5. Secretos

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Viernes por la mañana, la escuela me recibió con las puertas abiertas, al igual que Cameron

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Viernes por la mañana, la escuela me recibió con las puertas abiertas, al igual que Cameron. Él susodicho estaba frente a la puerta de mi salón recargado en la pared.

—Hola, pequeña sanguijuela —saludó.

—¿Qué diablos quieres? —gruñí empinándome el vaso de café que llevaba en la mano, no estaba de humor este día.

Era el tercero y eso que me había despertado hace unas dos horas cuando mucho.

—¿Que pasa contigo? Te he enviado más textos de los que puedo contar con mis manos. Me evades —soltó herido—. Créeme, Camille, a ninguna chica le ruego tanto.

—He estado ocupada —respondí—. Ya deja el drama, vamos por un café saliendo de la universidad.

—Número uno. Tu no vas a tomar más café —me quitó el vaso de las manos a lo que respondí con un quejido disgustado—. Y número dos. Tengo un partido importante esta tarde.

—¿A qué hora?

—5pm.

—Ahí estaré —dije. Sus ojos brillaron, yo nunca iba a sus partidos, no me gustaba el fútbol.

—¡De acuerdo! —Exclamó con emoción—. Nos vemos ahí entonces.

Suspiré y empujé la puerta del salón, automáticamente todas las miradas viajaron a mí incluso la del maestro. Supongo que era tarde.

—Llega tarde —alegó el maestro en mi dirección.

—Son diez minutos de tolerancia —respondí.

—Pase —exhaló—. Que no se repita, Miller.

Me senté en el primer banco de la segunda fila, acomodé mi mochila y saqué el computador. Me enfoqué en la aburrida clase del maestro. Esta era la peor y la más eterna.

El maestro se dio la vuelta para escribir algo en el pizarrón y justo en ese momento escuché como un cuaderno caía a mis pies. Bajé la vista para ver pero solo logré ver a la persona que estaba recogiéndolo.

Me paralicé. Me comenzaron a sudar las manos y el asombro me golpeó con tanta fuerza que mi corazón martilleó con agresivamente contra mi pecho.

Tienen que ser una jodida broma.

Sasha.

—Hola, Muñeca —saludó y me sonrió con su habitual perversidad que escondía detrás de su inocente apariencia.

Regresó a su lugar sin obtener ninguna reacción de mi parte.

Mierda. Mierda.

—Nos vemos en la próxima clase —se despidió el maestro.

Guardé las cosas en mi mochila y me puse de pie, inmediatamente después salí del salón. Caminé sin prisas aunque por dentro estaba quemándome de la furia.

Verdad (Saga CM #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora