Capítulo 14

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El tiempo en ese momento dejó de existir de tal manera que olvidaron que había más personas -o más bien dicho, animales- allá afuera que estaban preocupados por lo que pasaba dentro de la sala. Quien estaba al borde de la desesperación era el ternero Karl, las manos le temblaban y estaba sudando en frío, con las pupilas encogidas hasta parecer diminutos puntos sobre la esclerótica.

Todo de él gritaba miedo, desesperación y caos, los presentes miraban el silencioso ataque de pánico que sufría el bovino, no fue sino hasta que se atrevió a tomar la perilla y girarla con violencia para entrar a la habitación y quedar perplejo ante la imagen.

Solo la había visto en fotos, viejos videos cortos que Sam en ocasiones solía mostrarle cuando la nostalgia y el dolor le perseguían en aquellas frías madrugadas de invierno. Cuando la luna está en su punto y el peliverde comienza a tocar canciones que nunca antes había escuchado en su vida, tampoco las entendía debido a que el adulto siempre las cantaba en español.

Hermosa portadora de una melena oscura y bastante frondosa que caía sobre sus hombros, se volvía de un ligero tono azul cuando la luz del sol atravesaba la ventana y ella se encontraba recostada sobre la cama, sonriendo a la cámara y a su esposo que la graba.

Con esos ojos dorados que penetran tu alma, soles apagados que decidieron ser el mejor tributo que le ofrecieron a esa encantadora mujer de hipnotizante sonrisa y esbelta figura que sería la envidia de mujeres que desean nacer con tan elegante caminar acompañada de una linda risa que contagia a cualquiera y sus lunares que tanto resaltan sobre su ojo izquierdo, labios y pecho.

Esa mujer a la que tanto tiempo denominó como la perdición misma de Sam, estaba ahí mismo, abrazando a aquel hombre que sus brazos rodeaba con fuerza el pequeño cuerpo del chico de labios rosa y manos pequeñas, que con delicadeza daban un leve masaje sobre su espalda como un sincero consuelo.

Esa mujer no estaba muerta, se encontraba ahí mismo, con sus ojos dorados y brillantes que se abrieron poco a poco hasta quedarse fijos sobre la figura del ternero, dándole una suave sonrisa que le hizo quedarse pegado en su lugar y no fue movido de ahí hasta que el resto de animales entraron a la habitación y lo obligaron a avanzar para no obstruir el paso.

Sam aún no quiso separarse de su hijo, sobre todo cuando el resto de sus compañeros se acercaron para hacerle una ligera burla por ser tan blando cuando siempre se mostraba frío y distante.

Frunció su ceño y se alejaba poco a poco del resto arrastrando a su hijo consigo, quien solo se reía con diversión por la actitud sobre protectora e infantil que había tomado su progenitor. Escuchar esa risa fue como la revelación y el infierno para Karl, sobre todo al ver que ninguno de los dos aún se separaban cuando prometieron que sería el último abrazo.

Los había escuchado tan claro como una gota de agua que cae de un grifo abierto, sus oídos eran por mucho, mejor que los de Dream o el padre de este.

Siempre estaba enterado de todo.

—Ey, Sam, yo también quiero un abrazo, he sido un buen chico por casi treinta años —Se mofó el perro de frondoso pelaje rubio apagado, que se acercaba peligroso con los brazos extendidos hacia los humanos que reían por lo bajo.

—Te doy un techo y comida, eso es más que suficiente —dijo con notable enfado, pero un suave golpe en sus costillas lo hicieron doblegarse.

—¡Papá! No seas así de cruel —mencionó Quackity, alejándose de su progenitor para acercarse al Border Collie que miraba curioso al azabache—. Lo siento tanto, DreamXD, realmente no recuerdo demasiado de usted, pero por lo que tengo entendido, sí... ¿me conocía?

El perro asintió.

—Seguía siendo un cachorro, pero recuerdo perfectamente a esa masita de carne que le gustaba jalarme de las orejas y morderme la cola cuando jugaba con él.

La Granja [c!Quackity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora