Todos en el reino sabían que si la princesa Arwen hubiera tenido el cabello platinado hubiera sido la delicia del reino, tal y como su madre lo fue. Ella era bastante bonita, o al menos todos decían eso, algunos no la querían solo porque decían que era bastarda. En Desembarco del Rey la solían conocer como la princesa jinete, ya que desde corta edad comenzó a hacer largos viajes sobre su dragona, Gullveig.
Una gran parte del reino quería que le quitaran su derecho al trono. Aunque una minoría esperaba que la chica gobernara algún día. Ella era una muchacha justa, que perdió parte de un dedo por intentar proteger a su hermano.
Todos deseaban al menos verla una vez en su vida, para comprobar por ellos mismos si es que era tan bonita como algunos decían.
La princesa se encontraba en los aposentos que su abuelo le había ofrecido. Esos solían ser los de su madre.
Terminó de arreglarse el vestido y su peinado y salió fuera de su habitación.
Andando por un pasillo se encontró con su tío Aegon, que la miró de una manera bastante extraña.
Llegó al fin donde acordó con su padre. Y cinco minutos después llegó Daemon. Ella ya lo consideraba como si fuera su padre, al menos él se había comportado como un padre para ella. Daemon se acercó a la pelinegra y sobre sus manos dejó una caja.
Lo había conseguido.
Abrió la caja cuidadosamente y allí encontró lo que tantas veces le había rogado que le consiguiera.
Una daga de acero Valyrio.
Era preciosa. La funda era de piel de dragón, color negro. La daga en sí tenía la forma de una espada tradicional, con el mango del mismo color que la funda, con una piedra de zafiro incrustada en la parte más alta, la hoja tenía una forma con unas ondas a los lados y un mensaje grabado en Alto Valyrio.
— Antes de que preguntes nada, solo diré que yo no conseguí la daga. Esta apareció en la puerta de la habitación con una nota que decía que era un regalo para ti. —habló el platinado
— ¿Sabes quién escogería un zafiro? —preguntó Arwen con cierto interés
— Conozco suficientemente bien al que la consiguió gracias a la piedra que escogió. Y aunque no te lo puedo decir, sé que tarde o temprano sabrás quien fue.
Arwen miró a su padre y lo abrazó. Él le devolvió el abrazo y comprendió que la chica lo quería tanto como alguna vez quiso a su padre.
Se separaron y el adulto vio que la chica estaba llorando.
— A veces recuerdo lo felices que todos éramos cuando mi padre aún vivía. Todos amábamos a Laenor —dijo la pelinegra secándose las lágrimas
El adulto no sabía que responder, ya que no podía decirle que él y la madre de la chica habían conspirado para matarlo.
Cuando la chica paró de llorar fueron al patio. Arwen se quedó allí, admirando la piedra que tenía su daga. Desde ese momento, el zafiro se convirtió en su piedra favorita.
Internamente agradecía a los siete y al que le hubiera obsequiado tal objeto. La daga era magnífica. Y lo primero que esperaba hacer con ella era presumir de ella ante Jace.
Para su suerte, su hermano iba pasando por aquel jardín. Se levantó del suelo y anduvo lo más rápido que pudo hasta llegar al lado de su hermano.
— Jace, la he conseguido
El chico la miró con curiosidad y Arwen sacó con cuidado la daga de un bolsillo que le habían cosido a su vestido.
— Es preciosa —dijo el chico sinceramente
El moreno intentó arrebatarle la daga a su hermana, cosa que obviamente ella no dejó que sucediera. Esa daga era suya y solo suya.
Un guardia se acercó a ellos y Arwen escondió rápidamente la daga.
— Princesa, el príncipe Aegon reclama su presencia en el salón del trono.
Ambos chicos quedaron bastante extrañados, ya que Arwen jamás había sido cercana al "primogénito" del rey.
La princesa se despidió de su hermano y el guardia la acompañó hasta el salón del trono. Allí efectivamente se encontraba Aegon. El guardia salió fuera de la habitación y cerró la puerta.
El rubio se acercó lentamente hacia la pelinegra mientras la observaba detenidamente de arriba a abajo.
— Es un verdadero y absoluto placer volver a verla, princesa
— El placer es mío, príncipe Aegon —respondió ella por mera educación.
Jamás había soportado a su tío Aegon, siempre le había parecido mala persona, a parte de que no era un secreto que echara a sus bastardos a pelear.
— ¿Por qué necesitaba mi presencia? —preguntó la pelinegra esperando acabar pronto con la conversación
Aegon miró fijamente a los ojos de Arwen para comenzar a reírse en voz baja. Definitivamente estaba borracho.
— No necesito tu presencia para nada en especial, solo quería aconsejarte algo.
Aegon se acercó aún más a la pelinegra.
— Te recomiendo que te vayas de aquí lo antes posible o acabarás muy mal. Nadie en el reino te quiere porque eres... como decirlo...
— Una bastarda —dijo otra voz que Arwen reconocería en cualquier parte
La pelinegra se giró y allí se encontró con aquel rubio con el que había compartido toda su infancia. Y aunque él cada vez se estuviera acercando más no iba a quedarse callada.
— Interesante aportación para un tuerto. Siempre pensé que cuando perdías un sentido los demás se agudizaban, pero por lo que intuyo, tu estupidez sigue estando intacta, príncipe Aemond —respondió la pelinegra
Obviamente que él se sintió ofendido, y aunque no lo reconociera la echaba mucho de menos.
Aegon rio descaradamente ante el comentario de la chica. Su hermano lo miró bastante enfadado y después miró a la pelinegra.
— No sabía que las personas que se dedican a huir podían tener una pizca de opinión propia —respondió el tuerto
Aegon continuó riéndose, al menos hasta que los otros dos lo miraron muy mal a la vez.
La puerta se abrió abruptamente y los tres se asustaron un poco. Como siempre allí estaba Daemon para sacar a Arwen de apuros.
— Princesa, no debería de encontrarse en una habitación sola con dos hombres. Su madre la está buscando.
Arwen dio las gracias a los siete internamente mientras se marchaba junto al adulto. Una vez estuvieron alejados comenzaron a hablar, ya que Rhaenyra claramente no había citado a su hija, todo había sido plan de Daemon para sacar a su "hija" de allí.
Mientras tanto aquellos dos hermanos rubios habían comenzado a hablar sobre aquel encuentro.
— Eres incapaz de olvidar a la bastarda, Aemond. Eso te hace débil
— No necesito olvidar algo que nunca me ha interesado.
— ¿Quién sería entonces el que estuvo llorando todas las noches durante más de un año porque ella había preferido a sus hermanos antes que a él?
Aemond enrojeció de vergüenza al enterarse de que su hermano sabía de aquello.
— Lo único que quiero de ella es destruirla —dijo el menor
— Yo si fuese tú intentaría como hacerlo sin morir en el intento, te vi luchar contra ella y la verdad es que se te veía disperso. ¿Te pone nervioso que la bastarda esté encima de ti?
Aemond no pudo soportar más aquella conversación así que salió de la habitación y se perdió por el castillo tal y como lo hacía siempre.
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𝐁𝐎𝐑𝐍 𝐓𝐎 𝐁𝐔𝐑𝐍; Aemond Targaryen
FanfictionArwen Velaryon, la hija de Rhaenyra Targaryen y de "Laenor Velaryon" ha sido acusada junto a sus hermanos durante toda su infancia de ser una bastarda. Ya que ninguno de ellos poseía el característico pelo blanco que solían tener los Targaryen. En r...