La mano de su "padre" lo tiraba del brazo con rudeza, arrastrándolo por todas esas escaleras, hacia arriba. Hacia los pasillos que William desconocía. Por un pasillo en el que parecía haber entrado a otra dimensión donde el silencio era el rey y la oscuridad su amante más devota.
-El hijo de un lord no se comporta de esa manera -volvió a decir su "padre", acercándose a una de las tantas puertas en el pasillo. Sacó una llave dorada y mientras forcejeaba con el cerrojo, siguió murmurando-. Me has avergonzado y no parece importarte en lo más mínimo cómo tus acciones hacen ver a tu padre... -abrió la puerta y lo metió en esa habitación-. Te vas a quedar aquí, hasta que reflexiones lo que hiciste y tomes la decisión de ser un mejor hijo en el futuro.
Al cerrar la puerta, se llevó consigo los últimos rayos de luz, dejándolo entre el polvo, las cajas de madera y un espejo olvidado. No había ventanas. Escuchó a los ratones correr y brincar de un objeto a otro. Sintió que un minuto se había convertido en un año y temió que fuera real.
Pensó en su hermanito, en su madre, preguntándose si acaso lo estaban buscando o habían notado su ausencia. Pensando si su nombre se volvería un suspiro que volaría en el viento hacia el olvido.
Recostado, con sus manos urgando el suelo, encontró algo que parecía ser una tiza. De manera de se dirigió a la pared y comenzó a dibujar en la oscuridad lo que él deseó fuera lo más parecido a una puerta.
"Tan cerca, tan lejos, tan en medio."
Con cada trazo se imaginó fuera de aquel lugar. En los brazos de su madre o jugando con su hermano. Se imaginó el jardín, mientras las lágrimas comenzaban a besar sus mejillas.
"Oh, dinos, ¿eres grande o pequeño?"
Se imaginó lo más lejos posible de todo lo que le disgustaba y hacía daño.
"Para probar este o probar todos".
Quería una puerta que lo guiara a un país maravilloso lejos de las sombras...
De repente, la luz regresó acompañada del ruido de la puerta.
-¿William? -preguntó una voz.
"Oh, William, querido, ¿dónde has estado?"
Tan pronto como lo vio, se puso de pie y corrió a abrazarlo, enterrando su rostro en la camisa blanca de su medio hermano, quien, lejos de estar sorprendido, le acarició la cabeza gentilmente.
-Lo lamento -le susurró, envolviendo al niño en sus brazos, queriendo brindar aunque sea una pizca del consuelo que a él le negaron cuando abrieron la puerta-. Debí llegar antes...
Pero él no pataleó. Su garganta no se rasgó por gritar en busca de ayuda. La oscuridad no devoró su cordura mientras caminaba de un lado a otro, preso del pánico. Aun siendo pocas horas, William fue más valiente de lo que Albert no pudo ser la primera vez que su padre lo encerró.
-¿Qué tal si te das un baño y luego cenas algo? -Albert se puso de cuclillas para estar a su altura y limpiar sus lágrimas.
El pequeño William asintió. Y él sonrió, volviendo a acariciar su pelo. Le dio la mano y sintió sus dedos aferrarse con aquel temor familiar de soltarse y volver a la pesadilla. Así que él también lo sujetó, con suavidad pero firmemente. No iba a permitir que las sombras alcanzaran sus tobillos.
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William despertó de un brinco al escuchar gritos no muy lejos de la habitación. Como pudo, se levantó, y arrastrando los pies, salió a encontrarse con un Moran furioso y a punto de golpear a Sherlock.
-¡¿Que quieres decir con "no"?! -rugió el ex coronel, tomando de la camisa a Sherlock.
-Sin importar cómo te lo explique sigues siendo igual de necio -replicó el segundo hermano Holmes, con un semblante indiferente que amenazaba con romperse-. Puedes golpearme si te hace sentir mejor. Pero no declinaré esta decisión.
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Entre teteras y relojes (Sherliam) Yuukoku no Moriarty
FanfictionWilliam sigue un papel desde que tenía nueve años, ha silenciado cada voz interior que le indique lo contrario a lo que se le pide. Pero el día de la fiesta de su compromiso arreglado, un conejo blanco con reloj rompe todo el guión que debía seguir...