𝖛

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Casi seis años habían pasado desde aquel día y ya nada era igual. Días después de que se celebrase alquel funeral, Laenor Velaryon murió. Y la princesa Rhaenyra y el príncipe Daemon se casaron. La muerte de Laenor era un daño casi tan irreparable como el distanciamiento con Aemond en el corazón de la ya no tan pequeña Arwen.

Ahora los hijos de la princesa vivían en Rocadragón junto a las hijas de Daemon. 

Daemon había actuado todo este tiempo como el padre que Arwen siempre había deseado tener. Él era muy bueno con ella, le había enseñado a combatir con espadas, el tiro con arco y muchas cosas que otras personas jamás hubieran ni imaginado enseñarle a una mujer. Ella quería demasiado a Daemon, lo quería incluso más de lo que alguna vez había querido a Laenor.

Arwen se encontraba leyendo uno de los libros que poseía, Jace se encontraba intentando aprender Alto Valyrio y Joffrey estaba estudiando.

Rahenyra bajó las escaleras y anduvo por la sala en la que se encontraban sus hijos.

— No espero que aprendas Alto Valyrio en un día —dijo la rubia

— Un rey debe honrar las tradiciones de sus ancestros. 

— Bueno, salvo que planees destronar a tu madre y matar a tu hermana, aún hay tiempo

Todos en los siete reinos sabían que la intención de Rahenyra cuando obtuviera el trono era poner a su hija la primera en la línea de sucesión. 

Daemon bajó las escaleras y ordenó los niños que vinieran. Luego le entregó una carta a su esposa y ella se alarmó. Poco después la pelinegra descubrió que irían a Desembarco del Rey. 

Estuvo todo el viaje dándole vueltas a la situación. Llevaba sin ver a una persona en especial seis años y le preocupaba como reaccionaría al verla. Ella le tenía cierto rencor desde aquel día en el que atacó a sus hermanos. Cuando aquello pasó incluso se sintió orgullosa por el rubio. Pero con el tiempo se dio cuenta de que no había estado bien.

Le complacía volver al sitio donde había pasado toda su infancia, pero la verdad es que ya no quedaba apenas nada igual a como era antes. Decidió ir con sus hermanos al patio donde solían entrenar.

— Lo recordaba más grande —dijo el pequeño

— Luce exactamente igual —contestó el mayor

— Será lo único que sigue igual de antes —aportó la chica

Bajaron las escaleras con rapidez y enseguida se dieron cuenta de que la gente estaba comentando cosas sobre ellos a sus espaldas. Murmuraban cosas sobre el atuendo de la chica, que era exactamente igual que el de sus hermanos, pero a ella poco le importaba. Estaba acostumbrada desde que ella era muy pequeña a que por el sitio donde pasara, la gente hablase sin ningún remordimiento sobre todo lo que ella hacía, decía o usaba. Nunca le habían afectado los comentarios ajenos así que esta vez tampoco les dio importancia.

Arwen intentaba escoger un arma mientras que Jace le explicaba algo a Luke. Pero Luke no le prestaba mucha atención a su hermano, ya que lo único en lo que podía concentrarse era en las miradas hacia ellos por parte de los demás. 

— ¿Qué te preocupa? —le preguntó su hermana

— No dejan de mirarnos. Nadie cuestionaría mi derecho a Marcaderiva si me pareciera más a ser Laenor que a ser Harwin.

Arwen agarró los brazos de su hermano más pequeño y Jace lo miró directamente a los ojos. 

— ¿Acaso importa lo que ellos digan? —dijo Jace

Escucharon un ruido de una madera romperse e inmediatamente se separaron y fueron a mirar lo que pasaba. Había un combate entre Ser Criston Cole y un rubio, que Arwen rogaba porque fuera Aegon. Aunque algo en el fondo le decía a gritos que era Aemond.

𝐁𝐎𝐑𝐍 𝐓𝐎 𝐁𝐔𝐑𝐍; Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora