Toda su concentración -o la poca que tenía- se perdía mientras mantenía la vista al suelo, notando como la sangre se mezclaba con el agua fría de la regadera y se iba por la coladera hasta perderse en el drenaje. Ignora el dolor de sus heridas, así como el hecho de que todos esos idiotas apenas habían abandonado su hogar. Solo han pasado dos horas desde su partida, deseando que sea la última vez que vengan a su hogar, sobre todo por el hecho de que su hijo se encuentra aquí.
Da un fuerte golpe contra el mosaico, uno que logra escucharse hasta la cocina dónde Karl se encuentra preparando la cena. Deja de cucharear la sopa y comienza a preocuparse por aquel fuerte sonido desde la habitación de Sam. Abandona su sitio, limpiando sus manos con el mandil azul que tiene puesto y lo deja de lado para avanzar directo a las escaleras que lo llevan a las habitaciones de la casa.
El adulto continúa con la mirada en el suelo, cerrando la llave y saliendo de una vez por todas de la ducha para enredarse la toalla en la cintura y salir del baño. Observa el cuarto oscuro, iluminado de manera tuene por las farolas del camino que guían a las granjas vecinas. Hace mucho que no se sentía tan solo, abandonado en una vieja granja que fue heredara por sus abuelos maternos, quienes le cuidaron desde que era un bebé.
Tomó asiento sobre la enorme cama, tocando por encima todas las heridas de muerte que Lolito y los otros imbéciles le dejaron por haber tratado de esa forma a su líder. Era el eslabón más bajo de esa cadena, desde que su mujer se fue había perdido todo el poder que alguna vez poseyó sobre los otros granjeros, a pesar de que su granja tenga mayor fama que las demás, Lolito era por mucho superior a todos ellos juntos.
Se había asegurado de recordarle al lugar que pertenecía, y que de hecho le había hecho el favor de herirlo a manera de que su hijo jamás se diera cuenta lo cobarde e inútil que era su padre. Salió de sus pensamientos cuándo tocaron a su puerta, pensando que solo se trataría de Karl preocupado por el ruido del golpe que dio a la pared soltó un bufido con molestia.
—No pasó nada Karl, solo... fue un golpe suave.
No hubo respuesta, la luz se encendió y aquello molestó a Sam, quien se giró molesto para pedirle al becerro que volviera a apagar las luces.
—Karl, por favor apaga la...
El botiquín cayó directamente al suelo, ambos se quedaron sin aliento cuando sus miradas se encontraron. Los ojos verdes de Sam estaban abiertos de par en par, perdidos en los ojos vacíos y dorados que no lo miran directamente a él, sino, a las heridas que hay sobre el cuerpo de su progenitor. Ambos siguieron en silencio, al menos hasta que Karl apareció para notar la extraña atmósfera que rodea a ambos humanos que no paran de mirarse.
—¿Papá...?
La voz escapa entrecortada desde su garganta, casi sin aire y a punto de desmayarse al ver que todavía hay sangre que resbala desde las heridas. Da un paso hacia atrás, siendo sujetado por el becerro castaño quién no sabe qué sucede.
—¡Karl, llévatelo de aquí ahora! —grita con desesperación.
Y antes de que el adolescente pueda llevarse a Quackity este se zafa de su agarre y se acerca con desesperación a su padre quien da un paso atrás para evitar que su hijo lo toque. El azabache ignora el rechazo por parte de Sam, tomando como prioridad las heridas abiertas que siguen derramando el espeso líquido rojo.
—¿Qué demonios te pasó? —cuestiona desesperado—, ¡¿quién te hizo esto?!
No sabe que responder, el agarre de su hijo se vuelve cada vez más fuerte y desesperante que sus dedos se encarnan sobre la piel morena de sus brazos.
—Quackity, voy a estar bien... hijo, solo déjame cambiarme y en un momento hablamos, ¿está bien?
Los ojos dorados están bañados en desesperación, a lo que solo comienza a agachar la mirada y suelta su agarre, se aleja poco a poco para después tomar el botiquín que traía consigo y decide ir directo a la sala de estar. El peliverde suelta un pesado suspiro, masajea su sien y se dirige rápido al guardarropa para vestirse y hablar con su hijo. No tardó más de cinco minutos para bajar corriendo las escaleras y colocarse la camisa blanca sin antes haber pensado en las heridas abiertas.
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La Granja [c!Quackity]
FanfictionTras la muerte de su madre, Quackity se verá obligado a viajar hasta el estado de Kentucky para dar la triste noticia a su padre biológico, a quien no ha visto desde hace casi veinte años.