Capítulo 4

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 LA EX DE MATT.

Termino de ducharme y salgo a los vestidores de mujeres encontrándome con todas las chicas del equipo ya vestidas y limpias para comenzar las clases. Sinceramente no quiero tener que asistir a la primera clase pero no me queda de otra.

De a poco las chicas se despiden de mí mientras yo termino de cambiarme.

—Nos veremos el viernes, no llegues tarde —me advierte Hailey y asiento.

—No olvides entrenar y comer saludable, amor —se despide América llevándose a Camille. Me tiran un beso que atrapo con mi mano.

—¡Cuídense mucho! —grito cuando salen. Al quedarme sola, me apuro para salir de aquí lo antes posible. Odio quedarme en los vestidores sola. Es horrible.

El cabello lo tengo mojado porque olvidé traer mi gorro por lo que me seco y aplico un poco de loción a mi cuerpo. Me miro al espejo observando que ya no estoy tan delgada y mis mejillas han adquirido color. Ya no sé hunden tampoco. Me siento orgullosa.

—Lo hicimos, Ash —hablo con mi reflejo—. Estoy orgullosa.

Cuelgo el bolso deportivo por mi hombro para iniciar el día universitario. Lo dejo en la taquilla del equipo y me dirijo a la cafetería... otra vez.

Tal como lo espero, está vacío y solamente hay una persona dentro.

Encuentro a Sonya sentada detrás del mostrador mirando su móvil, seguramente esperando a que sus hijos la llamen.

—¡Buenos días, hermosa Sonya! —la sobresalto, le sonrío inocente cuando ella me fulmina con la mirada.

—Hola, mi niña —saluda amable a pesar de que la asusté.

Conocí a Sonya, la cocinera, cuando por un castigo debí ayudarla en la cafetería. Digamos que le teñí el cabello a Miller y por accidente el tinte terminó en una de las ollas por lo que el rector lo supo, se enfadó y me dejó un castigo por ser una insolente -según sus palabras tras haberle contestado muy bien mis motivos para teñirle el cabello- y por una descuidada que casi puso en peligro la vida de los estudiantes. Lo admito, fue mi culpa. Esa fue la última vez que hice alguna travesura en la universidad.

La mayoría dice que la cocinera no es agradable y que siempre tiene una cara de culo -debo admitir que sí es cierto- pero ella tiene sus razones suficientes para odiar al alumnado. ¡Hacen guerra de comida! A nosotros nos parece gracioso pero para ella, quien es la que se esfuerza en hacer un menú variado, no lo es.

—¿Tienes lo de siempre para mí? Incluido una proteína porque he entrenado más temprano —frunzo el ceño molesta. Tenía una idea de lo que quería desayunar y eso implicaba muchas cosas grasientas pero ahora después de jugar lo más sano es comer... sanamente, valga la redundancia.

Mi hermosa Sonya sonríe.

—Para ti siempre hay todo —me guiña el ojo—. Tienes frutas cortadas, ensalada de pepino, jugo de frutilla y un vaso de leche con una pizca de chocolate dentro si es que lo quieres, ¿lo anexo a la bandeja?

Asiento contenta.

Me encanta todo lo que ella me ofrece. Sabe mis gustos y sabe que amo lo dulce, es un ángel.

—¡Gracias, Sonya! —agradezco feliz con mi bandeja. Ella me sonríe—. Eres mi ángel.

—No es nada, mi niña, ahora ve a encontrarte con tus amigas. Seguro te están esperando.

Salgo de la cafetería contenta, más animada que de costumbre yendo ahora al patio de la universidad. Ya son cerca de las ocho de la mañana por lo que puedo ver a muchos universitarios llegar. Saludo a unos cuantos que conozco y me quedo charlando sobre cosas triviales como qué tal le fue en sus exámenes, cómo están sus mascotas y familia, entre otras cosas.

Cruzando los límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora