𝖛𝖎𝖎𝖎

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Arwen despertó exaltada, recordando todo lo que había ocurrido la noche anterior, no podría volver a mirar a la cara a Aemond. Y mucho menos a sus hermanos, a los que le decía que Aemond le caía muy mal. 

Terminó de colocarse el vestido y de arreglar un poco su cabello y salió de la habitación. Para su mala suerte su madre se encontraba en su puerta a punto de entrar. 

— Arwen, no te olvides de que hoy tendremos una cena. Se cuestionará el derecho de Marcaderiva de tu hermano. 

— No te preocupes, madre. 

Ambas comenzaron a andar por los pasillos, hasta que Arwen salió al patio. En una esquina encontró unas flores inusuales, iguales a las que adoraba cuando era más pequeña. Descubrió que había una especie de camino de pétalos de esas mismas flores. Puede que se estuviera volviendo loca, pero eso le parecía una señal. Siguió las flores y la llevaron a la entrada de Pozo Dragón. Aquel sitio le traía demasiados recuerdos de su niñez, en especial los que había pasado junto a sus hermanos. Entró en Pozo Dragón y continuó siguiendo el camino de flores. 

Vhagar apareció en su camino. Aquel era el dragón más grande del mundo, aparte de propiedad de su tío. 

Aunque Gullveig, su dragona, no fuera la más grande era considerada como una de las dragonas más peligrosas. Gullveig era capaz de hacer arder una ciudad completa en escasos segundos. Esta dragona no era como el resto, tenía el cuello un poco más corto y las alas más grandes. Esto le permitía volar distancias más largas en menos tiempo.

Volvió a mirar a Vhagar y detrás de él observó que había unas cuantas más de flores. Se aproximó cuidadosamente y sintió unas manos tapar su boca.

Se giró rápidamente y al ver que era su tío Aemond le proporcionó un puñetazo en el abdomen. El rubio rió en voz baja y agarró a la pelinegra de las manos.

— Debes de dejar de hacer eso, Aemond. Alguna vez te cortaré la garganta pensando que me quieres hacer daño —habló la pelinegra mirándolo directamente

— Sería un placer que quien provocara mi muerte fueses tú

Arwen enrojeció ante el comentario.

— ¿Te han gustado las flores? —preguntó  el rubio

— Eran mis favoritas cuando vivía aquí

Aemond la guío aún más cerca de Vhagar y lo cierto era que Arwen estaba un poco aterrada.

— Vamos a montar juntos a Vhagar —dijo el chico

La pelinegra enmudeció.

El rubio la soltó de la mano y le dejo paso para que se subiera al dragón.

— Sube —ordenó el rubio

— Sube primero y me ayudas desde arriba, por favor Aemond

El rubio asintió y con destreza subió al dragón. La pelinegra lo miró desde el suelo y se dio cuenta de que él montado en aquel dragón le producía cierto terror. Pero aún así decidió que subiría.

Escaló torpemente, ya que aquel dragón era más grande que el suyo. Aemond le ofreció que tomara su mano y ella la aceptó gratamente. El rubio estiró de ella y de un tirón consiguió sentarla en su regazo.

— Lo siento mucho, Aemond —se disculpó Arwen al haber caído justo ahí

— No te disculpes

La pelinegra se bajó del regazo del rubio y se sentó justo entre sus piernas.

Arwen ocultó la pequeña sonrisa que le salió al estar en aquella situación.

Salieron de Pozo Dragón y una vez fuera comenzaron a volar.

Volar era algo que a Arwen siempre le había parecido liberador, lo amaba.

De repente la mano izquierda de Aemond se posó gentilmente en el muslo izquierdo de la princesa. Arwen sonrió levemente ante el gesto.

Sentía el viento en su cara y la mano de Aemond en su pierna.

Estuvieron volando un rato, sumergidos en un silencio cómodo. Desde que habían sido pequeños las palabras habían sobrado entre ellos.

Volvieron a Pozo Dragón y en mitad del camino Arwen puso su mano encima de la de Aemond. El rubio la giró y así consiguió que las palmas de ambas manos quedaran juntas. Entrelazaron los dedos y se quedaron así hasta que llegaron a Desembarco del Rey.

Una vez en Pozo Dragón Aemond bajó primero, estando así listo para coger a Arwen cuando bajara del dragón.

— Tírate, estoy aquí para que no caigas —habló el príncipe

Arwen confiaba plenamente en él, así que se tiró. Y efectivamente ahí había estado él para cogerla antes de caer.

Él la bajó de sus brazos con mucho cuidado.

— Gracias —habló Arwen en voz baja

—No tienes por qué darlas —respondió el rubio tendiéndole una flor

Era una flor de un color azul oscuro muy bonita.

Arwen la tomó con una pequeña sonrisa.

— ¿Por qué todo lo que me obsequias es azul? —preguntó la pelinegra inocentemente

— Pronto lo comprenderás

Toda la familia Targaryen y los cercanos estaban reunidos en el salón del trono por la razón que los había llevado a Desembarco del Rey.

Arwen se encontraba junto a sus hermanos y lo único que podía observar era aquel trono compuesto por las espadas de los caídos.

— Aunque esta Corte tiene la esperanza de que Lord Corlys Velaryon sobreviva a sus heridas, nos hemos reunido con la penosa tarea de zanjar la sucesión de Marcaderiva —hablaba Otto Hightower

Presentó los candidatos y Ser Vaemond salió al frente.

— Mi reina, la historia de nuestra noble casa se remonta a la antigua Valyria. Los Velaryon han gobernado tanto tiempo el mar como los Targaryen los cielos —hablaba el hombre con lentitud

— Llevo toda mi vida en Marcaderiva, defendiendo a mi hermano. Soy sangre de su sangre. La auténtica e inmaculada sangre de los Velaryon corre por mis venas

Arwen sabía a donde quería llegar aquel hombre y conociendo a Daemon podía intuir como acabaría ese hombre.

— Y por las de mis hijos, descendientes de Laenor —interrumpió su madre

— ¿Qué sabe usted sobre la sangre de los Velaryon, princesa? Podría cortarme mis venas y mostrársela que ni aún así la reconocerías.

Ser Vaemond miró fijamente a Luke para luego girarse y mirar a la reina.

— Mi reina, Lord Mano, esta es una cuestión de sangre, no de ambición.

Ser Vaemond terminó de hablar y en el turno de que Rahenyra hablara las puertas se abrieron.

Y fue una grata sorpresa, ya que se trataba del rey Viserys. Arwen sonrió al ver a su abuelo entrar por aquellas puertas, lo había echado mucho de menos todos los años que había estado fuera.

El rey Viserys avanzó trabajosamente hasta llegar cerca del trono. Intentó subir sin ayuda y su corona cayó en el acto. Pero allí estaba Daemon para ayudarlo. Daemon puso la corona de vuelta sobre la cabeza de su hermano y lo ayudó a subir.

Minutos después la cabeza de Ser Vaemond había sido cortada de un tajo por Daemon. Las miradas de los presentes eran de puro horror. Helaena apartó la vista, Aegon agachó un poco la cabeza, Aemond contemplaba con admiración, Luke y Jace estaban un poco asqueados y Arwen contemplaba a su padre con una pequeña sonrisa. Puede que Daemon no fuera su progenitor, pero lo amaba como tal, a su lado se sentía protegida y segura. 

𝐁𝐎𝐑𝐍 𝐓𝐎 𝐁𝐔𝐑𝐍; Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora