DÉCIMO OCTAVO*

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...bomboncito


El auto iba a toda velocidad, surcando agilmente la avenida principal, de vez en cuando se topaba con uno que otro semáforo en rojo, pero se recuperaba y mantenía su velocidad.

David miraba desde el espejo a su amado Jaime que está vez había decidido sentarse en la parte de atrás.

—Ya casi llegamos amo Jaime.—Dijo el chofer mientras seguía manejando.
El hombre puso sus manos en el volante y tuvo pequeños flashbacks de su aventura con el hijo de su jefe...

Jaime cerró los ojos fastidiado, había recordado lo que había pasado con David y ahora debía fingir perfectamente para mantener la mentira.
—No te preocupes querido David, tu sigue a tu ritmo.—Responde el menor dando una sonrisa fingida.

El chofer se pone duro...

(...)

Jaime iba en dirección a su primer encuentro sexual, estaba totalmente nervoso y estresado.
Le mintió a todos diciendo que iba a una pijamada con sus amigos.
De vez en cuando se arrepentía de haber dicho que sí, pero recordaba el trato con Esteban y recuerda la visión que tuvo cuando se estaba besando apasionadamente con él. Si o si debía probar.

El muchacho siguió la dirección que el Juanito le había indicado. Jaime se la dió a David y él de inmediato lo llevó allí.

Finalmente llegó al lugar. El auto se estacionó perfectamente y David simplemente miró a Jaime esperando su siguiente movimiento.
Jaime tomó sus cosas y se bajó del auto.

Cuando ya estaba afuera, se acercó a la ventana de David para agradecerle por su servicio, esto no tenía ninguna connotación extraña, él solía hacerlo siempre.

Tras decir aquello, David sacó una bella rosa con las espinas cortadas y se la entregó al pelinegro.
—Mire amo Jaime, esto es para usted...

El regalado tomó la rosa y la vió. Si era bella pero ahorita no estaba para cursiderias. Así que la tomó y se la pasó a la mano izquierda.

—Amo... El próximo viernes tengo día libre... ¿Quisiera ir conmigo a pasear por ahí?—David exhaló tras decir eso, estaba colorado.

—Sí, sí, no hay problema, ahora debo irme, ¡adiós!—Respondió Jaime sin haber puesto atención a lo que el hombre le decía.

Jaime se retiró a paso rápido de la vista del chofer, este por su parte estaba que no podía de la dicha, por lo que el camino de regreso a la mansión, fue el más feliz que había tenido, con todo y atascos...

(...)

Efectivamente allí estaba Juanito de pie, totalmente vestido de negro, bastante desapercibido...

Juanito era un chico aproximadamente de la misma edad de Miguel, aunque era un tris más alto. Era blanco tenía el cabello rubio y tenía un arete tipo aro de color plateado en la oreja derecha. Ojos verdes, labios rosados y cejas perfiladas.
Era un galán divino, ya que en cuanto Jaime lo vio alzó las cejas debido a la impresión que había causado en él.

Al parecer el sentimiento fue mutuo, porque este al ver a Jaime también se impresionó.

—¡Ala! Pero si eres todo un bomboncito, Esteban tenía razón.—Dijo el rubio.

Jaime lo veía.
—Bueno, ¡debemos irnos o llegaremos tarde! En el camino te comento todo.

Ambos hombres empezaron a caminar, Jaime trataba de seguirle el paso, ya que al ser tan alto daba unos pasos larguísimos.

LOS PECADOS DE JAIME LUZARDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora