—Hola, Ashley.
El consultorio de la doctora Greene se caracteriza por la falta de cuadros bonitos y muebles. Tal vez debo recomendarle poner unas flores sobre el gran escritorio carente de objetos a excepción de un simple lapicero color verde oscuro y un calendario de, quizás, el año 2007 a juzgar por su aspecto; o también debo decirle que no le caería mal volver a pintar esta habitación en un tono celeste bonito que sin duda sería mucho más cálido que este frío y aburrido gris viejo. Sin duda, le recomendaría también colocar cuadros de paisajes preciosos para que su consultorio tuviera más vida y no pareciera una habitación muerta.
—Ash —la corrijo un segundo después. Ella sonríe colocándose los lentes redondos.
Greene nunca me ha dicho la edad que posee pero no dudo ni un poco que no está llegando a los 35 años, es bastante hermosa y la jovialidad que desprende siempre ha llamado mi atención. Cualquiera diría que está entre los 23-26 años. Tal vez sea por la personalidad que posee que hace pensar que es mucho más joven de lo que es, aunque tampoco tiene el físico que te haga pensar lo contrario.
Es alta, viste bonito con unos pantalones de vestir verde oscuro y una camisa beige que hace juego con su bata blanca. Normalmente usa tacones poco altos que combinan con sus pantalones o camisa; el día de hoy es a juego con su pantalón. Lleva el pelo recogido en una coleta media y sus ojos almendrados resaltan debido al delineado que ha hecho.
—Últimamente no te has pasado por aquí —me dice con reclamo en la voz.
Me dejo caer en el asiento frente a su escritorio y meneo la cabeza. Con la palabra «últimamente» se refiere a que he pasado casi tres meses ignorándola, tanto en persona como por textos y he sacado un montón de excusas para no venir.
—He estado un tanto ocupada, doctora Greene —continúo con la mentira. La verdad que es no me apetecía venir.
—Sabes que es importante que asistas aunque sea tres veces al mes —indica anotando algo.
—Creí que mis sesiones de terapia habían disminuido y podía venir cuando quisiera —digo porque eso fue lo que la última vez dijo.
Greene me mira dejando de escribir y suspira.
—El hecho de que te sientas mejor no significa que debes dejar de venir y dejar a la deriva todo el progreso que has logrado. Parte de progresar es practicar la longevidad, crear un hábito sano en ti y mantenerlo hasta que se convierta por completo en tu rutina.
Quiero quejarme de que no estoy para escuchar sermones pero entiendo su punto.
—Lo sé, solo que he estado evitando hablar de lo mismo —me sincero—. Sabía que al venir tendríamos la charla de cómo me siento ahora que se acerca la fecha temida y solamente deseo mantenerme enfocada en lo que viene para el equipo de básquet, quiero estar al ciento un porciento para el campeonato.
—Comprendo lo que quieres pero evadirlo no es la solución a los problemas, y eres consciente de ello. Mientras más tiempo pases ignorándolo será peor para ti.
—Eres como mi pesada y odiosa consciencia.
Me dedica una sonrisa.
—¿Algo más de lo que quieras hablar? Recuerda…
—Que es mejor hablarlo que guardarlo y luego explotar como una maldita bomba atómica que daña todo a su alrededor.
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Cruzando los límites ©
RomanceAsh y Scott se han impuestos límites uno con el otro durante los últimos años, y ambos son conscientes de que superarlos no traerá cosas buenas. Es entonces, que la línea entre respetar y cruzarlas se ven distorsionadas impidiendo ver cuál de ellas...