Capítulo 2

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—Estaba buscándote, señorita —Me sobresalto al escuchar su voz. Maldita sea.

Scott Tanner es mucho más intimidante estando tan cerca de mí, sujetando mi puño con cierta delicadeza.

El hecho de sentirme cohibida por su presencia no me impide detallarlo como siempre lo he hecho. Podría empezar por su rostro pero creo que lo mejor se hace esperar, así que comienzo desde abajo. Trae puesto unos Converse negro con caño bajo que me dejan babeando, sus largas piernas están envueltas en un pedazo de tela que no me agrada del todo en éste momento: jeans oscuros, que no hacen más que marcarle cada parte de esas piernas. Subo mi vista hasta su torso, una remera de cuello redondo color gris deja al descubierto todos esos tatuajes que tiene en la piel. Son demasiados a decir verdad, siempre sentí curiosidad hacia sus orígenes pero nunca tuvimos la oportunidad de llegar hasta ese tema.

Tiene tatuajes hasta en los dedos.

Y eso no es todo, amigos.

Gran parte de su cuello tiene tatuajes.

Llego por fin a su rostro descubriendo su sonrisa engreída. Tiene unos labios carnosos, su nariz es perfilada y recta, además de un piercing adornándolo. Sus pómulos son marcados, junto con una mandíbula ligeramente cuadrada. Cuando llego a sus ojos, mi aliento se detiene por completo. Son de un color verde precioso que se combina a la perfección con el gris. Es exótico. Y hay que sumarle que su mirada ciertamente desprende cierto aire misterioso y seductor, a eso debemos añadir que su mirada es casi siempre profunda, como si te estuviera escaneado el alma. Y tiene unas bonitas cejas al igual que pestañas. Aunque eso no es lo único bonito que tiene éste chico, siendo sincera. Además de ser atractivo, se podría decir que es un buen partido si te van típicos chicos malos con sonrisas baja bragas.

—Veo que estabas ansioso por verme —bromeo para relajar mi ambiente porque, mierda, de repente tengo calor.

Soy apreciativa. Muy apreciativa y él revoluciona hormonas con sólo caminar despreocupado.

Me sonríe mostrándome los dientes, logrando que mi cuerpo se incendie de inmediato. Las maripositas hacen acto de presencia en mi estómago y me cuesta horrores mantenerme indiferente ante esa sonrisa. Él me altera de una forma irreal. Desde que lo conocí lo único que ha hecho es desestabilizarme y darme estabilidad, por más irónico que se oye.

Siendo sincera, no sé en qué puto momento comencé a desarrollar sentimientos hacia él; lo único que tengo claro es que desde que fui consciente de todo lo que me producía, intenté mantenerme lo más lejos posible de él pero sus acciones tampoco ayudan.

Puedo decirme muchas veces que no existiría nada entre él y yo, incluso puedo golpes en la cabeza para quitarme la idea de un nosotros con Scott pero es que, a pesar de darme cuenta de lo que me conviene, lo he conocido, he compartido momentos preciosos, gracioso y locos; y el problema es que cuando más conoces a una persona, más te cuesta alejarte y deshacer esas ideas. Lo conozco, sé lo que le gusta, preocupa, disgusta, ama y detesta. Y es tan difícil poner a raya mis sentimientos hacia él.

Suerte que soy una chica con el carácter fuerte y no ando por ahí derramando rosas y corazones cerca suyo... Aunque ganas no me faltan.

—Has estado desaparecida últimamente —se aleja de mí yéndose a la cocina.

Lo sigo sin nada más que hacer.

—Ya sabes, lo de siempre —encojo mis hombros sin importancia.

—¿Lo de siempre? —inquiere—. De igual manera solías encontrar un hueco para nuestras reuniones.

Noto que sobre la mesa hay varias bolsas de comida rápida que definitivamente yo no compré. Lo miro inquieta y confusa, ¿por qué las compró? Puedo ver perfectamente que también hay jugos y postre de frutilla. Mis favoritos. Se me cierra el estómago, no sé si de preocupación o de emoción.

Cruzando los límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora