XXII

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Arabella camino en dirección a la figura brillante. A medida que se iba acercando, está encandilada menos y dejaba ver quién estaba detrás de la luz.

Cerca, contuvo el grito al ver a Olivia. Era difícil de reconocer por el estado en que estaba. Su ropa rasgada dejaba ver cómo la magia iba hacia estragos en su interior. Tan pero tan catastróficos que se notaba a través de su piel pálida. Su rostro estaba cubierto por marcas que parecían raíces, y su cabello castaño llegaba hasta el suelo como si fuera un manto oscuro.

Aún así, entre tanto malestar, podía reconocerla en su mirada gris. Carecía de brillo, sin embargo, a lo lejos, todavía se veía a la joven bruja suplicando por ayuda.

—Caeli, ese cuerpo no te hace bien.— dijo Arabella.—Tu magia, no es tan fuerte como dices, pero si para ese jarrón.

El cuerpo poseído dio un paso al frente, hasta quedar un poco más cerca de Arabella. Sonrió al notar el minúsculo temblor de su ceño.

—Hablas de magia poderosa y tienes una pulsera que retiene la tuya.— dijo.—Es lo que te hace tan irreverente entre tantas brujas.

—¿Solo eso? Pensé que había más de mí que me hacía irreverente.— cuestionó Arabella.

Olivia sonrió sin mostrar lo dientes, haciendo que un escalofrío cubriera la piel de la rubia. Quería correr la mirada, pero no podía si desea verse fuerte frente a ella.

La diosa, en silencio, como si flotara, dio vueltas al rededor de  Arabella. Esta se mantenía firme frente a la sutil danza del largo manto que era su cabello. Hasta que se detuvo justo a su espalda, y aquel escalofrío se intensificó al sentir las filosas uñas recorrer sus hombros cubiertos hasta llegar a su cuello.

—¿Podrías no hacer eso con las manos de la hija de la persona que amo?

—¿Te incomoda?— pregunto dando una lánguida sonrisa.

Arabella volteó rápido, y dio un paso atrás para hacer espacio entre ellas.

—No creo que puedas abrir la caja del tesoro con esas garras insignificantes.— afirmó Arabella.

Olivia se vio las manos. Estaban lastimadas, como si hubiese estado escarbando por horas en la tierra.

Alzó la vista a Arabella, y la vio con intriga.

—Mmmm ¿Me ofreces algo?

Pregunto aún sabiendo la respuesta, y que la razón por la cuál Arabella seguía ahí era porque la atrajo en cada paso que daba hacía una posible solución.

—Te ofrezco un cuerpo poderoso, a cambio de más poder.— sonrió la rubia.

—¿Tu cuerpo?— señaló.—¿Crees que no note cada rasgaduras?

—Se que sabes que mí cuerpo es lo de menos.— respondió.—Que lo más importante es lo que puedes lograr con mí magia ¿Quién no quiere robarle a sus enemigo lo único que los hace temibles? A Merlín, a mí madre.

La diosa la oyó con atención, y dio una sonrisa, no tan marcada pero si muy expresiva. Sus ojos brillaron, no con una luz plateada sino turquesa.

—Lo se, lo se, bruja de vasija.— dijo.—Me han dicho de lo que eres capaz, aún así de rota. Es por eso que me agradas.

—¿Tenemos un trato?— pregunto viendo fijo a sus ojos.

—Mas que encantada.— respondió.

—Antes que nada tengo una condición.

—Vamos que no me hago más joven.— la apuró.

—Sacame esto.— alzó su muñeca.—Y quiero hablar con ella antes que te metas en mí.— pidió.—Después podrás hacer de mí lo que quieras.

Destinados. [Tales Of Arcadia, Au. Douxie X Oc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora