DÉCIMO CUARTO

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Club Los Pinares, 5:00 P.M

Restaurante Le Charmant Nevau ala oeste

—¿Tío, qué haces aquí?—Cuestionó nervioso Jaime al hermano de su padre.

—La verdadera pregunta, querido sobrino es, ¿qué haces tu aquí? No acostumbras a venir al club solo.—Pablo alzó una ceja mientras observaba de arriba a abajo a Jaime como alguna vez lo hubiese hecho el día del cumpleaños del menor.

—Vengo a cortarme el cabello.

Pablo frunció el ceño al oír las palabras de su sobrino.

—Sí, sabes que aquí en la barbería del Club no le cobran a los miembros, además hacen un buen trabajo.—El pelinegro no quería exponer a Esteban ni a él, por lo que dijo lo primero que se le ocurrió.

A lo lejos una voz femenina llamaba por el nombre a Pablo, debía irse.

—Bueno sobrino, fue un placer verte, ahora debo irme...—Jaime sintió un alivio al oír eso.
—Dile a tu papá que hoy en la noche iré a cenar, y creo que tal ves me quede a dormir.—Pablo le picó el ojo a Jaime de una forma atrevida y haciendo eso disimuladamente se tocó el pene por encima del pantalón de paño, Jaime observó el movimiento y quedó inmóvil al instante.

El menor solo pudo ver cómo su tío se alejaba con un grupo de ejecutivos...

(...)

Lucas se fijó de que nadie lo hubiera visto y entró sigilosamente al dormitorio de Jaime. Al entrar cerró la puerta con el pestillo y se adentró en el lugar...

Al alzar la vista observó el hermoso cuarto de su hijo, cada mueble, cada cosa, cada afiche, alfombra o lámpara era perfecto. Hacía muchísimo tiempo que no entraba a ese lugar y verlo tan elegante y bien limpio le causó un bienestar como ninguno.

Pero él no estaba ahí para eso, estaba echando humo de lo caliente que estaba, planeaba echarse una buenísima paja ahí en el cuarto de su hijo, puesto que con lo que había pasado en la tarde con Jaime, había quedado muy iniciado.

—Ahora si, voy a saber cómo ha cambiado mi pequeño hijito.

Lucas se dispuso a buscar por toda la habitación ese algo para hacerse la mejor paja de su vida, alguna prenda algún objeto que le trajera a la mente la esencia, el olor, la fragancia de su hijo. Olor el cuál le ponía el pene duro a diario y que desarrollaba en él los instintos más carnales y que por respeto a él debía contenerse.
Pero ahí, ahí solo en libertad podía liberarlo sin restricción.

En plena búsqueda, Lucas empezaba a darse cuenta que lo que pensaba de Jaime, estaba mal. ¡Muy mal!

(...)

Creí que nunca vendrías.—Dijo Esteban mirando el reloj en su muñeca.

—Tuve algunos inconvenientes.—Jaime se sentó en la silla.

Esteban tenía en sus manos unos papeles que sacaba de un portafolio propio de un ejecutivo.
Jaime miraba lo que hacía su opuesto en silencio. Finalmente se detuvo y sacó un bolígrafo fino de su bolsillo.

—¿Qué es esto?—Preguntó Jaime observando los papeles encima de la mesa.

—¿No lo ves? Es un contrato. Uno de confidencialidad específicamente.

Jaime hizo una mueca, nunca creyó que todo ese rollo de ser una perrita caliente tuviera tantas formalidades.

—¿Esto es una broma?—Jaime lanzó una breve carcajada. Esteban frunció el seño ante la actitud del joven de pelinegro.
Jaime continúo.—¿Desde cuándo ser una puta tiene tantas formalidades? ¿Quién me confirma que ese contrato está trucado para favorecerte a ti en el caso de una eventualidad? Además... ¿Quién ha dicho que yo he aceptado aún?

Esteban se impresionó ante tal interrogatorio.
—Yo lo que veo es que tú estás buscando a toda costa a tu conejillo de indias para quien sabe qué cosa.

—Pues... Es un contrato de confidencialidad y de trabajo. Es confidencial porque tengo que saber que no dirás nada a nadie, y es de empleo porque a través de él ordenaremos todo lo de tu sueldo.—Responde tranquilamente el castaño.

—¿Ah sí. Y luego no es que el sueldo me lo pongo yo mismo?

Esteban se queda en silencio.
—Sabes que... De una vez definamos las cosas, acepto el "trabajo" de ser una perrita caliente , pero me niego a firmar contrato alguno, tu no tienes facultades ni conocimientos para imponerme un trato legal, además, ¿dónde está el abogado y los testigos?

...

(...)

Lucas finalmente llegó al lugar que siempre estuvo buscando. El cesto de ropa sucia...

Para fortuna de él, Gonzalo no había recogido todavía la ropa sucia de Jaime, por lo que tenía un catálogo completo para morbosear...

El hombre echó un vistazo al fondo de la cesta y logró sacar dos calzoncillos (bóxers), uno estaba casi limpio, y el otro estaba manchado de semen, además tenía un fuerte olor a esperma reciente. Eran los boxers de la mañana.

—Vaya, entonces mi hijo ya se masturba...—Díjose.

El hombre agarra una camisa y se dirige a la cama de Jaime, allí Lucas se desnuda completamente, el hombre empezó a acariciarse la polla de forma suave pero rigurosa, mientras olía la camisa de su hijo.

El peludo decide recostarse en la cama, ahora se encontraba oliendo los boxers eyaculados de su hijo. Ese olor a semen hacia que el pene lo tuviera durísimo, como nunca antes lo había tenido. Lucas lo miro y se impresionó al ver el tamaño. Y esto era básicamente porque le causaba excitación saber que su hijo ya se tocaba, él se imaginaba a Jaime en ese lugar donde estaba acostado haciéndose la paja, acariciando la cabecita de su pene suavemente, jugando con sus bolas, así como él lo estaba haciendo...

Lucas se pone en la nariz la parte del bóxer más manchada, sus grandes manos subían y bajaban el prepucio sin circuncidar de su pene erecto.
—Hmmmm, hmmmm.—Lucas jadeaba, ese olor era increíble para su olfato, no era el olor de una polla adulta, era una verga joven recién madurada, y para incrementar su excitación, era la polla de su propio hijo...

Lucas se detiene por un momento, agarró el boxer y le dió la vuelva dejando ver la parte que toca el trasero de su hijo. El hombre olió esa parte y se imaginó el culo de su hijo, lo olía y a pesar de que no tenía olor alguno, él se imaginaba mamandole el culo apretadito a su hijo, a su propio hijo...

Ya con ganas de correrse, el hombre agarró los boxers y empezó a masturbarse con ellos, la mente de el hombre lo hizo volar alto, el olor de su hijo lo subía un escalón más, y finalmente el olor al semen de su hijo, hizo que su polla explotara nuevamente, (no tanto como lo hubo hecho con Miguel).
Más sin embargo, el boxer quedó manchado del semen de él, sus manos también y una parte de su peluda pelvis...

El hombre miró el techo, y tras haber eyaculado, la mente le volvió a decir:

—Maldito enfermo, ¿Con tu hijo? Eres un desquiciado. Pervertido, abusivo, demente...






(...)











LOS PECADOS DE JAIME LUZARDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora