos.
Respire hondo y deje un beso en su frente, oí sus quejidos al sentir que me zafaba de su agarre, el probablemente no entendía nada de lo que pasaba, pero lo iba a comprender, me dolia tener que ser asi, tener que pedirle explicaciones sobre donde estuvo o que hizo cuando supuestamente estaba con su manager. No habia ni terminado de leer los mensajes de su manager que senti el hartazgo, mi corazón estaba cansado de dudar y sinceramente no sabía si quería seguir peleando esta batalla de no preguntar o hacer oidos sordos para no perderlo. Lo amo con cada fibra de mi ser y dolía no ser suficiente para el.
Camine por la casa, viendo como algunas de mis cosas ya se hacían parte de aquí, después de la sorpresa nos habiamos dedicado a encontrarle el lugar justo a cada cuadro o adorno que habia decido conservar de mi departamento. Las fotos con Sofía y Cristian encuadradas perfectamente descansaban en uno de los muebles, mi corazón se estrujo nuevamente. No quise contarles nunca sobre esta angustia que sentía día y noche, y como me olvidaba de ella sólo cuando estaba con Lisandro...
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