Capítulo 3

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Despierto con el sonido de la alarma del móvil, abro un ojo mirando la ventana. La luz del sol se cuela débilmente por las cortinas, apago el móvil. Bostezo estirando mi cuerpo en la cama.

Quiero seguir durmiendo.

El cansancio aún no desaparece de mi cuerpo y lo único que mi mente pide es quedarse en la cama ignorando mis responsabilidades pero la sola idea de Hailey furiosa y decepcionada por mi culpa me motiva –obliga mejor dicho– a levantarme de la cama.

Lo primero que hago es ver si mamá me contestó el mensaje y tal cual, tengo su respuesta en la bandeja de entrada.


Mamá <3
Acacia está bien, no te preocupes, cielo. Tiene un virus estomacal que ya está siendo tratada, dile a tu hermano que no deben preocuparse.
Cuando tengas libre me llamas ¿ok? Te quiero, cielo, besitos para ti y tu hermano.


Suspiro con alivio. El hecho de que ya tengan un diagnostico hace que sea mucho más fácil y efectivo tratarla. Le respondo con rapidez antes de tomar las prendas que me pondré al terminar de bañarme.

Tarareo varias canciones recogiendo mis cosas. Me meto a la ducha e intento no tardar más de la cuenta.

Tengo cosas que hacer. Tengo cosas que hacer. Me repito varias veces.

Luego de treinta minutos estoy lista para salir de la casa, desactivo la alarma y tomo mi bolsa de entrenamiento junto a mi mochila semi vacía. Miro la hora y gracias a dios no llegaré tarde al entrenamiento matutino del equipo de básquet.

Es una suerte que la universidad a la que asisto tenga ese deporte ya que simplemente lo amo, me encanta practicarlo y se ha convertido en más que un simple deporte. Es mi lugar favorito.

Nada más abro la puerta de la casa me encuentro a un Scott semi dormido sentado en el porche, con las rodillas dobladas y los brazos sobre ellas. Mi corazón salta dentro de mi pecho, ¿Qué hace aquí? Mis mejillas se calientan y respiro hondo. No se percata de mi presencia, así que con cuidado doy un paso fuera para cerrar la puerta y él se sobresalta causando que yo también lo haga.

Sus ojos verdes somnolientos me miran y luego hace un recorrido por los alrededores. ¿Por qué actúa extraño? Quiero preguntarle pero me niego a empezar una mañana discutiendo con Scott, porque eso es lo que conseguiría ahora mismo.

—Buenos días, Scotty —saludo llaveando la casa.

—Uhm, no lo son para mí —masculla al ponerse de pie. Acomodo mi bolso.

—¿Se puede saber qué haces aquí?

El sol apenas comienza a tomar fuerza y es totalmente extraño ya que en todos estos años que hemos estado relacionados nunca, literalmente nunca, se ha presentado en mi casa por la mañana. Tiene el aspecto de no haber dormido casi nada, las ojeras debajo de sus ojos lo indican. Lo inspecciono y me doy cuenta de que al parecer tiene la misma ropa de ayer. ¿Dónde diablos estuvo y qué estuvo haciendo?

—¿No te has enterado? —me pregunta mirándome a los ojos. Niego.

—¿Ha pasado algo malo? No he revisado las noticias ni las redes sociales.

Greene dice que espere hasta que comience mi día para ponerme al día con ello ya que debo ser consciente de que estoy iniciando un día, de que me he despertado y evitar volver a tener dependencia por el móvil. Porque sí, durante un tiempo tuve mucha dependencia, no podía estar sin tener el celular en la mano, sin ver redes sociales o cualquier tontería. Dependía de él. Por eso ahora, después de sufrir mucho intentando dejarlo, he comenzado a usarlo poco. Sólo para lo justo y necesario.

Cruzando los límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora